El narcotraficante que traicionó al Cartel de Medellín y se convirtió en el informante más valioso de la DEA

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Su nombre era Adler
Berriman Seal
, aunque pasó a la historia por el de ‘Barry Seal’. Nació en 1939 en Baton Rouge (capital del Estado de Luisiana)
y a los 14 años de edad ya tenía muy claro que lo que quería ser de mayor era
convertirse en piloto de aviones.

No tardó demasiado tiempo en ponerse a ello, ya que tan solo
un año después (1954) ya estaba tomando sus primeras prácticas de vuelo. En
poco más de una década, tras un breve paso por las fuerzas aéreas, entró a
trabajar, en 1966, en la compañía TWA
(propiedad del empresario multimillonario y director de cine, entre otras
cosas, Howard Hughes),
convirtiéndose de ese modo en el capitán más joven en pilotar los Boeing 707 y
747.

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A inicios de 1970 se le presentó la oportunidad de
transportar cargamentos de marihuana a los Estados Unidos a través de los
vuelos comerciales que realizaba, algo que le proporcionó unos pingües
beneficios pero que finalmente propició que fuera despedido de la TWA en 1974.

No tardó en ser contactado por el Cartel de Medellín para convertirse en el perfecto enlace entre
Colombia y EEUU y poder introducir en suelo norteamericano centenares de kilos
de cocaína. Por cada vuelo que realizaba se embolsaba la nada despreciable
cifra de medio millón de dólares.

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En pocos años se convirtió en uno de los narcotraficantes
más poderosos de aquella zona y una pieza clave para los capos colombianos, con
quienes se codeó frecuentemente, pero también acabó siendo un viejo y frecuente
conocido de las autoridades norteamericanas, quienes le siguieron la pista y
pudieron reunir suficientes pruebas para incriminarlo, juzgarlo y encerrarlo en
prisión durante una larga temporada.

Esto es lo que provocó que tras iniciarse la década de 1980
y ante una condena de diez años que lo llevaría a prisión, Barry Seal decidiera
salvar el pellejo y ofrecerse como colaborador e informante de la DEA (el departamento estadounidense dedicado
a la lucha contra el narcotráfico y consumo de drogas en el país).

Fue a partir de entonces en el que Barry Seal se dedicó a ‘jugar
a dos bandas’, pasando información a las autoridades antidrogas norteamericanas
sobre los negocios que hacía con los más importantes capos del Cartel de
Medellín (entre los que se encontraba Pablo
Escobar
, por aquel entonces considerado como el ‘Enemigo público nº 1’) y por otra parte codeándose con todos ellos.

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El control de Seal en el tráfico de cocaína hacia los EEUU
era total, convirtiéndose en el más poderosos traficante del norte del
continente. Al mismo tiempo iba facilitando a la DEA todo tipo de detalles sobre
sus reuniones con los narcotraficantes.

Los más sofisticados aparatos de comunicación que existían
en aquel momento fueron instalados en los aviones que manejaba Seal para
realizar los viajes y transporte de droga. Incluso se llegó a instalar alguna
pequeña cámara (tanto en el interior como en el exterior del aparato) para captar
imágenes d las entregas y reuniones, pudiendo conseguir vídeos que suponían un
auténtico éxito y avance en las investigaciones, debido a que aparecían influyentes
personajes del mundo del narcotráfico de los que, hasta el momento, no tenían
nada para incriminarlos.

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Tras varios viajes y entregas fallidas, a mediados de 1984
los miembros del Cartel de Medellín comenzaron a sospechar que Barry Seal estaba
detrás de ello, pero lo que se convirtió en la puntilla fue un indiscreción por
parte de la prensa, a la que había llegado una filtración sobre la colaboración
de estadounidense con la DEA, lo que provocó que automáticamente se le pusiera
precio a su cabeza: 500.000 dólares por matarlo y 1 millón de dólares por
atraparlo vivo y llevarlo hasta Colombia.

A los capos de la droga les interesaba más tenerlo con vida
para poder torturarle y sacar toda la información que Seal disponía y,
evidentemente, posteriormente asesinarlo de forma cruel y dolorosa.

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Las autoridades estadounidenses intentaron velar por la
seguridad de Barry Seal, ya que era un testigo clave en la investigación que
llevaban realizando desde hacía varios años, pero los sicarios contratados para
dar con él lograron localizarlo.

El 19 de febrero de 1986, fue abatido a balazos de una ametralladora
mientras se encontraba sentado al volante de su Cadillac en su población natal
de Baton Rouge. Los sicarios colombianos Miguel Velez, Luis Carlos Quinter-Cruz y Bernardo
Antonio Vásquez dieron con él y decidieron acabar con la vida del narcotraficante
que traicionó al Cartel de Medellín y se había convertido en el informante más
valioso de la DEA. Con su muerte el caso se quedaba sin su principal testigo,
yéndose al traste y no pudiendo incriminar a un gran número de criminales
vinculados con el narcotráfico.

El director cinematográfico Doug Liman acaba de rodar la película American Made’
(‘Barry Seal: El traficante’ –
en español) protagonizada por el actor Tom
Cruise
y que trata de explicar en forma de film de comedia y aventuras la
vida (algo distorsionada y modificada) de este singular personaje. Bajo estas
líneas tenéis un tráiler

Fuentes de consulta e
imágenes: leagle
/ eluniversal
/ vice
/ nytimes
/ elcolombiano
/ rtve
/ Wikimedia
commons