Nova Barcelona: la fracasada nación catalana en el exilio que en el siglo XVIII crearon en los Balcanes

Tras la Guerra de
Sucesión española
y la posterior aplicación de los conocidos ‘Decretos de Nueva Planta’ promulgados entre 1707 y 1716 por el nuevo rey Felipe V, con las que se pretendía acabar
con las leyes y estatus propio de aquellos territorios que habían tomado
partido durante la guerra en el bando austracista apoyando al otro aspirante al trono de
España (el archiduque
Carlos de Austria).

Dicho decretos afectaba
directamente a los reinos
de Aragón, Valencia y Mallorca así como al Principado de Cataluña
,
provocando que un importante número de habitantes de todos estos territorios
decidieran exiliarse fuera de España antes que tener que someterse a las leyes
del nuevo monarca y, sobre todo, represión política.

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El flujo migratorio de
exiliados fue principalmente de ciudadanos catalanes, sobre todo porque las
nuevas leyes borbónicas (absolutistas) eran especialmente duras con éstos dejándolos
desprovistos de su identidad propia como pueblo (cultura, costumbres, fueros y
lengua).

Es imposible saber a
ciencia cierta el número exacto de personas que decidieron exiliarse a partir
de 1716 pero según cálculos de algunos historiadores los sitúan en alrededor de
unos cinco mil (hay quien incluso da una cifra algo más elevada).

El destino de los
exiliados fue principalmente a territorios bajo dominio de la Casa de Austria como
los reinos de Nápoles, Austria o Hungría, el Ducado de Milán, los Países Bajos
o las islas de Cerdeña y Sicilia. Ahí echaron raíces a lo largo de los siguientes
años, adaptándose perfectamente a sus nuevos lugares de acogida.

Pero dos décadas después
de iniciarse este éxodo masivo un grupo de exiliados que habían ido a parar a
Nápoles y Sicilia tuvieron que huir de su nueva patria debido a la reconquista
de esos lugares llevada a cabo por el Reino de España.

Un gran número de éstos
huyeron hacia Viena y desde ahí aproximadamente a ochocientos refugiados
(catalanes e italianos) los desviaron a finales de 1734 hacia una región de los
Balcanes conocida como ‘Banato de
Temesvár’
que en aquellos años pertenecía al Reino de Hungría –bajo dominio
austriaco- y actualmente se encuentra dentro de Serbia.

Este nuevo asentamiento
de colonos (sobre todo catalanes) y de apenas un kilómetro de largo, recibió
inicialmente el nombre de ‘Carlogaben’
en honor al archiduque Carlos de Austria y en aquellos momentos emperador
del Sacro Imperio Romano-Germánico
(además de otros innumerables títulos).

Era una estudiada estrategia
del Archiducado de Austria con el fin de reforzar toda la región balcánica
fronteriza con los territorios otomanos, ante un previsible intento de ataque
turco.

Recién iniciado 1735 los
residentes en la nueva colonia de Carlogaben, a orillas del río Begej (afluente
del Danubio) decidieron rebautizarlo con el nombre de ‘Nova Barcelona’, con la intención de que ese lugar se convirtiera
en una micronación catalana en el exilio.

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Cabe destacar que los
fundadores de Nova Barcelona en su mayoría eran personas de una edad adulta y
que habían salido veinte años atrás de la persecución a la que los habían
sometido los borbónicos en Cataluña.

Muchos de ellos apenas
se encontraban en perfectas condiciones y el hecho de haber tenido que salir
huyendo de Nápoles y Sicilia y volver a dejar sus casas y vidas ya establecidas
en esos lugares (muchos de ellos con negocios que tuvieron que abandonar) mermó
en sus estados de ánimo y salud.

Durante los tres
siguientes años se trabajó para hacer próspera a Nova Barcelona (creando
empresas textiles de seda) pero el desánimo de gran parte de la población y el inestable
clima de la región no ayudaban demasiado a la ansiada prosperidad.

Pero dos hechos fueron
determinantes para que, a mediados de 1738, la nueva colonia, que pretendía ser
una micronación catalana en los Balcanes, acabase desapareciendo: una epidemia
de peste que afectó a gran parte de la población y la ocupación del ejército del
Imperio Otomano de toda aquella región durante la guerra
austro-turca (1735-1739)
.

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Casi tres siglos después
poco queda en aquella región como recuerdo del paso catalán por los Balcanes,
pero lo más destacado son los frondosos árboles de moreras plantados allí para
alimentar los gusanos que proporcionaban la seda con la que confeccionaron los
tejidos.

Fuentes de consulta e
imagen: Hemeroteca
La Vanguardia (pdf)
/ abc
/ revistabalcanes
/ ireneu
/ miguelgarciavega