El invidente que construyó, en el siglo XVIII, cerca de 300 kilómetros de carretera

image

Os explicaba meses atrás en otro post la curiosa historia de
los ‘Turnpike trusts’, los puestos
de peaje que a partir de mediados del
siglo XVIII empezaron a instalarse en muchas carreteras de Inglaterra y Gales, llegando a acercarse a la desorbitante
cifra de ocho mil.

Pero para poder instalar
esas barreras en las que se tenía que pagar una tasa si se quería pasar por
allí, evidentemente se tuvieron que construir numerosísimas carreteras y
caminos que condujeran de un lado al otro del país y por las que transitaran
los viajeros.

[Relacionado: Cuando
en las carreteras de Inglaterra y Gales se instalaron cerca de ocho mil peajes
]

Uno de esos
constructores de carreteras fue John
Metcalf
, un curioso personaje que a lo largo de su vida destacó por ser uno
de los grandes emprendedores de su época y cuya ceguera (perdió la visión a la
edad de seis años a causa de la viruela) no le impidió realizar numerosísimas
cosas (ya fuera a nivel profesional como personal).

A pesar de ser invidente
y, sobre todo, teniendo en cuenta la época en la que le tocó vivir –pleno siglo
XVIII-, su discapacidad no le frenó para hacer todo aquello que le apeteció:
buceó, fue cazador, jugador de cartas, cabalgaba a caballo con gran soltura y aprendió
a tocar el violín (de forma virtuosa) y llegó a ganarse la vida tocando en
numerosos e importantes lugares (aunque empezó haciéndolo a la edad de quince
años en las tabernas del norte de Inglaterra).

image

Varios fueron los
negocios que montó a lo largo de su vida, muchos de ellos dedicados al comercio
y transporte de mercancías de un lugar a otro. Algo que le permitió conocer a
la perfección muchos de los trayectos que había entre diferentes puntos de
Inglaterra, pudiendo comprobar lo mucho que se tardaba en llegar a según qué
lugares por culpa de la escasez de carreteras en condiciones.

Era tal su conocimiento
de toda aquella zona que incluso en numerosas ocasiones se ganó la vida como
guía local (a pesar de ser invidente).

[Te puede
interesar:
 Las ciudades y túneles
subterráneos construidos bajo los pies de los británicos
]

Cuando contaba con 48
años de edad, en 1765 el Parlamento
Británico aprobó la ley por la cual se permitía la colocación de peajes
y
vio una buena oportunidad para construir una red de carreteras al norte del
país que dieran una buena comunicación ente diferentes poblaciones.

Carreteras las cuales
estarían bien asfaltadas, señalizadas y drenadas adecuadamente para que no se
hicieran charcos cada vez que lloviera (algo muy común) y que así pudieran
circular los carros, diligencias y caballos sin dificultad alguna, de modo
seguro y rápido.

Contrató una cuadrilla
de obreros que ejecutaron las obras y todo ello lo hizo bajo un presupuesto que
salía mucho más económico que el resto de sus competidores. Nunca se supo cómo John
Metcalf (al que todos llamaban con el apelativo de ‘el ciego Jack’) logró cuadrar los números en unas obras que a
otros empresarios les salieron por el doble de precio.

Durante las siguientes tres décadas se dedicó a construir un
total de 180 millas (290 kilómetros), convirtiéndose en uno de los
profesionales más admirados y de mayor prestigio de su época.

[Te puede interesar
leer:
El hombre que construyó un palacio
con sus propias manos
]

Decidió jubilarse en 1792, a los 75 años de edad, para irse a
vivir junto a su hija. Durante su retiro se dedicó a recopilar todos los datos
de su increíble vida y se la redactó a un editor, quien las introdujo en un
libro autobiográfico.

Fue tal la fama del ciego Jack que los relatos sobre su increíble
vida se han ido pasando de una generación a otra y ha acabado siendo toda una
institución en el norte de Inglaterra, donde realizaron una curiosa estatua de
él sentado en un banco en la población de Knaresborough
en la que vivió gran parte de su vida.

image

Fuentes de consulta e imágenes: quod.lib.umich.edu
/ bbc
/ historic-uk
/ tameside
/ pennymead / geograph.org.uk
/ Wikimedia
commons