Es sobradamente conocido cómo, durante la Segunda Guerra Mundial, el MI5 fue uno de los servicios de inteligencia más eficaz del mundo, resolviendo con gran acierto multitud de complots contra intereses británicos.
Uno de los casos en los que la eficiencia de sus agentes fue determinante es el que tuvo lugar en mayo de 1943, abortando el propósito nazi que pretendía acabar con la vida de Winston Churchill a través de algo a lo que el estadista no podía resistirse: el rico chocolate negro.
Conocedores de la glotonería del Primer Ministro británico y de que en las reuniones que organizaba con su equipo de gobierno, en el comedor de su propio domicilio, nunca faltaban unas ricas tabletas, los alemanes urdieron un perfecto y estratégico plan con el que elaboraron unas tabletas de la marca ‘Peter’s chocolate’ (los predilectos del político) pero que en realidad contenía en su interior potentes explosivos recubiertos.
Pero la pericia del servicio de seguridad descubrió la maquinación de los nazis y fue comunicado al responsable de la unidad Victor Rothschild, noble británico y descendiente de una de las familias más importantes e influyentes del país, que destacó en su vida civil como científico.
Rothschild envió una carta al ilustrador, adscrito a su unidad, Laurence Fish en la que le explicaba el plan alemán y solicitándole que realizase un cartel que representase una de esas tabletas explosivas, según las instrucciones que le daba en ese mismo correo.
En el mensaje redactado por Rothschild le explicaba con detalles a Fish cómo era el artefacto fabricado por los alemanes, en el que el interior de la tableta contenía un mecanismo que se accionaba tal y como se partía una de las onzas de chocolate y provocaba una explosión siete segundos después, teniendo una onda expansiva que alcanzaría a todo aquel que se encontrase a varios metros de la misma.
Las tabletas iban convenientemente envueltas con la elegante etiqueta negra y letras doradas que caracterizaba a la famosa marca de chocolates.
Afortunadamente, la rápida intervención de los servicios de seguridad evitó que el chocolate explosivo de los nazis se pusiese en circulación entre la ciudadanía británica y llegase hasta Churchill, cuya muerte era uno de los principales objetivos de Adolf Hitler.
Esta historia se desveló hace unos meses, ya que permaneció en secreto durante las últimas siete décadas y no salió a la luz hasta el momento en el que la viuda de Laurence Fish encontró entre las pertenecías de su difunto marido la carta fechada el 4 de mayo de 1943 y enviada a éste por su superior Victor Rothschild y en la cual se aprecia el característico sello rojo de ‘SECRET’.