Desde hace unos años no hay mensaje que se envíe a través de
las redes sociales el cual no se acompañe con algún tipo de ‘emoji’
(vistosos emoticonos que representan estados de ánimos, situaciones, lugares o cosas).
Tal y como lo conocemos hoy en día, el diseño de los emojis son
obra del diseñador japonés Shigetaka Kurita,
quien los creó a finales de la década de 1990 mientras trabajaba para la empresa
de telefonía NTT DoCoMo, quedando
los derechos y patente del mismo para estos y, por lo tanto, no ganando dinero
por el diseño del mismo (que por otra parte ha hecho ganar millones en todos
estos años a la compañía nipona).
Pero lo curioso del caso es que el ilustrador japonés se
inspiró claramente en otro diseño que había sido creado en Estados Unidos tres
décadas antes: el ‘smiley’ (aunque
él negó esto y declaró que su fuente de inspiración fueron los dibujos manga,
los caracteres chinos y el arte callejero).
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Y es que el smiley fue creado en 1963 por el diseñador
gráfico Harvey Ball quien recibió
ese año un encargo por parte de la empresa aseguradora ‘State Mutual Life Assurance Company’, que tras hacer una fusión de empresas
querían realizar una campaña con la que subir los ánimos de sus empleados, ya
que (como es habitual en estos casos) muchos de los trabajadores temían perder su empleo.
Los directivos de la
aseguradora pidieron a Harvey Ball algún dibujo con el que ilustrar los
trípticos informativos y el diseñador les presentó uno que representaba una simpática cara redonda sonriente de color amarillo. Gracias a su sencillez fue del agrado inmediato de los
responsables de la ‘State Mutual Life Assurance
Company’ quienes vieron grandes posibilidades para ese smiley, mandando
fabricar un centenar de chapitas que fueron repartidas entre todos sus
empleados.
Por el trabajo de dicho diseño, Harvey
Ball cobró un total de 45 dólares (que, al cambio, hoy en día rondarían los 400$).
Las chapitas fueron un éxito, convirtiéndose en todo un
emblema de la empresa y muchos eran los clientes de la compañía aseguradora que
solicitaban una de esas chapas que llevaban en la solapa los comerciales con
los que firmaban sus pólizas de seguros, por lo que se realizaron muchísimas
más, ya no solo para regalar sino también para vender.
Se calcula que en tan solo una década el volumen de chapitas
con la cara sonriente que la empresa State
Mutual Life Assurance Company repartió y/o vendió alcanzaron los 50
millones en los Estados Unidos.
Pero ahí no queda la cosa, ya que a nadie se le había
ocurrido registrar y patentar el ‘smiley’ (ni tan siquiera a Harvey Ball o a
ningún responsable de la empresa aseguradora)
y recién empezada la década de 1970 varias fueron las personas y
empresas que (sin tener nada que ver con el diseño original) empezaron a
beneficiarse de ese vacío legal existente sobre la famosa ‘carita sonriente’ y decidieron hacer negocio con ella.
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Por un lado el periodista argelino (residente en Francia) Franklin Loufrani decidió utilizarlo
para destacar las buenas noticias que se publicaban en el diario ‘France Soir’ donde trabajaba y para
ello registró el diseño para Europa a través de la empresa que fundó, ‘Knowledge Management International’, y con la que, actualmente, gana
alrededor de cien millones de euros anuales.
Por otra parte también fueron hábiles en registrar y
comercializar el diseño los hermanos Bernard
y Murray Spain (originarios de Filadelfia), quienes asociaron a la carita
sonriente la frase ‘Have a
happy day’ que, desde
entonces, es común encontrarla impresa junto al smiley en camisetas,
gorras, tazas y un sinfín de artículos cuyas ventas los hicieron multimillonarios.
A lo largo del último medio
siglo infinidad han sido las demandas y juicios que se han llevado a cabo reclamando
sobre los smiley, moviéndose millones que han ido de un lado al otro, pero si
hay alguien que no se hizo multimillonario con el diseño fue su creador Harvey
Ball (fallecido en 2001 a los 80 años de edad).
Fuente de la imagen: Wyatt Fisher
(Flickr)
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