Media docena de cosas de uso cotidiano que fueron inventadas por mujeres

Numerosísimas son las cosas de todo tipo y de uso común y
cotidiano que utilizamos y en cuyo origen e invención hay la creatividad e
ingenio de una mujer.  Por tal razón en
el post de hoy del ‘Cuaderno
de Historias’
quiero hablar de los logros de media docena de inventoras que
ayudaron a facilitarnos nuestro día a día.

Marion Donovan y los
pañales desechables

Hasta mediados del siglo XX todas las amas de casa de la
historia tuvieron que ingeniárselas como pudieron a la hora de poder mantener
el trasero de sus bebés limpios y secos. El hecho de tener que ir cambiándolos
cada pocas horas y lavar continuamente los paños de tela era un farragoso
trabajo y más teniendo en cuenta que hasta entonces tampoco tenían acceso a las
lavadoras automáticas. Otro de los problemas de ese tipo de pañales era que con frecuencia dejaban
traspasar los orines y heces, por lo que también acababan manchadas las sabanas
de las cunas.

En 1946, Marion
Donovan
, una emprendedora ama de casa estadounidense de 29 años de edad,
quiso solucionar ese problema ideando un tipo de pañal de tela que iba recubierto
de una capa exterior que evitaba las fugas (realizada con tela de nailon
obtenida del excedente de paracaídas tras finalizar la IIGM). Tres años después
presentaba la patente (que le fue aprobada en 1951) y rápidamente le llegó una
oferta por un millón de dólares (al cambio actual rondaría los diez millones).

Pero ahí no acabó su empeño creativo por crear un pañal
ideal, poniéndose a trabajar en otro modelo más avanzado y que además en lugar
de llevar el interior de tela este fuese de algún otro tipo de material
totalmente absorbente y además desechable, utilizando para ello varias capas de
celulosa. Tardó casi una década en terminar y perfeccionar el pañal cuya
función fuese de ‘usar y tirar’, logrando vender su idea a la empresa Procter
& Gamble y apareciendo en el mercado los pañales desechables.

Cabe destacar que el ingenio creativo de Marion Donovan la
llevó a presentar a lo largo de su vida una veintena de patentes de diferentes
inventos en las siguientes cuatro décadas.

Melitta Bentz y la
cafetera de filtro

Hasta inicios del siglo XX una de las formas más comunes de
preparar un café era colocando éste ya molido dentro de un colador (normalmente
de tela) y filtrarlo echando el agua hirviendo por ahí. El problema radicaba a
que era frecuente que algunos posos traspasaran y acabasen dentro de la bebida,
dándole amargor a la misma (además del posterior trabajo de tener que limpiar
el colador con el café húmedo y apelmazado para un siguiente uso).

Fue la alemana Melitta
Bentz
(de 35 años de edad) a quien se le ocurrió buscar una solución
inventando un filtro de café desechable
a cada uso y que era lo suficientemente resistible y poroso para permitir dejar
traspasar el agua hirviendo y que, además, no se deformaría. El 20 de julio de
1908 presentó la patente de su invento y para finales de ese año creaba una
empresa familiar (que ella misma dirigiría) que llamó ‘Melitta’ (como su propio nombre) y que con el paso de los años se
convirtió en una de las más importantes del sector (de hecho, el tipo de café
realizado con filtro es comúnmente conocido y llamado de ese modo).

Mary Anderson y el
limpiaparabrisas

Los primeros automóviles no llevaban limpiaparabrisas y, cada vez que llovía o nevaba, el conductor
debía ir parando cada poco tiempo, bajarse del auto y limpiar o secar
manualmente para poder ver bien durante la conducción. Este es un detalle del
que se fijó Mary Anderson en el
invierno de 1902 mientras paseaba por las calles de Nueva York en un día en el
que estaba cayendo una nevada.

Provenía de un entorno rural, donde apenas había automóviles
y el ver a los conductores tener que parar, bajar y limpiar (entre ellos el del
tranvía en el que iba montada) le dio una idea que empezó a desarrollar tras
regresar a Alabama (donde residía con su madre y hermana). Tenía un pequeño
capital que había heredado tras el fallecimiento de una de sus tías y decidió
invertirlo en crear un artilugio que limpiase los parabrisas sin tener que
abandonar el vehículo.

El 18 de junio de 1903 presentaba
el diseño de su invento en la oficina de patentes y cinco meses después esta le
era concedida para un periodo de 17 años. En 1908 el magnate automovilístico Henry Ford sacó su famoso modelo ‘Ford
T’ (el más popular de su época) que llevaba incorporado de serie el
limpiaparabrisas inventado por Mary Anderson.

Martha Coston y las bengalas de señales
marítimas

Hoy en día no hay
embarcación náutica que no lleve unas bengalas
luminosas
con el fin de realizar señales de aviso de socorro en caso de
necesidad, pero no fue hasta entrados en la segunda mitad del siglo XIX cuando ese
sistema de socorro fue creado.

Curiosamente el sistema de
salvamento marítimo fue inicialmente empezado a idear por un joven inventor de
Baltimore (Maryland) llamado Benjamín
Franklin Coston
, pero el repentino fallecimiento de este llevó a su
viuda, Martha, a intentar finalizar el proyecto de su malogrado esposo, las
cuales se basaban en una señales luminosas que solo funcionaban por la noche y
que se realizaban desde una especia de farol que había que llevar en la
embarcación.

Martha Coston enseguida se dio cuenta que lo desarrollado por su difunto
esposo era insuficiente y comenzó a trabajar en desarrollar un mejor y más
eficaz método de aviso de socorro marítimo y la inspiración le vino en 1858, durante
una celebración a la que asistió en Nueva York, donde se lanzaron fuegos
artificiales. Un año después presentaba la solicitud de patente de un artilugio
que había inventado y que se basaba en lanzar una señal (pirotécnicamente) que iluminaba
el cielo y permitía localizar alguna embarcación a la deriva o en peligro. En 1860
la marina de los EEUU incorporó esas bengalas
de señales marítimas
a todos sus barcos.

Josephine Cochrane y el lavavajillas

Lavar los platos no es una
tarea doméstica que guste hacer a cualquier persona y menos cuando se tiene
familia numerosa, por lo que el uso de un lavavajillas facilita mucho el
trabajo, además de ahorrar muchísimo tiempo.

Lo curioso de este aparato
es que su inventora (Josephine Cochrane)
no lo desarrolló con la intención de ahorrarse tiempo y trabajo, debido a que
ella no lavaba ni un solo utensilio culinario no se encargaba de las tareas domésticas
de su hogar, pues era la esposa de un adinerado político del estado de Illinois
y tenían personal de servicio trabajando para ellos.

Lo que llevó a Josephine
Cochrane inventar un lavaplatos, en 1866,
fue el temor que sentía ante la posibilidad de que su empleada de hogar
rompiese alguna pieza de su carísima vajilla de porcelana china a la hora de
lavarla y ante el miedo de la posible torpeza de la trabajadora, ideó un
sistema en el que los platos se pudieran lavar fácilmente y sin correr ningún
peligro. Por tal motivo ideo un artilugio cilíndrico donde se colocaban las
piezas de menaje y de le iba dando vueltas manualmente con una manivela
mientras entraba el agua o jabón por unas oberturas laterales incorporadas. Era
un muy rudimentario lavavajillas,
pero que fue el primer paso para la aparición de sistemas más sofisticados y
automatizados, tal y conocemos hoy en día.

Bette Nesmit Graham y el corrector líquido

Hoy en día, gracias a los
avances tecnológicos y al uso informático, está prácticamente en desuso el
corrector líquido (conocido popularmente como Tipp-ex, su marca comercial) pero
durante la segunda mitad del siglo XX fue uno de los materiales de oficinas más
utilizados y demandados.

En una época en la que todos
los informes y documentos debían ser mecanografiados, el cometer un error se
convertía en un gran inconveniente, debido a que dependiendo de la importancia u
oficialidad de aquella hoja no podía presentar tachones o borraduras realizadas
a mano.

En 1956, Bette Nesmit Graham llevaba trabajando
como secretaria en el Texas Bank and Trust y muchas habían sido las ocasiones
en las que había tenido que repetir de nuevo un documento mecanografiado por
culpa de una falta ortográfica o un error. Por tal motivo empezó a idear algún
tipo de corrector que disimulase cualquier fallo y en el que se pudiera
escribir nuevamente encima sin tener que empezar de nuevo.

Se le ocurrió crear una
especie de pasta casera a base de pintura blanca y gracias a la ayuda de la
profesora de química de la escuela de su hijo acabó desarrollando un corrector líquido
que bautizó como ‘Liquid Paper’ y
que comercializó ella misma a través de una empresa que creó (ninguna empresa
quiso comprarle inicialmente la patente la cual vendió dos décadas después, en
1979).

Curiosamente, el corrector
líquido pasó a ser conocido popularmente como ‘Tipp-ex’, que es el nombre de la empresa alemana que adquirió los
derechos de comercialización del producto en Europa.

Fuente de las imágenes: Wikimedia commons

Más historias que te pueden interesar: