A lo largo de los más de dos años que llevo publicando entradas en ¡QUÉ HISTORIA! os he traído un buen número de relatos referentes a todo tipo de mujeres que han sido muy importantes en el devenir de la Historia de todos los tiempos.
Entre ellas está Clara Zetkin, la gran impulsora del Día Internacional de la Mujer, la de Margaret Bourke-White, la primera reportera gráfica presente en una guerra o Nellie Bly, la primera reportera de investigación de la historia, pioneras en sus respectivos campos que escribieron sus nombres en letras de oro. Pero tampoco podemos olvidarnos de personajes tan insignes como Hedy Lamarr, la actriz que inventó un infalible sistema de comunicación secreto o las cuatro mujeres enterradas en la Basílica de San Pedro del Vaticano.
Os he hablado de intrépidas piratas, como es el caso de Anne Bonny y su increíble vida surcando los mares del Caribe o el escalofriante caso de Mary Ann Cotton, la primera asesina en serie de Inglaterra.
Esta pequeña introducción viene a colación del relato que os traigo en esta ocasión, el de una mujer que fue ejemplo de lucha y entereza en una época en la que las decisiones las tomaban los hombres y ella supo apartarse de ese redil y crear una legión de seguidores.
Pero también se supo ganar un gran número de enemigos, quienes la señalaron y persiguieron, dándole a Deborah Moody el apelativo de ‘una mujer peligrosa’. Sobrenombre con el que ha pasado a la Historia, además del de Lady Moody, tal y como era conocida por los que la apreciaban y seguían.
[Relacionado: La extrema tacañería y avaricia de la que fue la mujer más rica del mundo]
Nacida en Inglaterra en 1586, Deborah Dunch (que era su apellido de soltera) provenía de una acomodada familia que le proporcionó una sólida cultura, en un tiempo en el que los estudios estaban destinados exclusivamente a los miembros varones. En destacado empleo de su padre como Auditor de la Real Casa de la Moneda hizo que conociera y contrajese matrimonio a los veinte años de edad con Sir Henry Moody, miembro del Parlamento de Malmesbury, Caballero de Whitehall y posteriormente nombrado sheriff de Wiltshire (unas muy altas distinciones de la época).
Esto proporcionó a Lady Moody una vida cómoda y rodeada de grandes personalidades, pero pronto afloró una parte de su personalidad que poco o nada gustaba a los que la rodeaban. El fallecimiento de su esposo en 1629 (cuando Deborah contaba con 43 años) hizo que se volcase en espinosos temas religiosos.
Sus sólidas bases culturales la habían llevado a leer y estudiar todo aquello que tenía relación con la religión y el cristianismo y pronto comenzó a mezclarse con miembros de la corriente ‘anabaptista’ (aquellos que creían firmemente que el bautismo debía realizarse a una edad adulta, ya que el niño no es consciente de ello y, por lo tanto, no se acoge voluntariamente a la fe católica a través del bautismo).
Esto le proporcionó grandes enemigos dentro de la corte británica y sobre todo teniendo en cuenta que se estaba extendiendo una corriente desde los Países Bajos en el que se perseguía y mandaba a la hoguera a todo aquel que se relacionaba con los anabaptistas, por lo que decidió viajar con sus dos hijos hasta el Nuevo Mundo, con la intención de poner tierra por medio con los fanáticos religiosos que habían puesto precio a su cabeza.
[Te puede interesar: Lillie Hitchcock, la pionera que cumplió su sueño de unirse a los bomberos]
La gran posición económica de su difunto marido hizo que le quedase una importantísima fortuna, la cual supo invertir adquiriendo unos terrenos en Salem (Massachusetts) convirtiéndose en la primera mujer en poseer una colonia, que con los años se volvió próspera y a la que acudieron docenas de familias recién llegadas de otros países.
El carisma de Lady Moody levantó pasiones entre los nuevos habitantes de la colonia y su talante abierto y liberal levantaba ampollas en los más puritanos. Deborah era partidaria de convertir la misa en un acto de celebración, donde la entrega a Dios fuese un símbolo de alegría, adornando con cánticos cada oficio.
Pero los puritanos religiosos vieron en ella a una peligrosa hereje, motivo por el que fue excomulgada por los miembros de la iglesia local, quienes prohibieron cantar (ya no solo en la iglesia, sino que en cualquier parte de la colonia) o cualquier tipo de entretenimiento (como jugar a los naipes). Esto la obligó a trasladarse nuevamente, en busca de otra ubicación donde residir y no ser perseguida.
[Te puede interesar: La heroína que navegó por las Cataratas del Niágara metida en un barril]
Placa colocada en Gravesend en memoria de Lady Moody (Frank H Jump fadingadcom)Un gran número de nuevos residentes y seguidores de Lady Moody eran de origen holandés y se trataba de personas que habían viajado hasta Norteamérica huyendo de las persecuciones a las que se sometieron en los Países Bajos a los anabaptistas, por lo que Deborah encontró en éstos un firme y gran apoyo.
Todo el grupo se trasladó hasta New Ámsterdam (actual Nueva York) donde Lady Moody adquirió unos terrenos para fundar una nueva colonia y que acabaría siendo lo que hoy en día conocemos como Gravesend (Long Island). Allí también se creó un importante asentamiento de cuáqueros (una comunidad religiosa disidente).
Moody, por aquel entonces, ya tenía una edad en la que lo más cómodo hubiese sido vivir como una rica y acomodada viuda, pero a pesar de tener más de sesenta años seguía tan activa como en sus tiempos de juventud, queriendo invertir, comprar y crear nuevas plantaciones.
No le temblaba el pulso a la hora de tener que negociar con los poderosos terratenientes, plantándoles cara con gran coraje, algo que (junto a su liderazgo en el movimiento anabaptista) le sirvió para que la calificaran como una peligrosa mujer.
Convirtió aquel lugar en un sitio próspero y dotando la colonia de unas infraestructuras que no se encontraban en otros lugares del país (escuela pública, biblioteca, ayuntamiento…).
[Te puede interesar: Nancy Wake, una valiente mujer de armas tomar]
Lady Deborah Moody falleció en 1659, a los 73 años, una edad muy longeva para aquella época y dejando tras de sí un importantísimo legado y tras haberse convertido en una de las mujeres más influyentes y, a la vez, más peligrosas de la costa Este de Norteamérica.
Fuentes de consulta: longislandgenealogy / scandalouswoman / womeninamericanhistory17