La misteriosa desaparición que originó la costumbre de poner la foto de niños en los cartones de leche

Actualmente, cuando un niño (o cualquier persona) desaparece
misteriosamente, en cuestión de poquísimas horas su fotografía junto a la
descripción ya se ha compartido por todo el planeta a través de las redes
sociales.

Pero hace unas décadas, cuando internet no había hecho
aparición todavía de modo doméstico, era muy complicado poder hacer saber a un
barrio, ciudad o país que alguien ha desaparecido y que se necesitaba la
colaboración ciudadana para poder encontrarlo.

La desaparición de Etan
Patz
, un pequeño de seis años de edad, el 25 de mayo de 1979, hizo cambiar
las cosas y a través de la lucha infatigable de sus padres (que jamás lograron
dar con él) se consiguió que los métodos para difundir cualquier extraña e
inesperada ausencia se agilizaran y, sobre todo, llegaran a muchísimos más
ciudadanos.

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Esa mañana de primavera Etan salió emocionado de su casa.
Era la primera vez que sus padres le permitían ir solo hasta la parada del
autobús escolar que estaba a tan solo dos manzanas de su casa. A sus
progenitores les costó un mundo poder acceder a la petición del pequeño, pero
su carácter responsable en el hogar les hizo aceptar la propuesta. Tras
explicarle una y otra vez cómo debía llegar hasta la parada y él repetirlo
milimétricamente,  consistieron en darle
permiso.

El bus pasó por la parada y recogió al resto de escolares
del barrio neoyorquino del Soho a la
hora habitual y entre los alumnos no se encontraba Etan. Nadie lo había visto
llegar y nadie volvió a verlo jamás.

Sus padres no se enteraron de la desaparición del pequeño
hasta ocho horas después,  cuando Julie
(la madre) fue a recogerlo a la parada del autobús escolar y no descendió de
él. Extrañada llamó al colegio en cuanto llegó al apartamento donde vivía junto
a su esposo y dos hijos más (una niña de ocho años y el pequeño de dos).

En la escuela le informaron que Etan no había acudido. Acto
seguido contactó con los padres de los compañeros de su hijo pero ninguno le
había visto llegar a la parada. Desesperada, Julie llamó a su marido (Stanley)
y a la policía.

La desaparición de Etan Patz fue un misterio y aunque hubo
varias batidas de búsqueda por el barrio y muchos fueron los vecinos que
colaboraron en ello, no se logró encontrar ni una sola pista del paradero del
pequeño.

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Tras unas semanas sin noticias de él la búsqueda por parte
de conocidos y policía bajó de intensidad, pero Julie y Stanley no cedieron en
el empeño de encontrar a su hijo. Removieron tierra y cielo para que los medios
de comunicación se hicieran eco de su búsqueda, obteniendo bastantes buenos
resultados.

También lograron que se aplicara una norma en la que los
centros escolares avisaran inmediatamente a los padres cuando a la hora de
iniciarse las clases algún alumno no se había presentado, así podrían ser
alertados rápidamente y no perder ocho horas como fue el caso de la familia
Patz.

Otro de los logros de este matrimonio fue el conseguir que
una importante compañía láctea accediera a colocar una foto de Etan junto a su
descripción en los cartones de leche, una medida que hacía que millones de
estadounidenses vieran el rostro del pequeño cada mañana al desayunar y
pudieran ayudar a encontrarlo.

Esta medida fue muy efectiva para resolver otros muchos
casos de desapariciones, aunque con Etan no hubo suerte, ya que nunca apareció.

Las campañas promovidas por el matrimonio Patz hicieron que
hubiera una concienciación por parte de las autoridades, medios de comunicación
y ciudadanos para colaborar y coordinarse en la búsqueda de desaparecidos.

Fue tal el impacto de la desaparición de Etan (quien se
convirtió en el niño desaparecido más famoso de Estados Unidos) que en 1983, el
Presidente Ronald Reagan declarara
el 25 de mayo como el ‘Día Nacional de
los Niños Desaparecidos’
(fecha en la que desapareció el pequeño Etan).

A partir de 2001 esta misma fecha se comenzó a conmemorar a
nivel mundial, aunque un gran número de países ya lo hacían desde unos años
antes.

En el año 2012 (33 años después de su desaparición) se
descubrió qué había pasado con Etan Patz, quien murió estrangulado a manos de
un joven puertorriqueño de 19 años llamado Pedro
Hernández
que trabajaba de mozo en una bodega (modo de llamar a los
comercios de ultramarinos que venden comida mexicana) que había a medio camino
entre la casa del pequeño y la parada del autobús escolar.

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Tal y como confesó Hernández, llamó la atención del niño
invitándole a un refresco y una vez que entró en el local lo llevó al sótano y
allí lo estranguló. Posteriormente metió el pequeño cuerpo en una caja que tiró
a un cubo de basura del callejón posterior al negocio.

Tras cinco años en prisión, a inicios de 2017 se celebró un
segundo juicio (el primero fue declarado nulo) y Pedro Hernández fue declarado recientemente
culpable del secuestro y asesinato de Etan y condenado a 25 años de prisión.

Los padres del pequeño estuvieron buscándolo incansablemente
durante 33 años, hasta la detención y confesión del asesino, aunque Etan había
sido declarado oficialmente como muerto en 2001. En 2010 lograron reabrir el
caso y eso fue determinante para dar con el culpable (a quien delató un
familiar cercano).

Toda la labor de búsqueda realizada por el matrimonio Patz
no sirvió para recuperar a su hijo pero sí para que muchas familias de
desaparecidos se hayan beneficiado del método de búsqueda y  divulgación.

Fuentes de consulta e imágenes: BBC / hemeroteca.lavanguardia
(pdf)
 / hipertextual / ojjdp / thevillager / Wikimedia
commons