El inventor que aseguró haber creado un combustible para coches a base de agua que resultó ser un engaño

En las últimos tiempos muchas son las propuestas que se están haciendo para encontrar algún tipo de combustible para coches que sustituya a la gasolina y el gasoil, no existiendo un gran consenso sobre cuáles son los más eficaces y, sobre todo, limpios con el medio ambiente, siendo la alternativa por la que más fabricantes han apostado es por los motores eléctricos, aunque en la actualidad un gran número de automóviles de nueva fabricación son híbridos (combinando el motor eléctrico y el de combustión). Las alternativas a los hidrocarburos provenientes del petróleo y que más se están utilizando en los nuevos modelos son el gas natural, etanol, hidrógeno, propano o el biodiesel (pos citar unos pocos).

Pero el afán de encontrar un sustituto barato, eficaz y ecológico a los derivados del petróleo no es algo reciente, encontrándonos que varias décadas atrás ya hubo quien presentó alternativas (como el motor de agua de inventor español Arturo Estévez Varela de inicios de 1970, del que ya os hablé en otro post, y que resultó ser un fraude).

Este no fue el primero ni único engaño sobre el tema, pudiéndonos encontrar que hace poco más de un siglo ya hubo quien quiso hacerse millonario con el negocio del combustible alternativo a la gasolina y que también resultó ser un estafador (curiosamente, estuvo a punto de engañar al mismísimo magnate automovilístico, Henry Ford).

En abril de 1916, Louis Enricht, un inventor estadounidense de origen alemán de 72 años de edad, convocó a la prensa neoyorquina para asistir a una sorprendente demostración que tendría lugar en la población de Farmingdale (en Long Island, al sureste de Nueva York).

Durante la mencionada rueda de prensa, Louis Enricht explicó a los periodistas que había inventado una mezcla que se convertía en un eficaz combustible y que podía hacer funcionar cualquier motor de combustión poniéndole tan solo unas pocas gotas de su creación a unos litros de agua.

Lo mostraba como un invento revolucionario, realizando una demostración ante todos los presentes. Para ello, pidió que varios periodistas hicieran de testigos y les dio a probar el agua que tenía en una garrafa, pudiendo comprobar estos de que se trataba de simple líquido elemento. Posteriormente echó el contenido de una cápsula (que era de color verde) dentro de varios litros de agua y dicha mezcla la incorporó en el depósito de un automóvil (el cual, previamente, había sido inspeccionado por la prensa para comprobar que estaba vacío y no había rastro de gasolina en su interior).

A continuación, Louis Enricht subió en el coche y arrancó el motor, poniéndose en marcha y realizando un pequeño circuito con algunos de los periodistas montados y otros que lo siguieron caminando tras de él.

Aquella demostración fue todo un éxito y en los siguientes días numerosos los artículos que se publicaron en la prensa, alabando el invento de Louis Enricht.

El inventor había indicado que guardaba con gran secreto la fórmula de la mezcla y que solo se la comunicaría a aquel inversor que estuviese dispuesto a pagar una generosa suma. Además, remarcó que el precio de dicho combustible creado por él era sumamente económico, ya que costaba apenas un centavo cada cuatro litros aproximadamente (en realidad, un galón estadounidense que son 3,78 litros).

Para salvaguardar su secreto (e integridad física) Louis Enricht portaba un revolver en el cinto, debido a que estaba seguro que podría haber algún delincuente que podría intentar robarle la fórmula magistral de la mezcla.

En los siguientes meses recibió numerosos mensajes por parte de empresarios y millonarios que estaban interesados en una posible inversión de capital en el invento, siendo uno de los más interesados el magnate de la industria de la automoción, Henry Ford, pero parece ser que no acabaron de llegar finalmente a ningún acuerdo.

Enricht indicó que la oferta de Ford estaba muy por debajo de sus pretensiones económicas y que, además, no querría compartir la patente (siendo esta una de las exigencias del inventor). Por su parte, el fabricante de coches indicó que rompió las conversaciones con el inventor tras comprobar que la supuesta mezcla, que se convertía en combustible al mezclarse con agua, era un fraude.

Muchos son quienes se interesaron por invertir en el invento y finalmente ninguno lo hizo y la razón fue porque, evidentemente, el combustible de Louis Enricht era un engaño.

La desesperación del inventor, por conseguir un inversor que le comprara su invento, fue tal que incluso llegó a anunciar que se los vendería al gobierno del Imperio alemán (teniendo en cuenta que en aquellos momentos se estaba llevando a cabo la Primera Guerra Mundial y que los Alemania era el gran enemigo de Estados Unidos, que acababa de incorporarse al conflicto bélico).

Tras este anuncio, en 1917, un tribunal de Nueva York prohibió a Louis Enricht revelar el secreto de la supuesta fórmula. El no poder seguir lucrándose, ya que llegó a recibir algunas importantes cantidades de dinero de inversionistas para que desarrollara el combustible, hizo que pusiese en marcha otros supuestos inventos, como un gas extraído del material orgánico conocido como ‘turba’, engañando a nuevos inversores que acabaron denunciándolo ante la justicia y yendo a parar a la prisión en 1922 para cumplir una condena de siete años.

Tan solo pasó dos años en la cárcel, pues se le concedió la libertad provisional debido a su avanzada edad (78 años) y su delicado estado de salud (falleció un año después).

Jamás se supo cuál era la fórmula magistral del invento de Louis Enricht, llevándose el secreto a la tumba sobre cómo consiguió poner en marcha y hacer funcionar el motor de un automóvil con aquel líquido verde que mezcló con el agua.

Fuentes de consulta e imágenes: chroniclingamerica / nytimes (pdf) / timesmachine (pdf) / History’s Greatest Deceptions and Confidence Scams (Google books) / rfcafe

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