La joven emprendedora holandesa que en el siglo XVII se convirtió en la mujer más rica de Nueva York

Margaret Hardenbroeck
fue una de las miles de personas de origen holandés que decidieron viajar hasta
Norteamérica a partir del siglo XVII y labrarse un porvenir en los ‘Nuevos Países Bajos’ (Nieuw-Nederland
en neerlandés), que se encontraban básicamente en lo que hoy conocemos como Nueva
York, Nueva Jersey, Delaware o Connecticut. 

[No dejes de leer el post relacionado: Cuando
los neerlandeses cedieron Manhattan a los ingleses a cambio de unas pequeñas
islas perdidas en Indonesia
]

Siendo una niña había migrado junto a su familia hasta la colonia de Bergen (ubicada en lo que
hoy en día es Nueva Jersey) y en 1659, con 22 años recién cumplidos, aprovechó
que uno de sus hermanos había sido contratado como sirviente de una rica
familia holandesa que residía en New Ámsterdam
(posteriormente Nueva York) para cruzar el rio Hudson e ir a probar fortuna.

Era una ciudad en plena construcción y que ofrecía a los
nuevos colonos un sinfín de posibilidades para trabajar, vivir y prosperar. Margareta (como era familiarmente llamada)
tenía muy claro que no quería ganarse la vida sirviendo a los demás, por lo que
su intuición y carácter emprendedor rápidamente hicieron que diferentes negocios
que, en tan solo una década, la convertirían en la mujer más rica de Nueva York.

Uno de los negocios que creó y que más benéficos le
aportaron inicialmente fue el de cobrar las deudas a los morosos. Infinidad
eran los nuevos colonos holandeses que para viajar hasta los Nuevos Países
Bajos habían tenido que pedir prestado el dinero y que, una vez instalados, se
demoraban en el pago.

Margareta Hardenbroeck se dedicó a localizarlos y hacer que
pagasen las deudas contraídas, cobrándoles intereses por la demora. El dinero obtenido
con los intereses del cobro de los primeros morosos lo invirtió en la
adquisición de diferentes productos de primera necesidad los cuales
intercambiaba posteriormente por pieles, tan necesarias en invierno para
hacerse ropa de abrigo, macutos y bolsos, tiendas de campaña, etc.

[Te puede interesar
leer también:
El
ambicioso plan para ampliar la ciudad de Nueva York
]

En tan solo unos meses se convirtió en una de las
emprendedoras más importantes y famosas de New Ámsterdam y a finales de 1659
contrajo matrimonio con Peter Rudolphus
de Vries
, un compatriota holandés que también se dedicaba al comercio en
los Nuevos Países Bajos.

Además, gracias a casarse bajo la ley holandesa, Margareta
estaba facultada para manejar su propio capital económico, debido a que lo
hicieron bajo el régimen de separación de bienes. En 1660 tuvieron una hija a
la que llamaron Eva y, un año después, Peter fallecía inesperadamente,
heredando su viuda e hija toda su capital.

En 1662 Margaret, quien ya había amasado una importantísima
fortuna, se casó en segundas nupcias con otro holandés, afincado en los Nuevos
Países Bajos, llamado Frederick Philipse
y que también tenía importantes negocios de importación y venta (sobre todo de
esclavos africanos).

La fortuna personal de ambos los hizo convertirse en los más
ricos y poderosos de la colonia (numerosos son los cronistas que apuntan que la
fortuna personal de Margareta era muy superior a la de Frederick).

[Te puede interesar
leer también:
Cuando
el caos se apoderaba de la ciudad de Nueva York cada 1 de mayo
]

Pero en 1667, debido a un desacertado acuerdo firmado por
los neerlandeses con los británicos, los territorios de los Nuevos Países Bajos
pasaron a estar bajo control inglés (New Ámsterdam paso a denominarse New York).
Las nuevas leyes inglesas prohibían que una mujer pudiese manejar su capital y
dirigir empresas, por lo que a partir de aquel momento todos los negocios de Margaret
Hardenbroeck pasaron a estar a nombre de su esposo Frederick Philipse).

En realidad, a pesar de que legalmente figuraba como titular
de la fortuna y negocios Frederick, quien dirigía todo el entramado de negocios
y tenía las grandes ideas era Margareta. Esto había sido posible gracias a un
acuerdo prenupcial que ella le había hecho firmar a su segundo esposo antes de
contraer matrimonio (ya que la fortuna de Margareta y su hija  Eva era superior a la de él).

En tan solo una década había conseguido amasar una fortuna
incalculable y durante los siguientes veinte años Margaret Hardenbroeck (a
través de su esposo Frederick) fue una de las personas que más negocios
emprendió en Norteamérica en aquella época. Eso sí, la mayoría de ellos bastante
cuestionables (sobre todo relacionados con la venta de esclavos). Falleció en
1691 a los 54 años de edad.

Fuentes de
consulta e imagen: Women Merchants in Colonial New York / hudsonvalley
/ womenhistoryblog
/ Wikimedia commons

[Te puede interesar
leer también:
La
gran nevada de 1888 que cambió Nueva York para siempre
]