El payaso aragonés a quien Chaplin admiró profundamente

Su nombre era Isidro
Marcelino Orbés
, nació en Jaca (provincia de Huesca) en 1873 y, tras
emigrar junto a sus padres a Barcelona, a los catorce años de edad (1887) entró
a trabajar en el célebre Teatro Circo
Barcelonés
, donde lo contrataron para hacer un poco de todo, como era
habitual en aquella época en este tipo de compañías de espectáculos: era el chico de los recados, después acomodador,
se convirtió en acróbata y acabó trabajando como payaso
.

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Durante la siguiente década fue compaginando distintos roles
circenses enfocados a la comicidad, mejorando día a día y siendo contratado por diferentes circos
(incluso internacionales), hasta que llegó su gran momento recién inaugurado
1900, año en el que se trasladó a Londres
y adonde llegó siendo toda una estrella al Hippodrome
Circus
, adoptando el nombre artístico de ‘Marceline’.

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Allí conoció a un pequeño actor que también trabajaba como
payaso cómico en el circo, con apenas tenía once años de edad, y cuyo nombre
era Charles Spencer Chaplin (llamado
por todos ‘Charlie’) que debía
ayudarle en algunos de sus números de pantomima
y que hacían las delicias de niños y mayores.

El propio Charles
Chaplin
explicó en su libro de memorias, muchas décadas después, la
profunda admiración que sintió por Marceline, señalando lo mucho que aprendió
de este payaso aragonés y del que obtuvo la idea, tiempo más tarde para crear a
su mítico personaje de ‘Charlot’ que
tan inmensamente famoso lo hizo en la meca del cine.

Chaplin también indicó la capacidad que tenía Marceline en
crear nuevos sketches y asignar distintos roles a los ya creados. El hecho de
que hubiese trabajado en sus inicios como acróbata hizo que dominase el arte de
caer y saber ponerse de pie de un brinco, de controlar a la perfección su
cuerpo y hacer unas piruetas cómicas que encantaban al público.

Por todo ello, Charles Chaplin aseguraba que Marceline había
sido, sin lugar a dudas, el mejor payaso
de su época y, muy posiblemente, de todos los tiempos
.

Y esto no solo supo apreciarlo el genial cómico inglés
cuando lo conoció, siendo él un niño, sino que era una opinión unánime ya que en
1905, cinco años después de llegar a Londres, el payaso Marceline era reclamado
desde los Estados Unidos para trabajar en los mejores circos de Norteamérica y
con un salario que, hasta aquel momento, muy pocos artistas cobraban: mil
dólares semanales (hoy en día esa cantidad rondaría los 30.000 dólares a la
semana) y, además con un contrato de por vida que podría ser escindido en el
momento en el que el aragonés decidiera retirarse del mundo del espectáculo, teniendo
en cuenta que en aquel momento tan solo tenía 32 años de edad y una larguísima
carrera por delante.

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El circo Hippodrome
de Broadway
fue el lugar en el que comenzó a actuar a su llegada a Nueva
York, donde diariamente llenaba todas las localidades, convirtiéndose en la
principal atracción del espectáculo. Alrededor de un cuarto de millón de
espectadores acudían mensualmente a ver las funciones circenses y a disfrutar
de la estrella: el payaso Marceline.

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Pero, cinco años después, el cine se convirtió en la
principal afición de los ciudadanos y cada vez eran menos quienes acudían al
circo y más los que llenaban las salas de cine. Tras probar suerte en un par de
circos más, Marceline decidió retirarse de la profesión de payaso en 1912,
viendo que su arte jamás podría competir con lo que estaban haciendo en las
pantallas los actores de las primeras películas cómicas.

Invirtió gran parte de la fortuna que había ganado en montar
una nueva compañía circense, intentándole dar un aire de modernidad que los
circos del momento no tenían, pero fracasó en el intento, perdiendo una gran
suma de dinero. Siendo consciente de que el mundo del espectáculo ya había
terminado para él decidió invertir en otro tipo de negocios, montando un
restaurante en una de las zonas más exclusivas del Manhattan de la época.

Pero también fue un fracaso y tuvo que echar el cierre poco
tiempo después. Otros negocios e inversiones fracasadas hicieron que acabara
perdiendo prácticamente todo el dinero que había ganado años atrás siendo una
de las principales figuras circenses del país.

Alrededor de 1915 decidió volver a los escenarios para trabajar
en lo que mejor sabía hacer: de payaso. Intentó hacer una inclusión en el mundo
del cine, pero su debut fue un auténtico fracaso. Los tiempos habían cambiado y
sus números eran obsoletos. A pesar del fracaso en el mundo del celuloide
consiguió ser contratado por el Circo
Ringling brothers
(uno de los importantes de la época), aunque su salario
ya no era de cuatro cifras, como cuando era una estrella, sino que cobraba unos
pocos dólares por actuación que le ayudaban para ir sobreviviendo día a día.

Tampoco tenía un papel principal en la función, sino que era
uno más de los payasos que hacían bulto e iban corriendo de un lado al otro de
la pista. Había perdido toda la chispa e ingenio para actuar.

En 1918, estando actuando en Los Ángeles, recibió la visita
de Charles Chaplin, quien había debutado en el mundo del cine cuatro años antes
y que, en aquel momento, se estaba convirtiendo en una de las estrellas más
emergentes de Hollywood (había intervenido, aproximadamente, en setenta filmes)
y su personaje de Charlot (cuyo muchos de sus roles había aprendido y tomado de
Marceline, cuando trabajó con éste siendo un niño) era mundialmente conocido.

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Según comentó Chaplin en sus memorias, años después, quedó
desolado ante el deterioro físico y profesional del que había sido su maestro
en el Hippodrome Circus de Londres y al que no pudo echar una mano ante la
negativa de Marceline a ser ayudado. Podía más su orgullo que necesidad.

En el aspecto personal y privado, la vida de Isidro
Marcelino Orbés también había acabado siendo un fracaso. Se había casado en
Inglaterra (cuando triunfó en el circo londinense), pero su matrimonio se
rompió tras infidelidades por ambas partes (según consta su mujer llegó a tener
un hijo con otro hombre). También figuran algunas noticias de malos tratos de
él hacia sus dos esposas (se casó por segunda vez, ya en EEUU). Su segunda
mujer también lo abandonó y él fue cada vez a peor, tanto laboral como
personalmente, acabando por actuar en bares y pequeñas salas a cambio de unos
pocos centavos que no le daban para subsistir.

Solo conservaba un objeto de valor de sus tiempos de
esplendor, la aguja de la corbata hecha de oro y con un diamante, la cual malvendió
y con el dinero que le dieron compró un revolver con el que se quitó la vida en
el hotel Mansfield de Nueva York el 5 de noviembre de 1927 a los 54 años de
edad.

Debido a que murió en la más absoluta de las ruinas, el
entierro tuvo que ser costeado por una asociación de artistas dedicados al
circo y el teatro y al funeral apenas asistieron ochenta personas, aunque
recibió una enorme corona de flores enviada por Charles Chaplin.

Este fue el trágico final de Isidro Marcelino Orbés, un
aragonés que llegó a ser un famosísimo payaso, mundialmente conocido con el
nombre de Marceline y que acabó en el olvido.

Fuentes de consulta e imagen: thanhouser
/ historiaespanaymundo
/ abc
/ pirineodigital
/ Wikimedia
commons
/ chroniclingamerica
/ captura YouTube

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