De sobras conocido es la importante presencia neerlandesa
que hubo en Norteamérica y, más concretamente, en el control de lugares tan
importantes que hoy conocemos como Nueva
York, Nueva Jersey, Delaware o Connecticut. Muy posiblemente la Historia de los Estados Unidos (y del
planeta en general) hubiese cambiado mucho si en el último cuarto del siglo
XVII los holandeses no hubiesen cedido los ‘Nuevos
Países Bajos’ (modo en el que eran llamado ese territorio) a Inglaterra.
Fue concretamente en el año 1667, a través del ‘Tratado de Breda’, firmado el 31 de
julio, por el que se ponía fin a la Guerra
Anglo-Holandesa y se realizaba una serie de concesiones, de una nación a
otra, entre las que figuraba el intercambio de territorios bajo el dominio de
uno u otro.
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Los holandeses habían mantenido a lo largo de prácticamente todo
aquel siglo su control sobre los territorios norteamericanos mencionados, unas
colonias que eran de la máxima prioridad de los ingleses para sus propósitos y
empresas de importación y exportación, pero costaba creer que los neerlandeses
pudieran acabar cediéndolos (por el gran valor comercial y estratégico que tenían)
si no era a cambio de algo mucho mejor.
Lo sorprendente del intercambio fue que los Países Bajos cedían sus posesiones norteamericanas (entre ellas
la isla de Manhattan, llamada Nueva Ámsterdam) por una decena de minúsculas
islas volcánicas, llamadas ‘Islas de
Banda’, y que estaban perdidas en el océano Pacífico occidental (Sureste asiático)
en el archipiélago de Indonesia.
El motivo de este inesperado trueque de territorios era un producto
que se consideraba milagroso en aquella época: la ‘nuez moscada’. Por aquel entonces se tenía el convencimiento que
esta especia podía curar cualquier enfermedad (entre ellas la temida ‘peste’) y
era utilizada para confeccionar remedios medicinales y ungüentos y en aquellos
momento tan solo había un lugar en todo el planeta (al menos era lo que se
creía) en el que se podía encontrar el árbol de la nuez moscada que producía el
preciado elemento.
El poder tener el control absoluto sobre las Islas de Banda
convertía a los neerlandeses en propietarios de la producción mundial de nuez
moscada y por tanto les proporcionaría unas ganancias económicas incalculables.
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Hasta aquel momento, los Países Bajos habían estado en
continuas guerras y disputas por el control de las Islas de Banda tanto con
portugueses como con los ingleses. La firma del Tratado de Breda, en 1667, con
Inglaterra, les daba el control único y total a los neerlandeses sobre la preciada
especia y, por tal motivo, no hubo dificultades para que cedieran al control de
los territorios norteamericanos.
Pero los holandeses estaban equivocados (portugueses e
ingleses también) en cuanto a que las Islas de Banda era el único lugar del
planeta donde crecían los árboles de nuez moscada, descubriéndose
posteriormente que podía encontrarse en otros lugares como la India e incluso
en algunas islas del Caribe.
Por cierto, los Países Bajos perdieron el control de las Islas
de Banda en 1810 cuando fueron invadidas por los británicos y obligaron a los
neerlandeses a rendirse y cederlas.
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