Cuando hace un siglo ya estaba de moda conducir un coche eléctrico
En los últimos años la fabricación y venta de automóviles eléctricos se ha multiplicado de una manera vertiginosa, siendo el deseo de muchos gobiernos el poder tener dentro de unas décadas una mayor flota de vehículos ecológicamente sostenible frente a los que en la actualidad utilizan combustibles fósiles derivados del petróleo.
Pero no siempre los vehículos han tenido motores de combustión que han funcionado con carburante, sino que en los orígenes de la automoción ya se probó con los motores eléctricos, llegando a ponerse incluso de moda hace un siglo.
No se hacía por cuestiones medioambientales sino porque para aquel entonces todavía no se había impuesto el tipo de motor que funcionaba con carburante y el funcionamiento de esos autos con una batería de plomo (inventada en 1859) y la posterior mejora de las baterías hacia finales del siglo XIX facilitó la popularización de los coches eléctricos entre aquellos que podían permitírselo (el coste de esos autos era altísimo y solo estaba al alcance de quienes tenían un alto poder adquisitivo).
Evidentemente, los primeros modelos de coche eléctrico dejaban mucho que desear, teniendo la batería una autonomía de duración muy escasa, por lo que sólo podía utilizarse esos automóviles para realizar trayectos muy cortos (no más allá de una veintena de kilómetros seguidos), además de ir a una velocidad bajísima, por lo que recorrer una distancia de un centenar de podría llegar a durar hasta una semana (teniendo en cuenta la baja velocidad y el tener que ir parando cada poco rato para recargar la batería que necesitaba varias horas para volver estar operativa, además de las pocas y malas carreteras que existían en aquellos momentos).
A pesar de todos aquellos inconvenientes, el automóvil eléctrico alcanzó mucha popularidad en la segunda década del siglo XX y varios son los fabricantes que se decidieron a lanzar algún modelo. La ‘Anderson Carriage Company’ de Detroit (Michigan) fue una de las empresas pioneras en comercializarlos, calculándose que entre 1907 y 1939 llegó a fabricar alrededor de 13.000 unidades del ‘Detroit Electric’, uno de los modelos más populares y vendidos de la época en Estados Unidos (a partir de 1911 la empresa cambió su nombre comercial por el de ‘Anderson Electric Car Company’.
A inicios de 1920, la mejora de las baterías hizo que el ‘Detroit Electric’ llegara a alcanzar una autonomía de duración de alrededor de 100 kilómetros sin tener que recargar y que la velocidad máxima que podía alcanzar el vehículo fuese de 30 km/h. Hacia finales de aquella década algunos prototipos ya conseguían tener una autonomía de casi 300 kilómetros sin recargar.
Curiosamente, en 1911, la ‘Woods Motor Vehicle Company’ de Chicago puso en circulación un automóvil híbrido que funcionaba con batería eléctrica y motor a gasolina, teniendo un precio desorbitante y ofreciendo unas prestaciones que no llegaron a convencer a los usuarios, por lo que se convirtió en un fracaso comercial.
Pero la aparición y mejora del motor de combustión hizo que los vehículos a gasolina fuesen ganando terreno poco a poco, aunque al principio no tuvieron demasiada popularidad, imponiéndose finalmente a los eléctricos y copando el mercado a inicios de 1930.
Aunque en las siguientes décadas se fue intentando volver a poner en circulación los vehículos eléctricos, no fue hasta pasados cincuenta años (a inicios de 1980) cuando se retomó el proyecto y se ha ido invirtiendo un gran esfuerzo tecnológico y económico para que actualmente ese tipo de automóvil esté resurgiendo con fuerza y un siglo después vuelva a estar de moda.
Fuente de la imagen: The Library of Congress
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