Las ventosidades de los arenques que provocaron un conflicto diplomático entre Suecia y la Unión Soviética

En julio de 2003 se publicaba en la web de divulgación
científica ‘Science
Direct’
un estudio titulado ‘Sounds
produced by herring (Clupea harengus) bubble release’
(Sonidos producidos
por el lanzamiento de burbujas de arenque) que, a priori, hizo sonreír a más de
uno y que incluso fue reconocido al año siguiente con el Premio IgNobel (parodia de los Premios Nobel que la comunidad
científica entrega anualmente a las investigaciones, estudios y publicaciones
que aparentemente no sirven para nada bajo el eslogan de “Primero hacen reír a la gente, y luego hacen pensar”).

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Dicho estudio, realizado por los biólogos marinos Magnus Wahlberg de la Universidad de
Aarhus (Dinamarca) y Håkan Westerberg
de la Universidad Nacional de Suecia, versaba en la curiosa forma de
comunicarse que tienen los arenques a través del sonido de las ventosidades que
expelen.

La publicación del mencionado estudio hubiese pasado prácticamente
desapercibida sino hubiese sido por un detalle: que de haberse conocido o
realizado dos décadas antes el gobierno
Sueco
hubiese podido ahorrarse varios cientos de millones de SEK (moneda
oficial de Suecia) además de haber evitado cerca de veinte años de conflicto
diplomático con la Unión Soviética.

Resulta que a inicios de la década de 1980 las autoridades
militares suecas detectaron (a través de ultrasonidos) la presencia de
submarinos extranjeros en sus aguas territoriales. Varias averiguaciones
llevaron a la conclusión de que el gobierno de la URSS había estado realizando algunas maniobras por la zona.

Eran los años de la Guerra
Fría
que tenía divido al planeta en dos bloques y cualquier movimiento
extraño de los soviéticos era tomado como una provocación por el bando
contrario (y a la inversa).  

La casualidad llevó a que un submarino soviético U137
quedase varado en aguas suecas durante unas maniobras el 27 de octubre de 1981.
El gobierno de Suecia anunció tomar
medidas y dispuso de un generoso presupuesto económico para que la marina
nacional estuviese bien dotada de cara a detectar presencia enemiga en sus
aguas territoriales.

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Se creó un comité de
seguimiento y se dotó de la más avanzada tecnología de detección. Algo que
costó millones de SEK a los contribuyentes pero que ayudaba a salvaguardar la
integridad nacional sueca, ante el posible intento de agresión soviética (o de
otra nación).

Se realizaron miles de horas de escucha submarina a través
de los radares instalados y en más de una ocasión sonaron las alarmas al
detectar ciertos sonidos que señalaban supuestas presencias de submarinos
enemigos.

Ello llevó a que el gobierno sueco enviara a lo largo de los
años alguna que otra nota de queja a los diferentes líderes soviéticos que iban
ocupando el cargo de mayor responsabilidad: desde Vasili Kuznetsov, pasando por Andréi
Gromyko
, el mismísimo Mijaíl
Gorbachov
e incluso al por entonces Presidente de Rusia Borís Yeltsin, cuando la URSS ya se
había desintegrado.

Casi dos décadas de tensión y conflicto diplomático que a
partir de 2004 quedó resulto al publicarse el mencionado estudio científico
sobre la forma de comunicación que tenían los arenques y que tras examinarse  las miles de horas de grabaciones que el
gobierno sueco tenía, pudieron comprobar que aquellos sonidos detectados de una
posible presencia de submarinos soviéticos habían sido en realidad el sonido de
las ventosidades de esos peces.

Una hilarante historia, digna de novela de humor, si no
hubiese sido por los años de conflicto diplomático que tuvo a Suecia y la URSS
con unas tensas relaciones, además del dineral invertido en las escuchas
submarinas.

Fuentes de consulta e imagen: sciencedirect
/ telegraph
/ thelocal
/ modernnotion
/ improbable
/ Wikimedia
commons

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