Los ‘humbugs’ son unos típicos caramelos
muy comunes en el Reino Unido y que llevan elaborándose desde hace un par de
siglos. Suelen estar aromatizados con sabor a menta y son característicos por
ser blancos con unas flanjas oscuras (normalmente negras, verdes o marrones).
El 30 de
octubre de 1858 tuvo lugar en la población inglesa de Bradford un trágico
suceso que se saldó con el fallecimiento de una veintena de personas y que
otras doscientas cayesen gravemente enfermas.
Aquel
fatídico día William Hardaker
(conocido por todos con el apodo de ‘Humbug
Billy’) había vendido una buena
remesa de caramelos en el puesto que tenía en el Green Market, en el
tradicional día de mercado semanal, en el centro de Bradford. Pero en aquella
ocasión la venta fue superior a otros días ya que se trataba del día previo a
la celebración de la Víspera de Todos los Santos.
Como era habitual, había comprado un buen número de kilos de caramelos a su proveedor
habitual, un confitero local llamado Joseph Neal de
Stone Street.
Para la elaboración de los humbugs se necesitaba azúcar (80 por ciento) y base
gomosa con la que se hacía una masa a la que se le añadía jarabe de menta (pipermín)
para darle sabor.
Pero en
aquella época (desde inicios del siglo XIX) el azúcar se había convertido en uno de los productos más caros y
que era gravado con uno de los impuestos más altos que por aquel entonces se
pagaba al fisco en Gran Bretaña (llegó a ser conocido como el ‘oro blanco’ de la época -White Gold-). Para contextualizar, es como
si hoy en día el precio de un kilogramo de azúcar alcanzara los 100 euros.
Por tal
motivo era muy habitual entre los confiteros de la época el utilizar algunos
elementos de bajo coste para añadir el producto con el fin de tener que
incorporar menos cantidad de azúcar y así abaratar costes de producción.
Uno de esos
productos utilizados para adulterar los
caramelos era un tipo de ‘polvo de yeso’ (conocido como ‘plaster of Paris’), el cual era inocuo para la salud si se ingería y que, además, era totalmente insípido, por lo que no
modificaba el sabor de los humbugs.
Joseph Neal solía
comprar el polvo de yeso en la botica (establecimiento en el que se vendía
productos farmacéuticos y de droguería) de Charles
Hodgson, en la vecina población de Shipley, donde acudía una vez a
la semana para adquirir el producto con
el que adulterar los caramelos.
Una serie de infortunas
casualidades se desarrollaron en aquella ocasión, dando como fatal resultado el
mencionado trágico suceso que acabó con la vida de una veintena de personas (la
mayoría niños).
Al confitero Joseph Neal le
surgió un contratiempo, por lo que no podía desplazarse hasta la botica de
Charles Hodgson, decidiendo enviar a su amigo James Archer para que este fuera a recoger el pedido por él.
El encargo no tenía dificultad alguna, debido a que el boticario sabía cuál era
el producto (polvo de yeso) que debía suministrarle. Pero, al llegar al
establecimiento, Archer se encontró que el señor Hodgson estaba indispuesto en
aquel momento y fue atendido por William
Goddard, quien trabajaba allí como mancebo (aprendiz y chico de los
recados).
La inexperiencia del joven Goddard
provocó una fatal confusión y en lugar de servir el polvo de yeso se equivocara
de barril y fuese doce libras (5,4 kg) de ‘trióxido de arsénico’ (un potente veneno
utilizado como pesticida) lo que suministrara.
De regreso a
Bradford, James Archer entregó
el paquete a Joseph Neal, quien elaboró los caramelos con aquel nocivo producto
(cuyo polvo blanco era exactamente igual al del yeso) y cuyo resultado fue un
buen número de piezas tóxicas humbugs, en cuya composición había alrededor de una considerable cantidad
del mortal veneno.
Como era
habitual, William Hardaker recogió su pedido de veinte kilos de caramelos al
confitero y pasó aquel 30 de octubre (de 1858) vendiéndolos a granel en su
puesto del Green Market.
A las pocas horas varias son las personas que empezaron a
enfermar y dos los primeros casos de fallecimiento (niños de corta edad). En un
principio se pensó que se trataba del cólera, pues en aquella época era
frecuente padecerla, debido a la insalubridad del agua y de muchos alimentos
(foco principal de transmisión de la bacteria que los provocaba), pero según
iban aumentando el número de fallecidos y enfermos se inició una investigación,
llegando a determinar que todas aquellas personas había ingerido caramelos adquiridos
en el puesto del tendero ‘Humbug Billy’ y que dichas pastillas contenían
un elevado porcentaje de letal veneno.
Días después, el vendedor William Hardaker, el confitero
Joseph Neal, su aprendiz William Goddard y el boticario Charles Hodgson, eran
arrestados y puestos a disposición de un juez, quien determinó que las muertes
y envenenamiento por el consumo de los caramelos humbugs conteniendo trióxido de arsénico se debió a un cumulo de
lamentables casualidades, por lo que se desestimó el caso, al no encontrar una
intencionalidad y quedó descartado el homicidio involuntario del que se les
acusaba, declarándolos ‘no culpables’ y dejando a los acusados en libertad sin
cargos.
Lo único para lo que sirvió
dicha tragedia fue para cambiar la ley gubernamental que regulaba el uso y
venta de ciertos productos nocivos para la salud, aprobándose en Gran Bretaña,
una década más tarde, la conocida como ‘Ley
de farmacia de 1868’ en la que se especificaba que solo el titular de una
botica podía ser quien custodiara y administrase ese tipo de venenos o
productos.
Fuente de la imagen: Wikimedia
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