Un macabro crimen de 1924 fue el que originó el uso de guantes de goma en las investigaciones policiales

Estamos acostumbrados a ver, a través de las series de televisión y las películas, el típico ritual que realiza la policía de ponerse unos guantes al llegar a la escena de un crimen. Deben tocar objetos e incluso los restos mortales, por lo que el uso de esos guantes evita que dejen sus propias huellas e incluso borren sin querer alguna pista que les pueda conducir a descubrir al asesino.

Pero el origen de la utilización de guantes por parte de la policía no se produjo por los motivos que acabo de señalar, sino que fue a raíz de un macabro y espeluznante asesinato cometido en 1924 y por el que los agentes de la Scotland Yard que intervinieron hicieron llegar una queja a sus superiores, tras tener que tocar con sus manos los trozos desmembrados de una mujer que había sido descuartizada y cuyos restos fueron escondidos por diversos lugares.

La víctima se llamaba Emily Beilby Kaye, tenía 37 años y trabajaba como mecanógrafa. A su edad no creía que podría encontrar a un hombre con el que casarse y entablar una relación formal de pareja, por lo que, cuando se cruzó en su vida el apuesto y atractivo Patrick Herbert Mahon, cayó rendida a sus pies, enamorándose perdidamente.

En realidad él era un hombre casado, mujeriego empedernido y que a lo largo de su vida había destacado por un buen número de robos y estafas que había cometido.

Tras conocerse, Patrick le prometió escaparse con a ella e irse a vivir juntos a Sudáfrica. Emily lo creía a pies juntillas y nada le hacía pensar que todo lo que él le decía eran burdas mentiras con el propósito de engañarla y sacarle todos sus ahorros.

Para llevar a cabo sus planes decidieron pasar juntos un fin de semana en un romántico bungalow en el condado de Sussex (sudeste de Gran Bretaña).

Centenares de curiosos se acercaron hasta Sussex durante el registro del bungalow (eastbournecousins)

El 17 de abril de 1924, Emily recibió un giro telegráfico con 4 libras y una nota de Patrick en la que le indicaba que, tal y como habían quedado, ese fin de semana se encontrarían, instándola a tomar un tren, cuyo billete costeaba él, motivo por el que le mandó el dinero.

Poco se sabe de lo que ocurrió en aquel bungalow durante el encuentro entre ambos amantes. Simplemente Emily desapareció y dejó de acudir a su puesto de trabajo. Patrick llevaba su vida normal junto a su mujer, hasta que un despiste por parte de él puso al descubierto el atroz asesinato que cometió.

En uno de los bolsillos de su chaqueta tenía el resguardo de la consigna de la estación de Waterloo, siendo encontrado por su propia esposa, algo que llamó la atención de la señora Mahon, quien decidió acercarse hasta allí y averiguar qué era lo que su marido guardaba allí.

Con estupor pudo comprobar que lo que contenía la bolsa era un cuchillo de grandes dimensiones junto a ropa de mujer, todo ello ensangrentado. Lo puso en conocimiento de las autoridades y estos decidieron esperar a que el propio Patrick fuese a recoger el paquete para detenerle e interrogarle sobre el origen del vestido y la sangre.

Y fue algo que no tardó en hacer. El 2 de mayo, Patrick Mahon se dirigió a recoger el paquete en la consigna y fue interceptado por unos agentes de paisano que allí lo estaban esperando desde hacía varios días.

En un principio dijo que la sangre pertenecía a carne que había comprado para dar de comer a unos perros abandonados, pero tras el interrogatorio confesó su encuentro amoroso con Emily y relató que, tras una acalorada y típica discusión de pareja, ella cayó al suelo, con la mala fortuna de golpearse la cabeza y fallecer al instante.

Un ataque de pánico lo llevó a decidir desmembrar el cuerpo y esconderlo por diferentes lugares del bungalow (un baúl, cajas de galletas, sombrereros, otros restos fueron quemados en la chimenea…)

A excepción de la cabeza (que jamás fue encontrada) el cuerpo de Emily fue cortado en un total de 37 trozos, los cuales tuvieron que ser reunidos por los miembros de la policía que investigó el caso. Muchos de ellos declararon que aquel era el crimen más repulsivo con el que se habían encontrado en sus carreras.

El testimonio de un comerciante fue clave durante el juicio, ya que aseguró que Patrick Mahon le había comprado una sierra y el cuchillo varios días antes a la fecha en que se cometió el atroz asesinato, algo que sirvió para demostrar la premeditación del crimen, declarándolo culpable y condenándolo a la pena de muerte.

El 2 de septiembre de ese mismo año, Patrick Herbert Mahon fue ejecutado por la autoría del «asesinato más cruel, repulsivo y cuidadosamente planeado”, según palabras del propio juez que lo juzgó y condenó.

Fuentes: eastbournecousins / murderpedia / trove