Broken Arrow, nombre en clave de la operación para recuperar las bombas de Palomares

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Broken Arrow (en
castellano ‘Flecha rota’) es el nombre en clave establecido en Estados Unidos
para referirse al posible riesgo de radiactividad en algún lugar en el que ha
desaparecido, caído o explotado alguna arma nuclear pero en el que no se corre
peligro (hipotéticamente) de que desate una guerra nuclear.

Entre 1950 y 1980 un total de once incidentes han sido denominados
con el término ‘Broken
Arrow’
, siendo considerado como el más grave de ellos el que tuvo lugar en la población
almeriense de Palomares el 17 de enero de 1966 y del que se cumple exactamente
medio siglo.

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Esa mañana, dos aviones
de la Fuerza Aérea estadounidense (un
bombardero B-52
, provisto de 4 bombas
termonucleares Mark 28
 de 1,5 megatones cada una y un avión
cisterna KC-135
, cargado con
más de cien mil litros de combustible),
chocaron cuando se intentaba hacer una maniobra de repostaje en el aire.

El avión cisterna había
salido de la base aérea que los norteamericanos tenían en Morón de la Frontera.
Por su parte, el bombardero iba de regreso a los EEUU después de realizar una
misión, considerada de ‘intimidación’, en la frontera de la Unión Soviética, en uno de los momentos de mayor tensión de la Guerra Fría.

La colisión entre las
dos naves provocó que las cuatro bombas cayesen en las cercanías de la pequeña
población costera de Palomares, pedanía
perteneciente al municipio almeriense de Cuevas
de Almanzora

Una de las bombas fue a caer a la desembocadura del río
Almanzora, otra directamente al mar, una tercera en la sierra próxima a Palomares y la última en un solar de la propia población. Estas dos últimas, debido al impacto
tras chocar contra el suelo, liberaron parte del plutonio que contenían.

Testigos de lo
acontecido fueron los tripulantes de otro bombardero B-52 que acompañaba al
accidentado y que también estaba realizando la tarea de ser repostado. Sin
perder tiempo se avisó a las autoridades militares superiores y la noticia del grave
incidente se fue compartiendo por un lado al gobierno español y por otro al
norteamericano.

Cuando el presidente
estadounidense Lyndon. B. Johnson
fue informado dio orden de poner en marcha el dispositivo de emergencia
conocido como ‘Broken Arrow’ y a través del Secretario de Defensa, Robert Mcnamara, se coordinó un
gabinete de crisis que mantuvo permanentemente conectada a la Casa Blanca con
la embajada de EEUU en Madrid y los representantes gubernamentales de España.

Se ordenó que, sobre todo, no se diese a conocer a la prensa
ni población la caída de las bombas y tan solo se informó sobre la colisión,
obviando en todo momento la peligrosa carga que el B-52 transportaba. Era prioritario localizar los restos de las cuatro
bombas caídas, desplegándose un dispositivo que debería encontrarlas a la mayor
brevedad posible.

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Esa misma tarde se
encuentra una de las bombas junto al río y la mañana siguiente (con una hora de diferencia)
se encuentran otras dos (las que habían liberado parte del plutonio), pero de
la caída en el mar no había ni un solo indicio sobre dónde podría estar.

A pesar del secretismo
que se quiso llevar en todo el asunto, la noticia sobre el incidente de
Palomares fue filtrado a la prensa desde la agencia Associated Press en las siguientes horas provocando que todo el
planeta estuviese al corriente de lo sucedido.

Iban pasando los días, y
a pesar del gran despliegue de barcos y hombres desplegados en la zona, no
había manera de dar con la bomba que faltaba. La seguridad nuclear del planeta estaba en riesgo si caía en manos de los soviéticos o al menos eso es lo que pensaba las autoridades estadounidenses que andaban bastante nerviosos con el asunto. 

Por otra parte, al conocerse que se había liberado parte del plutonio de dos de las bombas, se ponía
en duda la seguridad y salud de toda la región debido a la contaminación
nuclear, lo que llevó a que el 8 de marzo se produjera una de las imágenes
icónicas de aquel suceso: el baño en la playa de Palomares del entonces
ministro de Información y Turismo español, Manuel
Fraga y el embajador de Estados Unidos en España, Angier Biddle Duke
. Un acto que fue realizado en presencia de un
nutrido grupo de periodistas y dio la vuelta al mundo.

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De hecho, y como dato
anecdótico, ese fue el segundo baño del embajador norteamericano, ya que esa
misma mañana ya se había dado un chapuzón en la cercana playa de Mojacar frente a algunos periodistas de su país, pero se
prefirió hacer oficial el posterior acompañado por el ministro Fraga que andaba inaugurando un ‘Parador Nacional’ y se aprovechó para realizarlo en Palomares. 

Con este simbólico acto se quiso demostrar al planeta entero que
no había peligro alguno de contaminación radiactiva (evidentemente ocultaban la
verdad, como después se ha podido saber tras desclasificarse numerosa
documentación).

Finalmente, el 7 de
abril, fue extraída del mar la cuarta bomba, que había sido localizada unos
días antes, haciendo falta un gran despliegue para poder sacarla. Cabe destacar que
fue de vital importancia el testimonio de Francisco
Simó
, un pescador que había sido testigo presencial de la caída de la bomba
el 17 de enero.

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Tras ochenta angustiosos
días, un enorme despliegue de medios y un multimillonario presupuesto gastado,
se daba por concluida la ‘operación Broken Arrow’, que Estados Unidos volvería a
poner en marcha en un par de ocasiones más: el 21 de enero de 1968 en base aérea de
Thule (Groenlandia) y el 18 de septiembre de 1980 en Arkansas (EEUU).

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