Alfred Redl, el patriota que traicionó a su propio país

He de reconocer que me apasionan todas aquellas historias que tienen algo que ver con espías, traiciones y servicios de inteligencia. Son bastantes las entradas que hemos publicado en ¡QUÉ HISTORIA! y que tenían como protagonista a algún agente secreto y un apasionante y curioso relato tras él.

El personaje que he elegido en esta ocasión se podría catalogar como uno de los espías que trabajó como ‘agente doble’ y que más daño hizo a su país, a causa de la traición que cometió tras ponerse al servicio de una nación enemiga y cuya decisión le costó la vida a más de medio millón de sus compatriotas.

La historia se centra en los primeros años del siglo XX, en los que Alfred Redl comenzó a ocupar puestos de gran responsabilidad dentro del servicio de inteligencia del Imperio Austrohúngaro.

Su impecable trabajo y su celo a la hora de llevar a cabo las funciones de contraespionaje lo lanzaron hacia los puestos de mayor responsabilidad, llegando a alcanzar el de Jefe del Estado Mayor y, por lo tanto, máximo responsable del Servicio de Inteligencia Militar del país.

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Su labor para detectar espías que operaban dentro del territorio nacional y la puesta en marcha de férreos métodos de interrogatorio le proporcionaron una célebre fama de hombre duro e inflexible, consiguiendo sacar información privilegiada que fue de gran utilidad para su país.

A Alfred Redl se le atribuye ser el inventor del término ‘tercer grado’ aplicado a los interrogatorios en los que se utilizaba el dolor, físico o mental, para extraer confesiones o declaraciones y ser el que utilizó por primera vez un foco de luz durante los interrogatorios.

Pero, como todo ser humano, Alfred Redl tenía un punto débil, el cual descubrieron los agentes del servicio secreto ruso y con el que le chantajearon para que, a partir de aquel momento, trabajase como agente doble facilitando información confidencial al gobierno del Zar Nicolás II.

El gran secreto de Redl era su homosexualidad y su debilidad por los chicos jóvenes, con los que mantenía apasionados encuentros sexuales a escondidas. Teniendo en cuenta que todo esto ocurría en una época en la que ser homosexual estaba perseguido por la ley y penado con severos castigos, no le quedó más remedio que ceder al chantaje ruso y traicionar a su país.

Para contar con su lealtad y en previsión de que no se arrepintiese, el servicio de inteligencia del Imperio Ruso le pagaba grandes sumas de dinero, con las que comenzó a llevar una vida llena de lujos y excesos, muy por encima de cualquier otra persona de su rango.

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El asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria desencadenó la IGM (Wikimedia commons)

Eran los años previos al asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria, heredero al trono del Imperio Austrohúngaro, por lo que la cantidad de información que facilitó al enemigo fue vital para los acontecimientos que se desarrollaron a partir de 1914 en la Primera Guerra Mundial.

Alfred Redl se hizo con un patrimonio con el que contaba varias villas, casas, palacetes y una flota de lujosos automóviles de la época. Algo que comenzó a despertar la sospecha entre sus propios compañeros, quienes veían que llevaba una vida como si de un aristócrata se tratara.

Pero no existía ni una sola pista que hiciera sospechar sobre la traición que Redl estaba llevando a cabo, debido a que tanto la forma de transmitir sus informes a los rusos como la de recibir los pagos se realizaban con una meticulosidad extrema.

Al mismo tiempo que Alfred Redl iba pasando todo tipo de información de gran valor a los enemigos rusos realizaba una tarea encomiable en el contraespionaje de los servicios de inteligencia de su país, ganándose el respeto y admiración de sus superiores.

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Para hacer todavía más creíble su papel de férreo defensor de los intereses austrohúngaros comenzó a aplicar estrictas normas de control hacia sus propios conciudadanos en busca de espías camuflados entre la población, pero no fue consciente que eso mismo jugaría totalmente en su contra, debido a que la nueva ley por la que se suprimía el secreto de correspondencia fue determinante para ser descubierto como agente doble.

Todas aquellas cartas que se recibían desde el extranjero pasaron a ser examinadas por agentes del gobierno, en busca de textos cifrados y mensajes secretos. La sorpresa se la llevaron los funcionarios de la oficina postal de Viena cuando llegó un sobre con una cantidad significante de dinero y que iba dirigida a un apartado de correos. Al poco tiempo llegó otra carta de las mismas características y así sistemáticamente cada cierto tiempo. La suma de lo contenido en todos los sobres era una cantidad desorbitante para la época (unas 6.000 coronas austríacas en cada sobre, que hoy en día equivaldría a unos 8.000 euros).

Alguien iba regularmente a recoger el correspondiente sobre del apartado, por lo que se dispuso un operativo para descubrir quién era el destinatario de todo ese dinero y fue el 24 de mayo de 1913 el día en el que conocieron con estupor la verdadera identidad de la persona que había estado recibiendo esa pequeña fortuna.

La traición de Alfred Redl le costó la vida a más de medio millón de compatriotas (Wikimedia commons)

Ese día el propio Alfred Redl fue a recoger en persona el sobre a la oficina de correos de Viena y tras salir de allí fue seguido por los agentes dispuestos para descubrir la identidad del destinatario de las cartas. Algunas fuentes apuntan que iba en taxi y que los agentes no disponían de coche para seguirlo, pero que descubrieron que se alojaba en una suite del lujoso hotel Klomser.

Una vez descubierta la identidad se comunicó al alto mando militar austrohúngaro, quienes con estupor no podían creer que su Jefe del Estado Mayor fuese el topo que había estado enviando información secreta a sus enemigos rusos y serbios. Las órdenes fueron muy claras: ‘el traidor debe morir’.

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Redl fue visitado por unos agentes en la habitación del hotel y tras verse descubierta su traición pidió el arma reglamentaria a uno de ellos, con la que se quitó la vida pocos minutos después.

A partir de aquel momento la figura de Alfred Redl se convirtió en la más despreciada de todo el Imperio Austrohúngaro, debido a que su transmisión de informes al enemigo facilitó devastadores acontecimientos bélicos contra los intereses de la nación y con unos nefastos resultados que costó la vida a más de medio millón de ciudadanos del que había sido su país.

Fuente: historytoday