Hacerse cargo de acoger
bebés o niños de muy corta edad que han sido abandonados, sus progenitores
han fallecido o que no tienen a nadie cercano que pueda hacerse cargo, no siempre
ha sido una prioridad para los gobiernos e instituciones.
Muchas han sido las antiguas culturas en las que, ante la
falta de un método anticonceptivo efectivo, se optaba por practicar el
infanticidio como solución al gran número de hijos no deseados que nacían.
Se tardó mucho en crear los primeros hospicios oficiales
donde darles cobijo y garantizarles un futuro lejos de penurias; aunque hasta
que esto ocurrió la recogida de niños huérfanos o abandonados corrió en gran
medida a cargo de congregaciones religiosas e incluso de particulares que
montaron lo que llegó a conocerse como ‘granjas
de bebés’ (baby farms).
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Pero no siempre se
garantizó que los pequeños acogidos disfrutaran de una vida feliz y confortable,
dándose numerosísimos casos a lo largo de la historia en los que una gran
cantidad de pequeños acabaran muriendo a manos de sus propios cuidadores (sobre
todo aquellos que padecían alguna enfermedad, discapacidad e incluso eran menos
agraciados físicamente).
Pero al igual que había personas desalmadas a las que no les
importaba infligir dolor a esos niños desprotegidos, también nos encontramos
con un gran número que se dedicaban en cuerpo y alma a cuidar de ellos y
procurarles un entorno saludable y de confort.
Quizá la literatura y el cine ha hecho que tengamos una
visión equivocada de lo que realmente eran los hospicios, orfanatos o inclusas
(diferentes nombres a distintos tipos de establecimientos destinados a recoger
y albergar a pequeños abandonados o huérfanos). En muchas historias de ficción
se ha utilizado estos lugares para dar un toque de siniestralidad al relato,
distando muchísimo de lo que realmente fueron e infinidad son las personas que
han vivido, crecido y tenido un futuro feliz y próspero gracias a los cuidados
que recibieron durante el tiempo que allí pasaron.
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Uno de los recursos más habituales para dar una oportunidad
de futuro a esos pequeños y que frecuentemente ha funcionado ha sido la
adopción o ir a parar a familias de acogida, que con los años (y salvo algunas
excepciones) han pasado a formar parte de aquel núcleo familiar.
Pero no siempre fue así y podemos encontrar que durante la
Historia muchos han sido los casos en los que ha imperado la compraventa de
bebés, ya sea entre particulares o a través de algún intermediario.
Entre los curiosos casos que existen en torno a bebés
acogidos en un hospicio nos encontramos con el que tuvo lugar en París a
inicios de la segunda década del siglo XX: la organización de una rifa de bebés y al que optaban
todas aquellas parejas que andaban detrás de aumentar la familia.
El 11 de enero de 1912, mediante una notificación en la
prensa, se informó a los lectores que se había llevado a cabo el mencionado
sorteo. Pero no se trataba de ninguna advertencia sensacionalista, sino como un simple apunte de lo acontecido y en el que se detallaba que la
dirección del Hospital de niños
expósitos (abandonados) de París había organizado la rifa con el consentimiento
de las autoridades, con motivo de encontrar hogar a un gran número de pequeños que
en aquel momento permanecían en el hospicio.
Destacaba la información que todas las familias ganadoras de
un bebé habían sido investigadas para determinar su idoneidad como padres
adoptivos.
El dinero recaudado por la rifa se dividió entre varias
instituciones dedicadas a la caridad.
Fuentes de
consulta e imágenes: mentalfloss / newspapers / time / Popular Mechanics 1912 (Google
Books) / Wikimedia
commons / newspapers
/ thesciencebookstore
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Duplessis]