El accidental incendio en Londres de 1666 que indirectamente ayudó a acabar con la mortal pandemia de peste

La peste negra,
también conocida como peste bubónica,
es una enfermedad infectocontagiosa
y que tuvo una gran incidencia en Europa a lo largo del siglo XIV y un
importante rebrote tres siglos después, durante el XVII.

Cientos de miles de seres humanos enfermaron y perdieron la
vida en una época en los que los métodos de contención y control de cualquier pandemia
eran a base de mantener largas y estrictas
cuarentenas
, en las que no existía remedio médico o científico eficaz para combatirla.

Londres, al igual
que otras muchas capitales europeas, se vio afectada severamente por la peste
en un momento en la que la ciudad empezaba a superpoblarse de miles de personas
de todas las clases sociales (sobre todo de las más bajas) que habían llegado
hasta la capital de Inglaterra en busca de prosperidad tras la restauración de la monarquía en el año 1660.

Muchas fueron las casas que se levantaron en la parte más
antigua de la capital (conocida como la ciudad medieval), siendo esas construcciones realizadas por materiales
baratos
(como la madera y techos de paja) y en los que se llegaron a hacinar más personas de las que allí cabían.

Esto provocó un grave problema de salubridad e higiene,
apareciendo centenares de ratas que llevaban consigo pulgas infectadas con la
letal bacteria que hoy en día conocemos como ‘Yersinia pestis’ (y que a lo largo de la Historia ha tenido
diferente denominaciones) y cuya picadura por parte de aquellos insectos
provocó el contagio y posterior fallecimiento de miles de personas a partir del
otoño de 1664.

A pesar del tiempo que ha pasado desde entonces y los
numerosos documentos de la época que existe, los expertos no acaban de ponerse
de acuerdo en cuál fue el número de fallecidos a causa de la peste negra de Londres, dando unas cifras
que van desde las 68.000 hasta las 200.000 muertes (dependiendo de la fuente
que se consulte).

Las recomendaciones sanitarias para combatir aquella nueva
epidemia de peste fue la de realizar severas cuarentenas, en las que no se
permitía salir bajo ningún concepto a los ciudadanos a la calle ni transitar
estas y, por otro lado, las clases más pudientes (entre ellos el rey y su familia,
los aristócratas y nobles, los burgueses mejor posicionados e incluso un gran
número de funcionarios de la Corte inglesa) abandonaron la capital londinense,
trasladándose a vivir provisionalmente a la campiña o pueblos alejados de la
city.

En febrero de 1666 se consideró que la pandemia estaba
bastante controlada (a excepción de pequeños y dispersos focos en las zonas más
humildes) y la vida social, política y comercial fue retomada, regresando a
Londres la corte al completo del rey Carlos II junto a su familia y séquito,
los representantes del Parlamento, jueces y funcionarios.

La vida en la capital comenzó a tener cierta normalidad a lo
largo de los siguientes meses, aunque de vez en cuando iban apareciendo nuevos
focos de infección los cuales se intentaban controlar perimetrando zonas
concretas de la ciudad en las que se obligaba a guardar la cuarentena.

Pero el 2 de septiembre de 1666 todo cambió. Aquella noche se originó un incendio en
una de las zonas más humildes y concurridas de Londres, provocando que las
llamas avanzaran rápidamente por toda la parte más antigua y con edificaciones
más endebles de la ciudad.

A lo largo de tres días enteros el fuego se llevó por
delante un gran número de viviendas (más de 13.000), locales y negocios (muchos
de ellos construidos con materiales baratos, como la madera). También se vio
afectado por el incendio numerosas iglesias (87), la Catedral de San Pablo e incluso
el ayuntamiento, además de algunos importantes edificios y palacios.

En un principio se echó la culpa del origen del incendio a
un grupo de ciudadanos franceses y holandeses que residían en la ciudad, debido
a que por aquel entonces Inglaterra se encontraba en guerra con ambos países.

Posteriormente se pudo descubrir que aquella tragedia se
originó en una panadería situada en la
calle Pudding Lane, propiedad de Thomas Farynor,
quien por un pequeño
descuido dejó encendido el horno, provocándose el devastador incendio.

Una de las cosas en la que la mayoría de expertos coincides
es en afirmar que aquel trágico incendio ayudó en gran medida a acabar la
pandemia de peste, debido a que la mayoría de barrios afectados por las llamas
eran los que más incidencia de contagios todavía tenían y tras el fuego aquella
enfermedad infectocontagiosa quedó totalmente controlada.

Hay quien ha querido ver alguna intencionalidad en el
incendio para erradicar la pandemia, algo que ha sido descartado por la inmensa
mayoría de expertos e historiadores.

Fuente de la imagen: Wikimedia
commons

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