Los violentos disturbios de 1865 en Leeds a causa de una condena por robar grasa animal

Desde hace muchos siglos, en la cocina tradicional británica se ha utilizado grasa animal para elaborar numerosísimos platos. En la mayoría de
históricas recetas se describe el uso del sebo que se ha obtenido tras el asado
de una animal (ternera, cerdo…). La grasa que chorrea es conocida como ‘dripping’ (que vendría a traducirse
como ‘goteo’) y posteriormente se
aplica a otros platos, así como para elaborar una especie de manteca que se ha
estado sirviendo, como desayuno, untada en pan (con una pizca de sal y
pimienta).

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Desde hace aproximadamente un par de décadas, el dripping ha caído
en desgracia en muchas cocinas británicas, debido a que son muchos los expertos
y nutricionistas que han desaconsejado el uso de esa grasa de origen animal y
ha sido sustituida por margarina o aceites vegetales (como el de oliva o
girasol).

Esto hubiese sido impensable varios siglos atrás, debido a que
formaba parte de la cultura culinaria de Inglaterra.

Incluso, estaba tan arraigado el uso de esa grasa que se llegó a crear un auténtico mercado negro
alrededor de la misma, debido a que no todas las personas tenían posibilidad de
obtenerla.

Eran las clases más pudientes o aquellos granjeros que poseían
animales quienes tenían más posibilidades de obtener el dripping y el que se
vendía en los mercados solía tener un precio algo elevado.

Por tal motivo, la picaresca llevó a algunas personas a intentar
beneficiarse, cuando estaban en contacto con algún asado animal, cogiendo parte
del goteo para llevárselo y revenderlo.

Esto es lo que llevó a cabo Elisabeth
Stafford
(llamada familiarmente Eliza), quien trabajaba como cocinera del
cirujano y juez de paz Henry Chorley.

A principios de 1865 el señor Chorley pilló a su empleada cogiendo parte del goteo de un asado y
tras interrogarla se enteró que llevaba haciéndolo un tiempo y que aprovechaba
para venderlo y así ganarse unos peniques. Ella argumentó que lo que hacía no
era ningún delito, debido a que era práctica habitual que las cocineras se
llevaran las sobras de las diferentes comidas.

Por su parte, Henry Chorley señaló que el goteo de los asados no
era ninguna sobras, sino que se trataba de un producto que se reaprovechaba en
el cocinado de otros platos e incluso para el desayuno de los miembros de la
familia.

Por tal motivo, decidió denunciar a Eliza ante las autoridades, acusándola
de haberle robado.

La influencia que tenía el señor Chorley hizo que el juicio se
celebrara pocos días después (el 23 de enero de 1865) y el magistrado que
presidió la vista dictaminó que la acusada era culpable, condenándola a un mes
de prisión.

La noticia del juicio y condena recibida por Eliza Stafford comenzó a circular por
la ciudad de Leeds, organizándose a lo largo de los siguientes jornadas algunas
protestas callejeras, las cuales,
según iban pasando los días iba creciendo en número de asistentes y de
indignación de los allí presentes.

Algunas de aquellas protestas se realizaban frente a al
domicilio de Henry Chorley, donde los manifestantes vociferaban consignas
contra él y lanzaban algunas bolas de nieve.

A las 9 de la mañana del 22 de febrero era el día y hora que
estaba anunciada la salida de prisión de Eliza, pero las autoridades, sabiendo
que se reuniría una muchedumbre frente al edificio penitenciario de Armley,
había decidido darle la libertad un par de horas antes, con la condición de que
debía marcharse de la ciudad en dirección a Scarborough (población en la que
residía su hija).

Los congregados (aproximadamente unos 15.000), frustrados ante
la imposibilidad de ver la salida de Eliza comenzaron a armar una serie de
revueltas callejeras que acabó con un buen puñado de heridos. Cerca de 700
manifestantes se dirigieron hacia la vivienda del señor Chorley, donde esta vez
le lanzaron piedras, en lugar de bolas de nieve.

La policía tuvo que intervenir para dispersar a los
manifestantes y durante la carga uno de ellos resultó herido, falleciendo poco
después en el hospital.

Hubo un gran número de detenidos, pero los jueces quisieron ser
indulgentes con ellos, con el fin de no aumentar la ira de la población. Tan
solo uno fue condenado a una semana de prisión (acusado de graves desórdenes,
destrozos e intento de agresión a la policía) y al resto le cayó una sanción en
forma de multa económica.

Así fue como un simple hurto de grasa animal por parte de una
cocinera y la denuncia interpuesta por su empleador, provocó unos graves
disturbios en la ciudad de Leeds. Curiosamente, de la vida posterior de Eliza Stafford
no existe ni una sola noticia más.

Fuentes de consulta e imagen: secretlibraryleeds
/ yorkshirereporter
/ historic-uk

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