El hombre que creó la alta costura e introdujo los maniquís a la moda

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Hasta bien entrada la primera mitad del siglo XIX los
miembros de la alta sociedad solían recibir en sus residencias a modistas que tomaban
medidas y confeccionaban sus trajes y vestidos, pero la irrupción, a partir de
1858, del modisto británico afincado en París, Charles Frederick Worth, cambió todo por completo, surgiendo de su
creatividad (además de su egocentrismo) el concepto que ha llegado hasta
nuestros días como ‘alta
costura’
.

Y es que el señor Worth estaba convencido de que él era más
que un simple costurero que diseñaba vestidos para las más importantes damas y se
consideraba uno más de los muchos artistas que vivían en la capital de Francia
por aquella época.

¿Por qué los pintores, escritores o compositores podían
firmar sus creaciones y los diseñadores de moda no?

No le faltaba una clientela de gran prestigio que acudía a
su establecimiento desde toda Europa, pero el gran paso para convertirse en el
número uno fue a raíz de recibir un encargo por parte de Isabel de Baviera
(más conocida como ‘emperatriz Sissi’)
quien quedó encantadísimas con el vestido diseñado por Worth y se lo recomendó
a otras grandes damas de la época, entre ellas la emperatriz consorte de
Francia, Eugenia de Montijo,
esposa de Napoleón III, quien se
fascinó tanto con el trabajo realizado que lo nombró su modisto oficial.

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Charles Frederick Worth cambió el concepto de cómo se había
visto hasta aquel momento lo que era la moda, diseñando grandes vestidos que se
convertían en piezas únicas y exclusivas. Era tal el volumen de trabajo que
llegó a tener que logró convencer a toda su clientela para que fuesen ellas las que lo visitaran en su
casa de moda, en el número 7 de la
Rue de la Paix.

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Allí atendía a sus clientas
y mostraba sus nuevas creaciones. Para ello se ayudó de unas muñecas de tamaño
natural que mandó construir en madera y cera y que estaban inspiradas en los
que usaban muchos pintores y escultores como modelos. Llamó a esas muñecas ‘mannequin’, adaptación del neerlandés ‘manneken’, que significaba ‘hombrecillo’.

Fue un gran acierto el
mostrar sus creaciones vistiendo aquellos maniquís, porque de ese modo las
clientas podían contemplar y deleitarse con las piezas diseñadas por Worth.

Pero no tardó en ocurrírsele
una nueva idea para así atraer mucho más a sus prestigiosas compradoras: utilizar maniquís de carne y hueso. Por lo que cierto día ordenó a las costureras
que cosían los vestidos en su taller que se los probaran y desfilaran con ellos
puestos frente a las clientas. Sin lugar a dudas otro gran acierto del modisto
que con los años fue señalado como ‘el padre de la alta costura’.

Su casa de modas se convirtió
en la más famosa de toda Francia y tras su fallecimiento en 1895, a la edad de
68 años, sus hijos Gaston-Lucien y Jean-Philippe Worth continuaron con el negocio
emprendido por su padre.

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