El pescadero que a través del juego y las apuestas se convirtió en uno de los hombres más ricos de Inglaterra

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Cualquier persona que entienda sobre juego y apuestas sabe
que para poder ganar importantes sumas de dinero es fundamental tener
controlada la situación, perder algunas manos con el fin de engañar al rival y hacer
que éste se confíe.

Esta es una táctica utilizada a menudo por William
Crockford
, un joven
descendiente de una humilde familia de pescaderos londinenses, que cansado de
limpiar y descamar pescado decidió dedicarse profesionalmente al mundo de
las apuestas y el juego.

Siendo apenas un adolescente
ya se colaba en las timbas clandestinas,
donde observaba cómo jugaban lo adultos. Aprendió todo tipo de técnicas y
trucos para ‘despistar’ al contrario y conseguir que éste acabase poniendo
sobre la mesa sumas importantes de dinero.

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A inicios de 1800, cuando
contaba 25 años de edad, Crockford se había convertido en un auténtico
profesional del juego, pero los garitos que solía frecuentar se le habían
quedado pequeños y aspiraba poder jugar y apostar en lugares donde sobre la
mesa hubiera grandes cantidades de dinero.

A pesar de no tener apenas estudios
sí que disponía de un saber estar, mucha psicología y retentiva para los
números.

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Esto le ayudó para poder
acudir a algunos lugares algo más exclusivos y en los que las apuestas eran
mayores, como los que tenían lugar en el Piccadilly londinense. Pasó de
participar en apuestas en las que los jugadores se jugaban unos cuantos chelines
a ver sobre la mesa docenas de libras esterlinas en una sola mano.

Solo debía esperar su
momento adecuado donde pasar de ganar pequeñas apuestas a una gran fortuna. No
tenía prisa y eso era algo que jugaba a su favor.

Ese momento llegó en 1805,
en el que una noche logró despistar a su contrincante de juego, un acaudalado
propietario del matadero más importante de Londres y perteneciente a una
insigne familia inglesa, que tras confiarse de la mala racha que estaba
teniendo William Crockford (quien había perdido varias manos aposta)
decidió subir la apuesta hasta una cifra de cinco ceros (algunas fuentes
indican cien mil libras y otras llegan a señalar que fueron trescientas mil).

Y, como es de esperar, William
ganó la partida y se hizo con aquella fortuna, la cual no derrocharía y
gastaría en borracheras y prostitutas como otros jugadores solían hacer. Él
tenía claro que debía invertir el dinero en una casa de juego y apuestas, pero
para ello necesitaba ganar mucho más capital.

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Una década más tarde logra
asociarse con Josiah Taylor, uno de
los propietarios del Watier’s Club,
un exclusivo club social para millonarios y aristócratas que contaba con una
discreta sala de juego. El lugar de hecho había sido abierto por Jean-Baptiste Watier, chef personal del
entonces Príncipe de Gales (futuro rey Jorge IV).

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Por allí pasó lo más selecto
de la sociedad londinense y era conocido como ‘The
Dandy Club’
(nombre que se le da a los caballeros elegantes y refinados).
Una de las ventajas del establecimiento era que no se producían las peleas y
tanganas de las casas de juego del suburbio londinense.

Allí William Crockford
hizo buenos contactos con lo más selecto de la sociedad inglesa, que en un
futuro le sería de mucha utilidad.

Pero el Watier’s Club apenas
duró poco más de una década abierto y en 1819 cerraba sus puertas.

A lo largo de la siguiente
década, Crockford estuvo intentando reunir el dinero suficiente para
abrir su propio club y lo consiguió en 1828, levantando el más lujoso y
exclusivo club para caballeros que se había visto jamás. Un elegantísimo
edificio que contaba con todos los detalles de sofisticación y refinamiento que
se convirtió en lugar de referencia de la aristocracia británica donde pasaban
sus ratos de ocio, pero sobre todo se jugaban sus fortunas, llevándose William,
como propietario del establecimiento, un buen pellizco de cada partida.

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Según consta en las crónicas
y apuntan numerosas fuentes, William Crockford llegó a convertirse en
uno de los hombres más ricos de Londres
(algunos aseguran que de toda
Inglaterra).

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Falleció en 1844, a los 68
años de edad. Contrajo matrimonio en dos ocasiones y tuvo la friolera de 14
hijos. El floreciente y exitoso ‘Crockford
Club’
cerró sus puertas un año después del fallecimiento de William. Todo
parece indicar que algunos de sus descendientes echaron mano a la caja del club
para invertir en sus propios negocios y esto lo llevó a la ruina.

Fuentes de consulta e imágenes: smithsonianmag / anfrix / windowthroughtime
/ Bentley’s Miscellany / Wikimedia commons
/ National
Portrait Gallery
/ Wikimedia
commons