Innumerables han sido las diferentes pandemias que se han producido en el planeta a lo largo
de toda la Historia. Epidemias que
han afectado a cientos de millones de
personas, falleciendo cantidades incalculables; la mayoría de ocasiones por
causas prácticamente desconocidas, debido a que, médicamente, el conocimiento
de lo que eran esas enfermedades, qué
las causaba o cómo se combatían se ignoró durante largo tiempo.
Por tal motivo, varios siglos atrás se trataba de buscar
respuestas a cuál era la causa de una pandemia o enfermedad fuera del campo
científico y numerosas eran las ocasiones en las que se achacaba a factores que
nada tenían que ver con la salud y sí mucho con la superstición.
A todo aquello que se salía de la lógica se le trataba de
dar una explicación (por incoherente que fuese) y muchas las ocasiones en las
que se echó la culpa de ello a algún
castigo divino por la conducta pecaminosa o lasciva de los ciudadanos e
incluso a asuntos astrológicos.
La aparición de un cometa, los eclipses solares o lunares, caída
de un meteorito o el movimiento de los astros fueron, a menudo, señalados como
la causa de todas las desgracias que estaban ocurriendo.
De hecho el término ‘desastre’
proviene del latín ‘disastrum’ el cual significaba literalmente ‘sin astro’ (en referencia de que un
astro o estrella no pudiese ser observado en el firmamento) y hacía referencia
a la antiquísima creencia de que cualquier
alteración astronómica era presagio de mala suerte, desdicha, catástrofe o desgracia.
Actualmente el término ‘influenza’
es universalmente utilizado para
referirse a la gripe y así aparece recogido en la práctica totalidad de diccionarios
oficiales y en cualquier idioma. Pero su uso, para hacer referencia a la
enfermedad epidémica, encontramos que está ampliamente difundido sobre todo en Italia
y países anglosajones (en estos últimos es frecuente encontrarlo abreviado en
la forma ‘flu’).
En el año 1510 gran parte de Europa sufrió una importante pandemia de gripe, siendo especialmente
virulenta en varias zonas de Italia, teniendo el convencimiento las autoridades
sanitarias, religiosas y gubernamentales de la época que aquella epidemia les
había llegado a causa de la ‘influencia
de los astros’ y así aparece recogido en algunos escritos y crónicas.
Pero el término ‘influenza’ era utilizada en aquel tiempo
para otras muchas enfermedades y para dar una posible respuestas de estas,
pudiéndonos encontrar referencias de la época que hablan de ‘influenza di catarro’ , ‘influenza di
febbre scarlattina’, ‘influenza nascosta’ o ‘influenza astrale’ (influencia
del catarro, influencia de la fiebre escarlatina, influencia oculta o
influencia astral).
Pero a pesar de la utilización de ‘influenza astrale’
durante el siglo XVI, no fue hasta dos siglos después cuando obtuvo popularidad
este término y quedó vinculado definitivamente a la gripe.
La mayoría de fuentes indican que fue el papa Benedicto XIV quien acuño el
término, pero en realidad él fue quien logró popularizarlo, debido a que lo utilizó
en el año 1743 para hacer referencia a una
epidemia catarral por ‘influenza
astrale’ y así lo reflejaron los periódicos de la época y llegando la
palabra influenza hasta nuestros días como sinónimo de gripe.
Pero otra de las curiosidades alrededor de este tipo de enfermedades
es que hasta mediados del siglo XVIII tampoco se utilizó el término ‘gripe’ para referirse a ese tipo de trastorno
epidémico. Este vocablo fue empezado a ser utilizado en Francia a raíz de la
mencionada pandemia de 1743 (paralelamente con la popularización italiana del ‘influenza’)
y los médicos galos encontraron en el vocablo ‘grippe’ el ideal para hacer referencia a la enfermedad, debido a
que su traducción literal era ‘agarrado, quedar atrapado’ y etimológicamente
provenía del germánico ‘grippen’ (quedar
algo agarrado o atrapado).
Fuente de la imagen: Wikimedia
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