Si de algo tenemos certeza en esta vida es que a todos, sea tarde o temprano, nos llega la hora de morir. Cuándo, dónde y cómo, por norma general, es casi imposible determinarlo, pero lo que sí hay son formas de morir de lo más diverso y variopinto.
A lo largo de la Historia ha habido muertes de todo tipo y unos fallecidos han destacado más que otros por su heroicidad, originalidad a la hora de perecer o simplemente porque tuvieron un desenlace que se podría catalogar como extraño.
En la siguiente recopilación os traemos unas cuantas muertes que han destacado por estar entre las más estúpidas de la Historia.
El primer protagonista de nuestra lista es ni más ni menos que Félix Faure, sexto presidente de la III República Francesa y famoso por sus continuos escarceos amorosos con múltiples amantes.
La muerte le sobrevino el 16 de febrero de 1899, a la edad de 58 años y cuando se encontraba manteniendo un apasionado encuentro amoroso con Marguerite Steinheil, a la que había recibido en el famoso ‘Salón azul’ del Palacio del Elíseo (sede de la Presidencia de la República francesa).
El motivo de su fallecimiento fue debido a un ataque cardiovascular que padeció en el momento en que su amante le estaba practicando una felación (según relataron las crónicas de la época).
Alrededor de la muerte de Félix Faure existe un falso mito, que ha llegado a convertirse en leyenda urbana, el cual asegura que el ataque le sobrevino mientras practicaban el coito, y no sexo oral y tuvo que ser separado de su amante seccionándole quirúrgicamente el pene.
Otro personaje que tuvo una muerte algo pintoresca fue Luis III de Francia Occidental. Accedió al trono siendo un adolescente imberbe y, tres años después, contando con 17 años de edad falleció cuando su cabeza golpeó contra el dintel de una puerta.
Cabe destacar que, cuando pretendía traspasar dicha puerta, iba montado en un caballo, del que cayó al suelo, mientras perseguía a una jovencita que huía de los deseos carnales del monarca y que iba a refugiarse a la casa de su padre.
Para muertes a causa de curiosos accidentes también tenemos a otros ilustres hombres, como es el caso del dramaturgo, de origen austrohúngaro, Ödon von Horvath quien murió fulminado por un rayo mientras paseaba por los Campos Elíseos en un día de tormenta.
Julien Carette, famoso actor francés de mediados del siglo XX, murió a causa de las quemaduras producidas por su propia ropa cuando ésta se puso a arder. La causa del incendio se originó tras encenderse un cigarrillo y quedarse inmediatamente dormido.
El poeta de origen belga Emile Verhaeren murió arrollado por un tren en la estación de Ruan (al noroeste de Francia), pero, aunque se sabe con certeza que la causa fue esa, existen varias versiones que explican cómo ocurrió el trágico accidente.
Unos cuentan que la culpa fue del propio Verhaeren al querer tomar un tren que partía de la estación y que ya se había puesto en marcha, tropezando y acabando bajo las ruedas del ferrocarril. Otras versiones lo explican al revés y sitúan la acción en el momento de su llegada a Ruan y que, sin esperar a que el tren se detuviera del todo, el poeta descendió rápidamente, tropezó y cayó a la vía por el hueco que había entre el andel y el vagón.
La tercera versión culpa directamente a un grupo de entusiastas seguidores de este ilustre pacifista, que había escrito unos conmovedores versos en contra de la Primera Guerra Mundial, y se encontró en medio de la avalancha de fans que, entre empujones y caídas, lo hicieron precipitarse a la vía, siendo arrollado por el tren.
Pero no todo van a ser fallecimientos por trágicos accidentes, ya que nos podemos encontrar con el caso del monarca Adolfo Federico de Suecia quien tenía un apetito atroz y su muerte le sobrevino tras un suculento banquete en el que tras cenar en abundancia repitió hasta 14 veces su postre favorito, sufriendo una terrible indigestión que acabó con él.
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