El psiquiatra que inició una cruzada en contra de los cómics de superhéroes

Pocas son las personas (de cualquier edad) a las que no les
haya gustado o llamado la atención en alguna ocasión un cómic e incluso una serie o película cuyo protagonista era un superhéroe
que había nacido en una historieta gráfica. Por norma general, estos personajes
de ficción se han visto como algo bueno para la sociedad y se han encargado de
transmitir mensajes positivos y valores personales, además de ser una
enriquecedora fuente de distracción y diversión.

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Aunque no siempre se ha pensado de ese modo (ni todo el
mundo lo ha hecho), pudiendo encontrar que en algunos países se ha llegado a prohibir ciertas
publicaciones al considerarse que transmitían algún tipo de mensaje oculto
(sobre
todo político), como por ejemplo durante los años de la Guerra Fría en el bloque
soviético.

Se pierde en el tiempo el momento en el que se originaron
las primeras viñetas con algún tipo de mensaje
cómico e irónico
(de ahí la etimología del término), aunque las primeras
historias gráficas (en forma de tiras
cómicas
) se publicaron en la prensa a finales del siglo XIX. Durante el
primer cuarto del siglo XX ya aparecieron publicaciones específicas en las que
se relataba toda una historia, encontrándonos que en 1938 se publicó un cómic
del que se considera el primer héroe moderno con súper poderes: Superman.

Para 1950 pocos eran
los hogares (sobre todo estadounidenses) donde los más jóvenes no devorasen las
historias gráficas de sus superhéroes favoritos.

Pero no todo el mundo estaba a favor de que esas publicaciones
fuesen beneficiosas, surgiendo algunas importantes dudas sobre lo perjudicial o
no que éstas podían ser y cómo los superhéroes podrían ser considerados como
peligrosos para los jóvenes.

Este tipo de dudas fueron lanzadas por Fredric Wertham, un eminente doctor en psiquiatría de origen
germano-estadounidense que en 1954 inició una cruzada en contra de los cómics y advirtiendo de lo nocivos que
estos eran para los niños y los jóvenes, perjudicando en el desarrollo de estos,
corrompiéndolos moral y socialmente y siendo uno de los principales motivos del
aumento de la delincuencia juvenil.

Dio a conocer todas sus opiniones al respecto a través de un
libro titulado ‘La seducción de los
inocentes’
y en el que advertía que desde los cómics se estaba incitando a
los más jóvenes al consumo de drogas, se les abocaba a una prematura sexualidad
y se les enviaba mensajes ocultos contra la autoridad y jerarquía de los
adultos.

Entre la retahíla de ejemplos añadía que fomentaban el morbo
y el horror, tergiversaba la historia y ponía en relieve la vida y actos de
algunos villanos que, en lugar de ser censurados, acababan siendo imitados por
los jóvenes lectores, quienes querían imitar ese estilo de vida.

El mensaje del doctor Wertham caló hondo en un gran número
de padres que, preocupados por lo dañino que podía resultar esas publicaciones
para sus hijos, decidieron unirse a la cruzada del célebre psiquiatra y alzaron
sus voces para ser escuchados por los estamentos gubernamentales, con el fin de
regular los contenidos de los cómics.

El delirio moralista de Fredric Wertham lo llevó a afirmar
que Batman mantenía una relación homosexual
con su ayudante Robin
o que Wonder
Woman mostraba claros signos de lesbianismo
. También se despachaba a gusto
sobre el uso y fomento de las armas (pistolas, navajas y todo tipo de artilugio
de defensa personal), así como de hacer una clara apología de la violencia (en la
práctica totalidad de las historia habían peleas).

Cabe señalar que toda la polémica que surgió a raíz de esta
cruzada, que tuvo cierta relevancia mediática en la época, también ayudó a que
el libro ‘La seducción de los inocentes’ se convirtiera en un superventas.

Toda esta controversia provocó que se creara un subcomité en
el senado de los Estados Unidos desde el que se estudió el caso, siendo citado
a declarar el propio doctor Wertham, que, entre otras lindezas había afirmado
que ‘los
cómics en el peor de los casos eran demoníacos, en el mejor simple basura
’.

Desde la cámara se instó a crear un código ético de
regulación y publicación de cómics que fue conocido como ‘Comics Code Authority’ (CCA), haciendo responsable de su
cumplimiento a la Asociación de
Editoriales de Revistas de Cómics
(ACMP su
acrónimo en inglés), quienes tenían que pasar todas sus publicaciones
previamente por el control de la CCA, ser aprobada por ésta e incluir un sello identificativo.

Se redactó un documento en
el que se especificaban una serie de puntos restrictivos para ese tipo de
publicaciones, entre los que se encontraba el no poder utilizar en el título términos
como ‘horror’ o ‘terror’, no criminalizar a las fuerzas del orden, jueces o demás
miembros gubernamentales (o sea, que los villanos jamás podían pertenecer a
esos estamentos), se prohibían palabras soeces o de carácter sexual (de ahí que
se popularizase el poner algunos símbolos a modo de exclamación), no se podía mostrar
ninguna escena de desnudo o que lo sugiriese, tampoco podían aparecer
situaciones de violencia sexual, entre otras muchísimas normas restrictivas.

No fue hasta la década de
1980 cuando empezó a cambiarse el ‘Comics
Code’
y actualizarse a los nuevos tiempos, siendo más permisivos en según
qué asuntos, aunque muchas son las editoriales que se salieron del control de
la CCA y que han publicado desde hace tres décadas sus cómics sin
ajustarse al mencionado reglamento.

Fuente de la imagen: pxhere

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