La expedición británica al Ártico que acabó perdida y practicando canibalismo entre los tripulantes

Sobradamente conocida es la teoría que apunta que muchas son
las personas que, expuestas a unas condiciones extremas o adversas, son capaces
de sobrevivir gracias a algún tipo de fuerza (normalmente innata y desconocidas
para ellas) que les da una inexplicable resistencia ante los elementos adversos
e incluso para realizar actos para los que no están preparadas (como alimentarse
de carne de otros seres humanos).

Múltiples son los casos que se han dado a lo largo de la
historia y en el que el recurrir al canibalismo fue clave para la supervivencia
(uno
de los más famosos fue el accidente de avión en los Andes, de 1972, que transportaba
a un equipo de rugby uruguayo
).

En los últimos años, varias han sido las investigaciones y
estudios científicos (utilizando la tecnología más avanzada) que se han
realizado en diferentes puntos del planeta y así poder determinar y descubrir
qué pasó realmente con numerosísimas expediciones de navegantes, científicos o
colonizadores, que siglos atrás se perdieron sin dejar rastros ni pistas sobre
lo sucedido a sus correspondientes tripulaciones.

Una de esas investigaciones modernas más esperadas fue la
que se realizó al Ártico con el fin de encontrar evidencias sobre la desaparecida
expedición dirigida por el célebre navegante y explorador británico Sir John Franklin a mediados del siglo
XIX.

Franklin partió del puerto de Londres el 19 de mayo de 1845
comandando una expedición de 128 tripulantes repartidos en los barcos HMS Erebus y el HMS Terror; dos
embarcaciones que ya habían sido utilizadas con éxito unos años atrás en otra expedición de exploración e investigación científica a la Antártida dirigida por el botánico y
marino de la Royal Navy James Clark Ross.

El objetivo de la misión de Sir John Franklin era encontrar
el ‘Paso del Noroeste’, una ruta marítima
que permitía transitar de Este a Oeste entre el Polo Norte y el Norte de
Norteamérica. Una expedición que se había convertido en toda una obsesión para
el navegante británico, quien se empeñó en llevarla a cabo a pesar de las dificultades
que desentrañaba y las numerosas advertencias sobre ello de sus colegas.

Tres años después de haber partido de Franklin y sin tener
noticias de éste ni de su tripulación, se dio por desaparecidos los barcos y se
pusieron en marcha varias expediciones de búsqueda (tres de ellas financiadas
por su esposa, Lady Jane Franklin, de las dieciocho que hubo entre 1848 y 1880).

Escasas eran las noticias que llegaban de estas búsquedas
que dieran pistas concretas sobre qué le ocurrió a la tripulación del HMS
Erebus y el HMS Terror. Pero poco a poco (y a través de la suma de las
dieciocho mencionadas expediciones) se pudo ir haciendo un relato aproximado,
al que se sumaban algunos testimonios de los inuit que residían en la zona o pertenencias
y algún que otro resto humano encontrado.

A pesar de la moderna tecnología (para la época) que
llevaban los barcos (motores para poder navegar con fuerza entre el hielo y
refuerzos de metal en el casco de las embarcaciones), estos acabaron encallándose
y siendo abandonados por los diferentes miembros de la tripulación. Se encontró
un documento redactado el 25 de abril de 1848, por James Fitzjames y Francis
Crozier (capitanes respectivamente del HMS Erebus y HMS Terror) donde lo explicaban
y en el que daban a conocer la fecha del fallecimiento de Sir John Franklin
acontecida el 11 de junio de 1847.

Los tripulantes habían decidido dirigirse hacia el sur,
llevando consigo parte del equipo y provisiones. Las condiciones extremas
provocaron que fueran falleciendo por el camino, pero diversas eran las causas
de aquellas muertes: hipotermia a
causa de las bajas temperaturas, escorbuto
(uno
de las principales motivos de mortandad entre los marineros por déficit de
vitamina C en sus dietas, tal y como expliqué en otro post
) y un buen
número intoxicados por saturnismo
(debido al plomo que se utilizaba antiguamente para sellar las latas de
conservas).

Todo ello provocó que muchos fallecieran y que los marineros
supervivientes intentaran sobrevivir practicando el canibalismo, al comerse a sus propios compañeros muertos.
Investigaciones modernas realizadas a restos recuperados, han podido determinar
que a lo largo de varias semanas algunos de aquellos hombres se estuvieron
alimentando de la carne de otros seres humanos e incluso, como aporte
nutricional, llegaron a hervir algunos de los huesos para ablandarlos y
poderlos partir fácilmente con el fin de extraer la médula y comérsela también.

Ninguno sobrevivió para poder contar que sucedió y sobre el comportamiento antropófago de los
tripulantes de la expedición de Sir John Franklin, siendo este un tema que ha
tenido intrigado a muchísimos investigadores e historiadores a lo largo de más
de un siglo y medio, teniendo ahora las evidencias científicas gracias a los
avances tecnológicos actuales.

Fuentes de consulta e imagen: livescience
(1)
/ livescience
(2)
/ onlinelibrary
/ Wikimedia
commons

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