Si nos remontamos a varios siglos atrás podemos encontrarnos
con numerosas ilustraciones en las que se pueden apreciar que cada miembro de un
ejército llevaba el cabello tal y como le apetecía, luciendo en la mayoría de
ocasiones largas melenas que iban tanto sueltas como recogidas por algún tipo
de coleta o trenza. Cabe destacar que en la antigüedad (como era el caso del Imperio Romano) había algunos ejércitos que obligaban a sus miembros a
llevar la cabeza rapada y a lo largo de la Historia algunos países también
imponían el corte de pelo a los miembros de sus fuerzas armadas. Fue a partir de la Segunda Guerra Mundial
cuando la obligatoriedad de llevar el cabello cortado por encima de la nuca
se impuso en la práctica totalidad de los ejércitos (en la IGM tan solo
algunos).
El principal motivo para aplicar esta norma fue por razones de salubridad, debido a que en
los campos de batalla eran frecuentes
los casos de parásitos, pues en plena batalla los soldados no podían
lavarse con la asiduidad que hubiesen querido. Otro de los motivos era para
evitar que el fusil (que normalmente se llevaba colgado a la espalda cuando se
desplazaban de un lado al otro) pudiese enredarse
con el pelo, algo que, además de provocar dolor y un buen tirón, hacía perder tiempo de reacción ante un
ataque imprevisto.
[Te puede interesar
leer: El ejército clandestino de veteranos
nazis durante la Guerra Fría]
Y aunque desde la IIGM hasta nuestros días la norma que
establece que los soldados deben de llevar el pelo muy corto (por encima de la
nuca y sin que toque el uniforme) se ha mantenido, podemos encontrar un periodo
de tiempo en el que las autoridades de un país permitieron a los miembros de
sus Fuerzas Armadas poder dejarse el pelo tan largo como deseasen.
Situémonos a finales de la década de 1960, el pelo largo se
había impuesto como moda entre los más jóvenes de prácticamente toda Europa y
América y, a pesar de que la norma dentro del ejército de la República Federal Alemana
especificaba que sus miembros debían llevar el pelo corto, poco a poco se iba
viendo a más soldados que dejaban crecer su cabello.
Hacía apenas veinte años que el país había salido del momento más funesto de su Historia (el
nazismo bajo el Tercer Reich) y que se
había dividido en dos (la parte controlada por los países Aliados y la que
estaba sometida al comunismo soviético). Las autoridades de la RFA se dieron
cuenta que sus jóvenes tenían ansias de libertad y un modo de expresarlo era dejando
crecer sus melenas.
Por tal motivo en la mayoría de cuarteles de Alemania
Occidental muchos fueron los mandos que comenzaron a hacer la vista gorda y no
penalizar a aquellos soldados que llevasen el pelo más largo de lo estipulado.
Evidentemente no todos mandos del ejército lo aprobaban y
veían en ello un acto de indisciplina, motivo que provocó que, con el tiempo,
el asunto llegada a ser debatido por los miembros del gobierno.
[Te puede interesar
leer: El soldado japonés que permaneció
escondido en la selva durante 28 años]
El Ministro de Defensa de la RFA, Helmut Schmidt (que a lo largo de su vida política ocuparía varios ministerios e incluso llegaría a ser Canciller), aprobó una medida
que dejó boquiabiertos a propios y extraños: dotar a los miembros de la Bundeswehr (Fuerzas Armadas) de
redecillas para el cabello con el propósito de que todo aquel soldado que
quisiera llevar melena se pusiera una para recogerse el pelo.
El ‘decreto de la
redecilla’ (Haarnetz-Erlass) se
puso en marcha el 8 de febrero de 1971. Con él se liberalizaba la largura del
cabello y se daba libertad a todos los miembros del ejércitos a llevarlo cómo
quisiera, siempre y cuando estuviera recogido/protegido por una de las 740.000
redecillas que el ministerio adquirió y repartió entre los diferentes
cuarteles.
Pero esta medida no sentó demasiado bien a las atlas jerarquías
militares la Bundeswehr,
quienes pusieron el grito en el cielo. Tampoco fue del agrado de los mandos de
la OTAN quienes no veían con buenos ojos que a la hora de realizar maniobras
conjuntas por ejércitos de diferentes países hubiera uno (el de la RFA) en el que los
soldados fueran unos melenudos, algo que podría alterar la convivencia entre los propios militares (y cuyos mandatarios se oponían totalmente a esa práctica
que encontraban que era un acto de libertinaje).
La oposición conservadora aprovechó la situación para acusar
a Helmut Schmidt de ser el causante de que entre los miembros de las fuerzas
armadas se hubiese propagado la presencia de piojos. La prensa contraria al
gobierno también se sumó a las críticas, llamando al ejército con el apelativo
de ‘Fuerza Alemana del pelo’.
Así fue como, tan solo quince meses después, en mayo de 1972
dejaba de tener efecto el ‘decreto de la redecilla’ y volvía a aplicarse la
norma que establecía que el pelo de ningún soldado varón podía tocar el uniforme
ni tapar sus ojos u oídos.
Algunas fuentes indican que el hecho de obligar a llevar el
pelo corto a los miembros de la Bundeswehr ayudó en gran medida a mejorar la
salud de estos soldados, debido a que los refriados también habían sido comunes por
el hecho de haber llevado en muchas ocasiones el cabello húmedo tras ducharse (cuando no les
daba tiempo a secárselo).
Fuentes de consulta: spiegel
/ labrujulaverde
/ deutschlandfunk
/ sueddeutsche
[Te puede interesar
leer: Audie L. Murphy, el soldado
norteamericano más condecorado de la Segunda Guerra Mundial]