En ocasiones el destino puede jugarnos una mala pasada y por un pequeño accidente sin importancia podemos perder la vida rápida e irremediablemente. Sin embargo hay otras veces en las que la suerte puede ser nuestra aliada y gracias a un cúmulo de circunstancia salir indemnes de una situación de muerte segura.
Esto último se le podría aplicar al protagonista de nuestra entrada de hoy en ¡QUÉ HISTORIA! : John Henry George Lee, que pasaría a la Historia como ‘el hombre al que no pudieron ahorcar’.
La historia de John «Babbacombe» Lee, nombre por el que fue conocido a raíz de los acontecimientos que os voy a relatar, nació en 1864 en Abbotskerswell, una pequeña aldea situada en el sudoeste de Inglaterra y de la que se marchó siendo un adolescente, debido a las penurias económicas que pasaban en su casa.
Con 17 años, la juventud de John le provocó la irremediable y natural necesidad de explorar mundo más allá de su pequeña y pobre aldea, alistándose en la Royal Navy y donde desempeñó las labores de marinero a lo largo de un año, ya que en 1882 cayó enfermo de neumonía y fue dado de baja del cuerpo tras ser declarado ‘no apto’ para el servicio.
Esto llevó a John a buscarse la vida a través de pequeños hurtos, siendo pillado en uno de ellos y condenado a cumplir un año de trabajos forzados. Tras la salida de prisión se trasladó hasta la población de Babbacombe, una próspera pequeña ciudad costera a tan solo 10 kilómetros del lugar donde nació Lee.
Allí encontró rápidamente un trabajo como mozo en casa de la señora Emma Ann Whitehead Keyse, una anciana y soltera mujer que lo contrató para realizar los encargos y pequeños arreglos domésticos.
La noche del sábado 15 de noviembre 1884 la vivienda de Emma Keyse comenzó a arder y a la llegada de los vecinos y bomberos el único sirviente que se encontraba allí era John, de los tres que tenía contratados la mujer. El joven estaba intentando, por todos los medios, apagar el fuego.
En el interior de la casa yacía el cuerpo sin vida de la anciana. El cadáver presentaba varios profundos cortes efectuados con un hacha y su cuello estaba degollado.
Todos los dedos apuntaron a John «Babbacombe» Lee como principal sospechoso del asesinato de Emma Keyse, ya que éste carecía de coartada, era la única persona que se encontraba en el lugar de los hechos y presentaba un extraño corte en el brazo el cual no supo explicar cómo se lo había hecho.
Todas estas pruebas, junto a los antecedentes penales del joven, fue lo que sirvió para que el tribunal que lo juzgó lo declarase culpable de asesinato con ensañamiento y lo condenara a la pena de muerte mediante la horca.
La fecha fijada para ejecución fue el 23 de febrero de 1885 y ese día todo estaba preparado para llevarla a cabo. Una multitud de vecinos se agolparon desde primera hora frente a la horca, con la morbosa intención de ver como moría el joven John «Babbacombe» Lee, que por aquel entonces contaba con 20 años de edad.
James Berry , el verdugo encargado de llevar a cabo la ejecución, había preparado minuciosamente el cadalso y probado todos los elementos. La soga estaba en perfectas condiciones y la trampilla se abría con facilidad… tan solo faltaba accionar la palanca en cuanto el secretario judicial diese la señal.
Le fue colocada la soga a John alrededor de su cuello y tras la oportuna orden el verdugo accionó la palanca, pero la trampilla bajo los pies del condenado no se abrió. Estupefacto, Berry apartó al joven y probó de nuevo, abriéndose perfectamente la trampilla. Nuevamente Lee fue colocado en posición y este segundo intento también falló.
Era algo inexplicable, ya que una tras otra todas las pruebas previas realizadas habían salido bien. El verdugo volvió a comprobar el mecanismo, pero éste se abría perfectamente, así que se decidió realizar un tercer intento.
El público presente se impacientaba y el bullicio era cada vez mayor. Berry volvió a colocar al joven sobre la trampilla, puso de nuevo la soga alrededor de su cuello y volvió a accionar la palanca con todas sus fuerzas, pero nada se movía bajo los pies del muchacho.
Ante el escándalo que se estaba formando entre los presentes, el secretario judicial ordenó anular la ejecución y trasladar al reo de nuevo a su celda. Encontraba inmoral hacer padecer tres veces consecutivas la agonía de ser ejecutado para que después nada surtiese efecto.
Tras varios escritos por parte de la defensa, finalmente se consiguió que el tribunal conmutase la pena de muerte por la condena a cadena perpetua.
Pasó 22 años en la prisión de Portland y el 18 de diciembre de 1907 John «Babbacombe» Lee fue puesto en libertad. Durante un tiempo disfrutó de la fama de ser ‘el hombre al que no pudieron ahorcar’, casándose dos años después y trasladándose a vivir a los Estados Unidos, donde llevó una vida anónima durante el resto de su vida. Todo parece indicar que falleció el 19 de marzo de 1945 y sus restos descansan en el cementerio de Milwaukee.
Fuentes de consulta: murderresearch / ancestry /BBC