Hoy en día todo el mundo sabe que unos Juegos Olímpicos son sinónimo de esfuerzo, concordia y hermandad
entre deportistas sin importar si pertenecen a distintos países, etnias o
comulgan diferentes religiones. Un evento a nivel mundial donde impera la
concordia y el espíritu impulsado por el barón Pierre de Coubertin cuando fundo el Comité Olímpico Internacional en 1894 y que dieron pie a los primeros JJOO de la Era Moderna de 1896
en Grecia.
Pero en los inicios de olimpismo no todos los que estaban
implicados en poner en funcionamiento ese gran evento deportivo tenían tan
claras las ideas ni compartían el sentimiento de hermandad e igualdad entre los
pueblos.
Esto provocó que durante los terceros Juegos Olímpicos celebrados, entre el 1 de julio y el 23
de noviembre de 1904, en San Luis
(Missouri, EEUU), se diese un infame y penoso caso de racismo en un acto que se
organizó paralelamente a la competición deportiva y en el cual, los
organizadores, querían demostrar la supremacía racial del ‘hombre blanco’ frente a los
indígenas o personas de distinto color de piel de otros rincones del
planeta.
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Aprovechando que en San Luis tendría lugar la Exposición Universal (conocida como ‘Louisiana Purchase Exposition’) entre
el 30 de abril y el 1 de diciembre de 1904, se decidió trasladar la sede de los
JJOO hasta esta población (decisión no exenta de polémica, debido a que
originalmente debían celebrarse en Chicago
y así lo había decidido el Comité Olímpico Internacional en 1901). Pero en
aquella época una exposición internacional tenía mucho más relieve y prestigio
que unos juegos olímpicos, por lo que desde la presidencia de los EEUU se medió
para que todo se centralizase en San Luis.
Esto provocó que se quisieran realizar una amalgama de
actividades y, aprovechando que hasta allí viajarían representantes de
infinidad de lejanos países para asistir a la exposición, a William John McGee (etnólogo y
antropólogo) y al olimpista James E. Sullivan
se les ocurrió la ‘brillante idea’ de
organizar paralelamente a los JJOO y la Exposición Universal una competición deportiva que llevaría el
nombre de ‘Día Antropológico’ (Anthropological Day) y en la que harían
participar a personas que no eran deportistas profesionales pero que
pertenecían a diferentes etnias y tribus: pigmeos,
moros, orientales, indígenas del amazonas, indios siux, esquimales y así hasta un largo etcétera.
El 11 y 12 de agosto tuvo lugar las competiciones en esos ‘juegos
especiales antropológicos’, en los que representantes de cada etnia/región
mostraba sus habilidades como si en su habitad se encontrasen (tirar con arco,
trepar a áboles…).
Los presentaron, ante el público que llenaba las gradas, con
sus indumentarias debido a que en ningún
momento se les permitió vestir ropa deportiva, por lo que unos llevaban pieles
en un sofocante mes de agosto, otros plumas y taparrabos, los había con
turbantes y chilabas…
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Pero el momento que más entusiasmó a los allí presentes y
que, lamentablemente, más carcajadas originó, fue cuando se les obligó a competir
en modalidades deportivas que nuca habían practicado, por lo que se puso en
evidencia la torpeza de la mayoria de los participantes.
Un infame evento en el que se quiso poner en relieve la ‘supremacía
racial’ a modo de divertimiento popular.
El propio barón de Coubertin tachó el Anthropological Day
como algo indigno que no debería repetirse nunca más, añadiendo que exhibiciones
como esas se acabarían el día en el que las personas con otro color de piel
comenzasen a entrenar y aprendiesen a correr, saltar, lanzar y ganasen en todas
las competiciones a los ‘blancos’ (hay quien señala que ésta se trata de una
frase apócrifa).
Fuentes de consulta: muse.jhu.edu / libertaddigital
/ slate
/ library.wustl
/ barris.org
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