Cuando uno decide viajar hasta el condado de Hampshire (Inglaterra), sabe que es de obligada visita realizar una escapada hasta Winchester e ir a ver su majestuosa catedral de estilo gótico. El hecho de pasear por las calles de la población hace llamar la atención del turista la cantidad de imágenes, retratos o pequeños monumentos que uno se va encontrando por allí y que están dedicados a la memoria de William Walker.
Pero no deja de ser curioso que al entrar en la catedral te lo puedas encontrar allí también representado y, que además, si has decidido quedarte a escuchar una de la misas compruebes como se le dedica una de las oraciones más importantes del día.
La verdad es que nos se trata de ningún santo ni nadie que haya sido beatificado previamente por la iglesia. En el currículo de William Walker no hay ningún milagro divino, pero sí un gran trabajo que lo convirtió en el personaje más querido, homenajeado y venerado en Winchester.
Walker trabajaba como experto buceador cuando en 1906 recibió uno de los encargos más extraños y que más riesgos podían tener: sumergirse en las aguas pantanosas que rodeaban la catedral para asegurar los cimientos, ya que se estaban viniendo abajo tras mil años en pie desde que fue construida.
Cuando el rey Guillermo I de Inglaterra dio el visto bueno para que se realizasen imponentes construcciones en el país, entre ellas la famosa Torre de Londres, en el año 1070, o la mencionada Catedral de Winchester, en el 1079, poco le haría pensar que el método de asentar los pilares de la catedral sobre la tierra pantanosa no sería la decisión más acertada de los arquitectos de aquella época.
Para la primera base se utilizó piedra caliza traída desde la cantera de las islas de Wight, pero, dos siglos después, para la ampliación y construcción de una nueva nave se decidió colocar grandes troncos de madera de árboles que habían sido talados en la selva.
Este rutinario método para asentar los pilares, de la que se convertiría en una de las edificaciones más importantes de toda Gran Bretaña, sirvió durante los primeros siglos, pero, según fue pasando el tiempo y se llevaron más obras de ampliación, una parte de la catedral comenzó a hundirse, apareciendo múltiples grietas y con un peligro inminente de que se viniera abajo.
En 1905 se contrató a un importante equipo de arquitectos e ingenieros civiles que deberían encontrar la solución. Y así fue, Francis Fox y Thomas Jackson se pusieron al frente de la obra que debería salvar a la Catedral de Winchester de caer en pedazos.
Encontraron la solución en sustituir los cimientos de madera, que se había podrido tras tanto tiempo ahí, por unos pilares de cemento, hormigón y ladrillo. Pero ¿cómo se podría llevar a cabo sin tener que levantar la catedral? muy sencillo: accediendo por debajo, a través de las tierras pantanosas.
Para ello se debía contar con el hombre más experimentado y con mejor solvencia para llevar a cabo tal empresa, por lo que contactaron con William Walker, buzo profesional de 36 años de edad y que llevaba ejerciendo como tal desde hacía dos décadas.
Se llevó a cabo todo el plan y comenzó su trabajo sumergiéndose bajo la Catedral de Winchester en 1906 a lo largo de los siguientes seis años.
Cada día se sumergía durante seis horas, trasladando y colocando bajo la catedral la friolera cifra de 900.000 ladrillos, 25.000 bolsas de cemento y 115.000 bloques de hormigón, construyendo un muro de contención que la aisló de las aguas subterráneas y permitiendo el acceso al equipo de albañiles que con su trabajo reforzaron totalmente la estructura, dándole una total estabilidad y consistencia a tal magna construcción.
En 1912, tras finalizar su labor en aquel lugar, la práctica totalidad de los habitantes de Winchester le rindieron un sonado homenaje al que, desde entonces, se ha considerado el héroe local, a pesar de que William Walker residía en la población de Croydon, a más de 100 kilómetros de allí.
Como nota curiosa, algunas fuentes indican que durante los seis años que duró su trabajo en la catedral, Walker realizó el trayecto que separaba Winchester de Croydon en bicicleta.
William Walker fue condecorado por el rey Jorge V, pero disfrutó poco tiempo de su fama, ya que falleció en 1918 a causa de la pandemia conocida como ‘gripe española’ y que ese mismo año acabó con la vida de millones de personas.
Fuentes: bbc / elbauldejosete