Tras el estallido de la Primera
Guerra Mundial, las autoridades militares del todavía Imperio Ruso se
dieron cuenta que un gran número de los soldados
de su ejército que eran enviados al frente padecían
de alcoholismo y frecuente era encontrárselos ebrios (tanto en las
trincheras, como lugares de campaña) en los momentos previos de entrar en
batalla.
Desde el gobierno zarista se quiso restringir, a partir de
1914, el acceso al alcohol, promulgando una Ley Seca que prohibía el consumo de alcohol a los soldados, la
venta al por menor de vodka y que este licor tan solo estuviese disponible para
su consumo (limitado) en restaurantes y establecimientos donde se sirvieran
comidas.
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Con la llegada de la Revolución de 1917, la posterior Guerra
Civil rusa y la transformación del país en la Unión Soviética, los diferentes gobiernos resultantes fueron
manteniendo las restricciones sobre el alcohol hasta que finalmente se levantó
el veto en 1925, algo de lo que se arrepentirían los gobernantes algunos años
después, tras aumentar vertiginosamente el número de alcohólicos en todos los
países que formaban parte de la URSS y que tuvo unas incidencias directas en el
crecimiento de la criminalidad.
Hubo un primer intento de retomar el control sobre el abuso con
el alcohol en 1929, mandando cerrar un gran número de cervecerías y tabernas y controlando
el consumo. Se puso en marcha una campaña de concienciación institucional a
través de varias publicaciones oficiales (una de ellas la revista ‘Sobriedad y cultura’) enviando mensajes a la sociedad sobre la
conveniencia de no excederse con las bebidas alcohólicas e intentando crear una
sociedad soviética con un estilo de vida saludable, motivo por el que se
fomentó la práctica de deporte y las artes culturales.
Tres décadas después, bajo la presidencia de Nikita Jrushchov y en pleno periodo de
Guerra Fría, desde el Kremlin se quiso volver a poner freno, en 1958, a los
desmanes alcohólicos de los ciudadanos, debido a que había vuelto a resurgir el
consumo masivo entre la población y muy especialmente entre los más jóvenes.
Se volvió a poner en marcha una ligera Ley Seca que persiguiera
y castigara el consumo excesivo de alcohol, la embriaguez en los centros de
trabajo (expedientando o despidiendo a aquellos empleados que acudieran
borrachos a trabajar), además de limitar las áreas de venta: no se podía servir
bebidas con cierta graduación en los alrededores de fábricas, escuelas y
cualquier institución de educación, hospitales e incluso en lugares donde se
celebrara algún acontecimiento multitudinario. También se prohibió la venta y
consumo de vodka en todos los
aeropuertos y estaciones de tren y autobús.
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La siguiente campaña de concienciación contra la embriaguez
entre la población soviética se realizó a partir de agosto de 1972 y bajo la
presidencia de Leonid Brézhnev. Se
endurecieron algunas de las normas y sanciones, se aumentó considerablemente el
precio del vodka y se fomentó un consumo saludable y moderado de vino, cerveza
y refrescos (en el tiempo en el que se tenía el convencimiento que ese tipo de
bebidas aportaban beneficios para la salud).
La campaña antialcohol iba acompañada por una serie de
carteles que empapelaban un gran número de calles. Era esencial concienciar a
la ciudadanía del daño que hacía el alcoholismo a las familias y la población
en general. Se iniciaron programas de rehabilitación en los que muchas personas
con problemas de embriaguez debían acudir obligatoriamente. Incluso para
aquellos que desoían los consejos y no aceptaban someterse a la desintoxicación
se les multaba e incluso detenía.
También se eliminaron escenas de películas en las que
aparecía alguien bebiendo alcohol, con el fin de no fomentar su consumo.
La última campaña contra el alcoholismo en la Unión
Soviética se llevó a cabo entre 1985 y 1990, bajo el mandato de Mijaíl Gorbachov. Dos meses después de tomar
posesión de su cargo, el nuevo presidente soviético quiso ser mucho más duro y
eficaz que sus predecesores.
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A pesar de todas las campañas antialcoholismo de las últimas
décadas, el dinero que el Estado recaudaba a través de los impuestos indirectos
que gravaban la venta y consumo de alcohol superaba con creces a lo recaudado a
través de la declaración de la renta.
Mijaíl Gorbachov volvió a echar mano de carteles de advertencia
sobre la peligrosidad del alcoholismo, se limitó todavía más los horarios y
lugares de consumo, se siguió aumentando el precio de ese tipo de licores y,
sobre todo, se realizó una campaña de concienciación mucho más profunda,
directa y efectiva que las anteriores.
Gracias a estas iniciativas descendió drásticamente el
número de alcohólicos en toda la URSS e incluso al propio Gorbachov se le
conoció durante un tiempo con el sobre nombre de ‘Mineral’nyi Sekretar’ (Secretario que bebe agua mineral) en lugar
del oficial ‘General’nyi Sekretar’ (Secretario
General).
Fuentes de consulta e imágenes: soviethistory
/ inpravo
/ mashable
/ fuel-design / captura Google images
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