El 23 de octubre de 1868 es la fecha que determina el inicio
de la Era Meiji en Japón. Un periodo
en el que, a lo largo de poco más de cuatro décadas, el País del Sol Naciente intentó abrirse al occidentalismo,
modernizarse como país y dejar de lado algunas de sus muchas tradiciones que
habían hecho que quedasen algo anticuados en costumbres y forma de pensar.
El artífice de ese paso de gigante hacia la modernización de
la sociedad nipona fue el emperador Mutsuhito
(comúnmente conocido como Meiji Tennō),
quien permitió que algunas de las tradiciones milenarias del país evolucionasen
y acabaran fusionándose con las costumbres
que llegaban desde Occidente.
Una de ellas fue el
autorizar, cuatro años después, el consumo de carne y leche y volverlos a
incorporar en la dieta nipona tras
haber estado prohibidos desde el siglo VII, cuando el budismo se estableció oficialmente en Japón (proveniente de Corea) y
se convirtió en la religión principal del país.
Los budistas creían en la reencarnación y tenían el convencimiento que, tras la muerte, las
almas volvían a la tierra y podía ser en cualquier otros seres vivos, siendo en
animales las reencarnaciones más comunes.
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Inicialmente el no
comer carne ni beber leche era un consejo que se daba desde el budismo, pero
una vez instalada esta doctrina como la principal del país, fue el propio
emperador Tenmu Tennō quien en el
año 675 emitió un decreto imperial por el cuál quedaba terminantemente prohibido
dicho consumo de carne de res, caballo, cerdo, venado, cabra salvaje, perro,
pollo y mono (los más comunes de la época) entre los meses de abril a
septiembre y aquel que se saltase dicha ley sería castigado, pero no era en
forma de multa, arresto o castigo físico, sino algo que podría afectar mucho
más al infractor: la prohibición de acudir a un templo por un periodo de tiempo
que se estipulaba según el tipo de carne consumida (que iba desde los cinco
días, por comer perro, a los 60 si se comía cerdo o venado hasta los 150 días en caso de caballo
o res). Con el tiempo se amplió la prohibición a todo el año y no solo al periodo
estival.
Eso sí, había algunas excepciones por las que una persona
podía consumir algo de leche o carne (incluso los monjes budistas) y era bajo
prescripción médica. Niños, mujeres con anemia o ancianos solían gozar de ese
permiso gracias a la recomendación que el médico les hacía.
Quienes solían disfrutar también de esa excepción solían ser
las clases más ricas y poderosas, debido a que gratificaban convenientemente al
facultativo con el fin de que éste les recetara el consumir carne y así estar exentos
del castigo oficial de no poder acudir a un templo.
A lo largo de doce siglos esta fue una norma que, la mayoría
de ciudadanos japoneses, siguieron a rajatabla, teniendo una dieta básicamente de
arroz, verduras, pescados y mariscos.
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La prohibición dejó de aplicarse a partir de 1872. El día de
año nuevo Mutsuhito lo celebró comiendo carne, algo que no gustó a un grupo de
monjes budistas que se presentaron en el Palacio Imperial el 18 de febrero.
Fueron hasta allí para protestar por haberse saltado el emperador la
prohibición. Hubo un forcejeo entre guardias y monjes, resultando muertos unos
cuantos de éstos.
Aquel mismo año el emperador emitía un prefecto en el que
aconsejaba el consumo de carne y leche con el fin de modernizar la sociedad y,
sobre todo, para tener ciudadanos mucho más sanos, ya que se tenía el
convencimiento de que el japonés era un pueblo débil por culpa de la falta de
esos dos alimentos.
Mucho costó volver a instaurar en la dieta nipona el consumo
de carne. Se incorporaron platos de otros países orientales (como China o
Corea) e incluso occidentales como portugueses, quienes anduvieron un tiempo
por la zona.
Un siglo y medio después el consumo de carne en la dieta
nipona está totalmente normalizada e incluso disponen de una de las carnes más
demandadas en el mercado internacional, el Wagyu.
Fuente de consulta e imagen: atlasobscura / businessinsider
/ History
Of Japanese Food / kikkoman
(pdf) / pixabay
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