El extremo afán recaudatorio de un emperador romano que decidió cobrar un impuesto por la orina

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Conocido como ‘Vectigal
urinae’
o ‘impuesto sobre la orina’, en el siglo I d.C. el emperador Tito Flavio Vespasiano decidió gravar
con un nuevo tributo a las empresas y personas que se dedicaban a recoger todo
el líquido miccionado por el pueblo romano en los urinarios públicos.

Y es que a pesar de que Roma
ya contaba con una avanzadísima red de alcantarillado
–conocido como Cloaca Maxima-, que había sido iniciada
su construcción en el siglo VII a.C. y que cruzaba el subsuelo del Foro Romano recogiendo los residuos
generados en la ciudad para ir a desembocar al río Tíber,  había un gran número de letrinas públicas en
las que los ciudadanos iban a realizar sus deposiciones y cuyo contenido era
posterior recogido por empresas especializadas que utilizaban la orina para el
curtido de las pieles que posteriormente servían para realizar ropas de abrigo,
bolsas de cuero o fundas para las armas y también por las lavanderías, debido a
que el amoniaco contenido en la orina era un eficaz blanqueador utilizado para
lavar las togas y otras ropas de la época.

Vespasiano, recién
elegido emperador en el año 69 d.C. tras la crisis y periodo que padeció el
imperio -en el que tras la muerte de Nerón hubo un año en el
que hubo hasta cuatro emperadores-, contaba con el apoyo y lealtad de Cayo Licinio Muciano -senador, político
y militar- que fue decisivo en su ascenso al poder.

Fue precisamente a su fiel amigo Muciano
a quien encargó la complicada tarea de realizar una reforma fiscal y
presentarle el estado de las cuentas y arcas del Imperio y éste, a sabiendas de
la tacañería de la que hacía gala el nuevo emperador, lo animó para que devolviera
al erario del Estado el esplendor y riqueza de la que hasta no hacía demasiado
tiempo había gozado, por lo que persuadió a Vespasiano a crear tantos impuestos
como se le ocurriera.

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Uno de los gravámenes que más beneficio le reportaría sería
el de hacer tributar por la orina a través del ‘Vectigal urinae’, un impuesto sumamente popular que incluso provocaría
el enfado de su hijo primogénito (y que sería su sucesor un década después) Tito
Flavio Sabino Vespasiano
, quien no vio con buenos ojos la avaricia recaudatoria
de su padre y mucho menos el enriquecimiento del Estado a través de los orines.

Fue en la disputa que hubo entre padre e hijo cuando nació
una de las locuciones latinas más famosas: ‘Pecunia
non olet’
(El dinero no huele) que dijo el emperador Vespasiano a su primogénito
Tito en respuesta a su reproche por lucrar al Imperio con dinero obtenido de la
orina.

Vespasiano quería demostrar de ese modo que el valor del
dinero poco tiene que ver con su procedencia o de cómo se ha obtenido,
sentenciando así una de las máximas que es aplicada a personas sin
escrúpulos, corruptas o que no tienen sentido alguno del pudor a la hora de
conseguir sus ganancias.

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A pesar de la impopularidad del nuevo tributo, el emperador
supo contentar a su pueblo devolviéndole el esplendor de gran Imperio que había
tenido décadas atrás y levantando grandes monumentos y edificaciones que lo
consagraron e hicieron que acabase siendo venerado por la mayoría de romanos.

Entre las edificaciones que financió con la recaudación de
nuevos impuestos y que hoy en día todavía podemos disfrutar se encuentra el ‘Anfiteatro Flavio’, el
cual mandó levantar en honor a él y su familia y que ha pasado a la Historia
bajo el nombre de ‘Coliseo romano’.

Como nota curiosa cabe destacar que son muchos los países en
los que los urinarios públicos han pasado a la Historia bajo el nombre de ‘vespasienne’,
como clara alusión al emperador y su impuesto.