Cuando en Tennessee tuvo lugar el ‘Juicio del Siglo’ en 1925: creacionistas contra evolucionistas

La pequeña población de Dayton
(en el Estado de Tennessee), de apenas dos mil habitantes, fue el lugar donde,
el caluroso verano de 1925 (del 10 al 21 de julio), tuvo lugar el considerado
por aquel entonces ‘Juicio del Siglo’
que enfrentó a creacionistas (apoyados por la inmensa mayoría de habitantes)
contra aquellos que creían en la teoría de
la evolución de Charles Darwin
.

Todo había empezado un mar de meses antes, cuando John Scopes, un joven profesor de 25
años de edad que impartía clases de biología en un instituto público de Dayton,
se le ocurrió explicar a sus alumnos la mencionada y, por aquel entonces, muy cuestionada
teoría sobre la procedencia de los seres humanos, muy alejada de la explicación
basada en la creación divina que hasta entonces se había estado impartiendo.

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El problema estaba en que lo que había hecho Scopes se
consideraba un delito, debido a que dos meses antes se había aprobado una ley
estatal (conocida como ‘Butler Act’ en honor
al apellido del congresista que propuso su aprobación) y en la que se
especificaba que quedaba explícitamente prohibido que los profesores de
cualquier institución pública en la que se ejerciera la educación (colegios,
institutos y universidades) utilizar la Teoría de la Evolución de Darwin en las
clases, hacer mención a ella y, obligatoriamente, debían acogerse únicamente a la enseñanza creacionista que contemplaba
la Biblia
.

El que parecía que iba a ser un juicio intrascendente y que
se resolvería rápida y discretamente (debido a que el objetivo era castigar al
profesor por su insubordinación) acabó convirtiéndose en uno de los hechos
históricos más importantes de la judicatura estadounidense.

La prensa (a través de varios grupos de colectivos ateos,
científicos y afines al evolucionismo) se hizo eco, hasta tal punto que dejó de
ser una noticia local para convertirse en un hecho conocido a nivel nacional
como ‘el Juicio del Mono’.

Esto provocó que quisieran entrar en el combate judicial dos
de las figuras más relevantes de aquellos años. Por un lado el prestigioso
abogado Clarence Seward Darrow
(quien se hizo cargo de la defensa de Scopes), famoso por haber participar en
varios relevantes casos de libertades civiles, derecho laboral e incluso alguno
penal, que le dieron una notable fama.

Por otra parte, el papel de fiscal en este singular caso fue
solicitado por William Jennings
Bryan
, quien había sido uno de los políticos más famosos e influyentes de
Estados Unidos durante la última década del siglo XIX y las dos primeras del
XX, llegando a ocupar el cargo de Secretario de Estado (entre 1913 y 1915) con el
presidente Woodrow Wilson y se había
presentado como candidato a la
presidencia del país en tres ocasiones
(1900, 1904 y 1908).

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Darrow se consideraba agnóstico y de pensamiento
progresista. Por su parte Jennings era conservador y un ferviente creyente
religioso (pertenecía a la Iglesia Presbiteriana) y en los últimos años gran
parte de su cometido había sido participar en numerosos debates en los que
ponía en duda totalmente la teoría evolucionista de Darwin.

El que iba a ser inicialmente un juicio sin gran
trascendencia acabó convirtiéndose en uno de los más mediáticos y famosos de la
época, ya no solo por la trascendencia del caso que se juzgaba sino por quienes
habían tomado las riendas de la defensa y la acusación.

Evidentemente, para la población de Dayton este hecho se
convirtió en una máquina de hacer dinero. Esta pequeña población que no llegaba
a los dos mil habitantes dobló el número de personas durante los días que duró
el juicio. Acudieron periodistas de numerosos periódicos de todo el país,
curiosos atraídos por el espectáculo en el que se había convertido el caso y,
sobre todo, colectivos de personas apoyando una opción u otra (agnósticos, pro-científicos,
religiosos…).

La batalla dialéctica
entre Darrow y Jennings
entusiasmó día tras día a los presentes en el
juicio y la prensa se encargaba de hacer llegar a sus lectores u oyentes
radiofónicos las crónicas más detalladas de todo lo que sucedía en el juzgado
de Dayton.

Desde un inicio ya se sabía que la balanza de la justicia estaría
decantada del lado de quienes defendían la creación divina, debido a que tanto los
doce miembros del jurado como el juez eran creyentes religiosos y poco receptivos
a creer en nuevas teorías.

Aun y así, el abogado defensor hizo una destacadísima intervención
e incluso citó como testigo al propio fiscal del caso, a quién puso en más de
un apuro.

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Jennings por su parte, además de una memorable intervención
(era un gran orador) se dedicó a citar una y otra vez versículos del Génesis y
a negar totalmente cualquier evidencia no divina a la creación del ser humano y
la Tierra.

Pero no solo en la sala del juzgado estuvo el espectáculo.
Tras cada sesión de juicio en los alrededores del juzgado se celebraban acalorados
debates a los que asistían centenares de personas. Unos gritaban, otros
insultaban, había quienes rezaban e incluso se cantaban himnos religiosos.
También se intentaba explicar desde la perspectiva científica las teorías
evolucionistas, aunque muchas fueron las veces en las que se abucheó a los
integrantes de los grupos científicos, debido a que la inmensa mayoría de
ciudadanos de Dayton eran fervientes creyentes.

Finalmente el jurado encontró culpable a John Scopes y el juez
le impuso una multa de cien dólares (hoy en día sería algo más de 1.500$).

El conocido como ‘juicio del mono’ acabaría siendo decisivo
para que en todos los Estados Unidos se abriera el debate sobre creacionismo y
evolución y poco a poco las teorías científicas fueron siendo compartidas por
una mayor parte de la población.

En la cuenta de Smithsonian Institution en Flickr podréis
visionar una amplia colección de fotografías relacionadas con este juicio y sus
protagonistas: https://www.flickr.com/photos/smithsonian/sets/72157607580371997/