Hoy en día, tal y como llegas a una nueva ciudad o país, lo
primero que te encuentras al bajar del medio de transporte en el que hayas
viajado hasta allí son números carteles y mensajes a través de altavoces o
monitores en los que continuamente te
avisan de la necesidad de estar pendiente de tus pertenencias y tener cuidado
con los robos y engaños.
El que está habituado a viajar sabe de lo útil que son esas advertencias y nunca está de más el hacer, unos días antes de emprender el viaje, una
búsqueda por foros especializados de todos aquellos consejos útiles de seguridad.
Pero hace un par de siglos todo era muy diferente. El
concepto de turista tal y como lo conocemos hoy no existía y poquísimas eran
las personas que visitaban algún lugar por el sano placer de hacer turismo,
siendo en la mayoría de ocasiones viajes de negocios, con la intención de
cerrar un trato o realizar una compra, motivo por el que el viajero solía
llevar la cartera bien repleta de billetes y, por lo cual, se convertía en un fácil objetivo para timadores
y carteristas.
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Ese fue el motivo por el que en 1818 apareció una curiosa
guía con la que se pretendía salvaguardar a los viajeros de todos los engaños y
peligros a los que se podría ver expuesto durante su estancia en Londres.
Una serie de recomendaciones recogidas en las 240 páginas
que componía aquel libro y escritas, de manera anónima, por alguien que decía
ser un ‘caballero’ que había utilizado información recopilada a lo largo de 22
años de los ‘Bow Street
Runners’, el cuerpo de policía metropolitana que en aquel momento había en
Londres, predecesora de los famosos ‘bobbies’
de Scotland Yard (que no fueron creados hasta 1829).
El libro contaba con un práctico vocabulario en el que se
incluía una lista de palabras y expresiones para moverse con familiaridad por
las calles de Londres sin parecer un forastero y no caer en las redes de los
muchos estafadores que había en cualquier rincón de la ciudad.
Cuando uno llegaba por primera vez era normal que quisiera
preguntar dónde quedaba el lugar en el que iba a hospedarse o cómo llegar a
cierto punto de la población. El modo en el que se preguntaba podía dar muchas pistas
y delatarse como un recién llegado. También era primordial saber a quién se le
hacía una consulta. Todas esas dudas las intentaba resolver esa útil guía que
se convirtió en todo un éxito y de la que se imprimieron varias ediciones en
los siguientes años.
Era muy común que muchos de los viajeros que habían llegado
hasta Londres acabasen sin el dinero que llevaban consigo gracias a la
habilidad de carteristas profesionales que sabían deslizar sus dedos por el
interior de las chaquetas y hacerse con las carteras. Pero la guía tampoco obviaba a
los pequeños pícaros que sabían hacer entretener la atención para, mientras tanto, sustraerle cualquier cosa de los bolsillos, maletas o bolsos.
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Otros de los personajes al que se debía tener una especial atención eran los timadores profesionales: unos tipos que sabían embaucar a
cualquiera y que acababan sacándole, bajo todo tipo de engaños, aquello que llevaba encima.
El libro contaba con una serie de prácticos consejos sobre
cómo comportarse y actuar para pasar desapercibido, no parecer un turista y no
llamar la atención de los rateros: andar de una forma que no delatase que era
un visitante que llegaba desde un entorno rural, la forma de vestir y el tipo de
ropas que debía llevarse, no preguntar por direcciones a cualquiera que
anduviera por la calle (pues era muy común que les dieran unas indicaciones falsas,
enviándolos a algún callejón donde esperaba algún compinche para robarles) y, por las
noches, sobre todo evitar hablar con alguna de las mujeres que se paseaban por las aceras
(pues se trataba de prostitutas que, en la mayoría de ocasiones, aprovechaban
para robar al pobre incauto que quedaba embelesado por los contorneos y
zalamerías de esas mujeres).
Parece curiosos pero, dos siglos después de la publicación
de esa útil guía, la mayoría de los consejos que allí se daban se podrían adaptar perfectamente a nuestros días.
Si es de vuestro interés, en el siguiente enlace, de dominio público, os podéis
descargar una copia en pdf (11 Mb) de la segunda edición (1819) de esta curiosa guía
para evitar que los turistas en Londres fuesen engañados o robados por los
carteristas: https://ia801409.us.archive.org/24/items/londonguidestran00lond/londonguidestran00lond.pdf
Fuentes de consulta: babel.hathitrust.org
/ publicdomainreview.org
/ mentalfloss
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