Durante largo tiempo se han llevado a cabo numerosísimas ejecuciones de manera pública con el fin de que
dichos ajusticiamientos sirvieran como algo ejemplarizante para los asistentes sobre lo que podría esperarles en caso de cometer un crimen (aunque a lo largo de la Historia se ha demostrado que de poco o nada ha servido). El público asistente a una ejecución ha reaccionado de diferentes maneras: desde quedar
acongojados por la crueldad ejercida por el verdugo, protestar por el acto que se estaba llevando a cabo e incluso llegar a pelearse por conseguir los mejores sitios desde donde verlo.
Pero lo que ocurrió el 31 de diciembre de 1898, en la población francesa de Bourg-en-Bresse, llegó a sorprender incluso al ejecutor y las autoridades: el público asistente comenzó a aplaudir enfervorecidamente en el momento que la hoja de la guillotina bajó y decapitó a Joseph Vacher.
Apodado por la prensa gala como ‘Jack el Destripador del sureste’ (Jack l’Éventreur du Sud-Est) Vacher,
de 29 años de edad, había sido encontrado culpable y condenado a la pena capital dos meses antes tras ser acusado de cometer once asesinatos (de una mujer adulta, cinco chicas y cinco chicos adolescentes) además de varias violaciones, ensañarse con sus víctimas y practicar la necrofilia y el canibalismo con alguna de estas.
Ese fue el número oficial que él reconoció haber asesinado, pero años después se pudo averiguar que la cifra de posibles víctimas de sus crímenes (tanto de asesinato como de violación) podría superar la cincuentena.
Nacido en una humilde familia de agricultores, Joseph Vacher era el menos de quince hermanos y desde niño ya demostrar tener cierta predilección por el sadismo, al disfrutar torturando animales mientras
jugaba. En sus años de adolescencia las víctimas de sus maltratos fueron algunas muchachas del pequeño pueblo en el que residía (Beaufort).
A los 19 años de edad recibió la primera denuncia, por la que fue arrestado y pasó unos meses en prisión tras intentar violar a un muchacho de 12 años. Cuando fue liberado ya no volvió a su casa, intentando ganarse la vida con diferentes oficios, entre ellos en un prostíbulo donde contrajo una enfermedad venérea que
provocó que le extirparan un testículo.
Dos años después fue reclamado por el ejército para cumplir con el servicio militar y debido a su extraño carácter se convertiría en el centro de las novatadas de sus compañeros y superiores, llegando a intentar quitarse la vida clavándose un cuchillo en el cuello (algunas fuentes indican que influyó el haber sido
rechazado para el ascenso a cabo).
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Tras un periodo de internamiento en la enfermería del cuartel, para recuperarse de la autolesión, fue ascendido a cabo y poco después a sargento. Es curioso comprobar cómo fue sometido a un examen mental y el médico dictaminó que era totalmente acto.
En 1893 conoció a una muchacha llamada Louise Barrand de la que, parece ser, se enamoró perdidamente y
pidió en matrimonio, pero ésta lo rechazó, motivo por el que Joseph Vacher le disparó tres tiros (dejándola
malherida) e intentándose suicidar de nuevo pengándose dos tiros en la cabeza. Esta vez tampoco murió, aunque le quedaron graves secuelas en el lado derecho de su rostro (entre ellos sordera y ceguera, además de frecuentes episodios de paranoia). Fue ingresado en un sanatorio mental donde pasaría seis meses y, transcurrido este tiempo, sería dado de alta.
A lo largo de los siguientes cuatro años cometería la mayoría de sus crímenes (asesinatos, violaciones…) y aunque es detenido en varias ocasiones y enviado de nuevo a centros de salud mental, volvió a salir a la
calle con el alta médica.
Fue arrestado en octubre de 1897, encarcelado y puesto a disposición judicial. Se envió a una eminencia médica para examinarlo de sus facultades mentales, dictaminando que estaba perfectamente y que era totalmente consciente y responsable de sus actos, motivos por el que el tribunal que lo juzgó un año después lo declararía culpable y condenaría a la pena de muerte.
Tal y como recogieron las crónicas periodísticas de la época, en el momento en el que el juez dictó la sentencia el público asistente se puso en pie a aplaudir de alegría. Joseph Vacher se había convertido en un
personaje muy popular gracias a los artículos que, prácticamente a diario, publicaban los periódicos. La inmensa mayoría de franceses lo despreciaban y por tal motivo las muestras de júbilo.
Lo mismo ocurrió el día de su ejecución (31 de diciembre de 1898) en el que tal y como le fue seccionada la cabeza por la cuchilla de la guillotina las más de dos mil personas asistentes lo celebraron alegremente.
Fuentes de consulta e imágenes: executedtoday / criminalia / murderpedia / gallica / web.archive / pipiou.over-blog