Los innumerables vínculos de colaboración entre el franquismo y los nazis
En 2017, el consistorio de la entonces alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, presentó una reestructuración del nomenclátor del callejero de la capital de España en la que se decidió eliminar una cincuentena de calles las cuales hacían alguna referencia o alusión directa a alguna persona, institución o acto vinculados a la dictadura franquista. A pesar de ser aprobado por mayoría en el pleno municipal (con abstención del Partido Popular) este cambio del plano madrileño, la extrema derecha presentó un recurso ante el Tribunal Superior de Justicia de Madrid y, cuatro años después, el TSJM ha fallado a favor de mantener dos de esas vías con su antiguo nombre (calles del ‘General Millán Astray’ y ‘Caídos de la División Azul’).
La primera señalando que el fundador de la Legión española, Millán Astay, no participó directamente en el alzamiento militar (aunque hay que tener en cuenta que sí apoyó a Franco durante toda la Guerra Civil y posterior dictadura). Sobre la ‘División Azul’, alude el mencionado tribunal que el contingente militar español que luchó durante la Segunda Guerra Mundial junto al Tercer Reich alemán contra el Ejército Rojo en el frente soviético, lo hizo por el nazismo y no como defensa del franquismo, motivo por el cual el cambio de nomenclatura de dichas calles no puede acogerse la entonces llamada ‘ley de Memoria Histórica’.
Este fallo del TSJM ha abierto un polémico debate en el que un gran número de historiadores, politólogos y expertos han mostrado su disconformidad, debido a que no se puede ni debe de separar el estrecho vínculo existente entre el nazismo y el franquismo, tanto en época de la IIGM, como a lo largo de las cuatro décadas de dictadura franquista e incluso en la actualidad, en la que ultraderechistas españoles han mostrado numerosa simbología nazi durante sus manifestaciones y concentraciones.
Y es que es un error histórico el intentar desligar ambos grupos ideológicos, como si de cosas diferentes se trataran, cuando hay suficientes demostraciones de los vínculos existentes entre ellos a lo largo de las últimas ocho décadas (sobre todo de colaboración mutua en el periodo de la Guerra Civil, la Segunda Guerra Mundial y durante los cuarenta años de dictadura), por lo que los historiadores encuentran totalmente injustificada y absurda la decisión tomada por el TSJM.
Y es que si echamos un vistazo a los libros de historia, entre las múltiples colaboraciones entre Franco y Hitler, no solo las encontramos que se realizaron en cuestiones bélicas o políticas, sino también de índole económico, destacando la creación, en 1938 (en plena Guerra Civil española) de ‘Sofindus’, acrónimo de la ‘Sociedad Financiera Industrial’ que consistía en un conglomerado de empresas hispano-germanas por la cual se intercambiaban diversos servicios entre ambos países (evidentemente en España era en las zonas controladas por el bando sublevado franquista) y en diversos campos empresariales. El germen de Sofindus fue una curiosa empresa fantasma llamada Sociedad Hispano-Marroquí de Transportes (y conocida por su acrónimo HISMA) creada el 31 de julio de 1936, tan solo dos semanas del inicio de la sublevación de los militares contra la II República. La creación de dicha sociedad fue llevada a cabo por Johannes Bernhardt (un alemán afín al nazismo) y en representación de los intereses españoles figuraba el militar retirado Fernando de Carranza Fernández de la Reguera.
Con este acuerdo empresarial, desde la Alemania nazi se ayudó a financiar y armar a los sublevados durante los años que duró la Guerra Civil y una vez concluida, y tras iniciarse la IIGM, desde el gobierno del dictador Franco se le proporcionó al Reich alemán, a través de Sofindus, toda la materia prima necesaria para fabricar el armamento con el que pretendían ganar el conflicto bélico. Sobre todo wolframio, un mineral empleado para endurecer las armas de combate, que era se extraía abundantemente en Galicia y Extremadura (entre otras regiones de España).
Tras finalizar la Guerra Civil, en abril de 1939, miles de españoles, fieles a la II República, decidieron huir del país, en busca de un futuro mejor y, sobre todo, intentando esquivar la férrea persecución que desde la dictadura franquista se instauró hacía toda aquella persona que no pensase igual que el régimen impuesto por el bando ganador. Muchos de ellos fueron a parar (sobre todo por la cercanía entre ambos países) pero la invasión del territorio galo por parte de Alemania (en mayo de 1940) y la posterior capitulación por parte del gobierno francés (25 de junio de aquel mismo año), provocó que los miles de exiliados españoles en aquel país empezaran a ser perseguidos tras aplicarse las leyes que los nazis ordenaban. Desde el gobierno franquista salió una singular y cruel petición: realizar la persecución y apresamiento de los exiliados republicanos y se le facilitó a las autoridades nazis al mando de la Francia de Vichy (colaboracionista con el Tercer Reich) los datos de miles de españoles que se encontraban en el país vecino y a quienes encerraron en varios campos de concentración. Se calcula que, de los más de 9.000 españoles encerrados por los nazis, se asesinó alrededor del 70 por ciento, lo que equivaldría a más de 6.000 víctimas mortales.
También hubo numerosa colaboración y apoyo del régimen franquista hacia los nazis huidos de Alemania tras finalizar la IIGM y caer el Tercer Reich. Hubo una notable presencia de destacados nazis en España, quienes llegaron a través de ODESSA (Organización de Antiguos Miembros de la SS) tras escapar de la justicia internacional. Las autoridades franquistas, dio cobijo y financiación a los principales cabecillas de la mencionada organización, con el fin de que pudiesen llevar a cabo el plan de escape de sus compatriotas nazis.
Bajo la dictadura franquista, España se convirtió en un lugar seguro y refugio para un gran número de personajes con un turbio pasado, provenientes de la Alemania nazi. Y es que para el gobierno de Franco era de vital y gran ayuda el contar con la presencia de personajes claves del Tercer Reich, siendo la mayoría de ellos fichados para ocupar puestos de responsabilidad (sobre todo como asesores) en empresas privada vinculadas con el gobierno español.
A mediados de la década de 1960 Otto Skorzeny (había estado en la cúpula de las SS durante el Tercer Reich alemán y había sido señalado, durante la IIGM, como ‘el hombre más peligroso de Europa’) fue uno de los impulsores de una organización paramilitar que se fundó como una agencia de seguridad privada y que fue llamada ‘Grupo Paladín’, entre sus fundadores (además del propio Skorzeny) se encontraban exmiembros de la cúpula nazi como Gerhard Harmut von Schubert.
El domicilio social de la agencia se encontraba en Alicante y aquel lugar se convirtió en punto de encuentros de numerosos personajes provenientes de la extrema derecha, tanto española como de otros países europeos e incluso americanos, entre ellos el coronel James Sanders, un oficial de Operaciones Especiales de la CIA estadounidense que dotó a la organización de las más avanzadas técnicas. En realidad el Grupo Paladín fue una empresa de servicios dedicada a la contratación de mercenarios con el fin de enviarlos a aquellos lugares en los que hubiese una importante presencia comunista e infiltrarse en organizaciones izquierdistas, reventar actos políticos y manifestaciones e incluso atentar contra algunos objetivos.
Lo relatado en este post tan solo es un pequeñísimo ejemplo de la larga y fructífera colaboración entre el franquismo y nazismo, algo que todavía existe en los actuales partidos y organizaciones ultraderechistas.
Fuente de la imagen: Getty Images
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