Cuando los Aliados quisieron desmoralizar a sus enemigos durante la IIGM con bombas fétidas

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Qué incómodo resulta llegar a un lugar y de repente
empezar a percibir un desagradable olor fétido, haciendo sospechar de
cualquiera de los presentes sobre quién será la persona que está desprendiendo
tal hedor. Lo humillante llega cuando te das cuenta que quien realmente desprende
dicha fetidez eres tú.

Basándose en esta hipotética situación, en la que cualquier
persona puede sentirse incómoda y avergonzada, los servicios de inteligencia
británico (SOE) y estadounidense (OSS) trabajaron conjuntamente durante
la Segunda Guerra Mundial con el fin de encontrar algún tipo de ‘bomba fétida’ con la que impregnar las
ropas y pertenencias de los soldados y oficiales enemigos y así provocar incomodas situaciones.

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Estaban convencidos que si, en una caserna en la que
estuvieran agrupados los soldados, uno de ellos oliese desagradablemente mal provocaría
el rechazo del resto dando lugar a que no hubiese una buena camaradería entre ellos.
Pero si encima fuesen varios los que provocasen ese mal olor acabaría con la
moral de éstos y habría un ambiente más que crispado.

La operación fue bautizada con el nombre ‘Who, me?’ (¿Quién, yo?) haciendo
referencia a la contestación que daría cualquiera de ellos en el momento en que
los demás le indicasen que desprendía un olor fétido.

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Para los miembros de la OSS (Oficina
de Servicios Estratégicos
de EEUU predecesora de la CIA) el objetivo
principal a desmoralizar eran los soldados japoneses. Para ello se estuvo
entrenando a  espías de origen chino para que, a través de un atomizador, impregnasen
las ropas de los militares nipones.

La Dirección
de Operaciones Especiales
británica (órgano de inteligencia ideado y
controlado por el propio Churchill) debía encargarse de los miembros del
ejército nazi. Por un lado la resistencia francesa y por otro
agentes secretos de diversas nacionalidades (entre ella un buen número de noruegos)
quienes debían hacer lo propio con los alemanes.

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El problema radicaba en la forma en la que se le aplicase el
vapor fétido a la ropa de los soldados, ya que éstos podrían darse cuenta al
instante y poner en peligro la vida del agente encargado de hacerlo además de
desbaratar toda la operación, por lo que lo más complicado de todo fue la
creación de unas ‘bombas fétidas’ que fueran indetectables en el primer momento
(cuando se aplicaba con el atomizador) y que comenzase a hacer efecto pasado
unos minutos, dando tiempo suficiente al encargado de hacerlo a alejarse de allí.

Este pequeño detalle es lo que provocó que se estuviera
alrededor de dos años desarrollando el producto y que no estuviera listo hasta finales
de 1944, cuando la IIGM ya se preveía que estaba llegando a su fin.

Cuando la OSS ya tuvo todo organizado y distribuido para
ponerlo en marcha coincidió con el lanzamiento de las bombas atómicas sobre
Hiroshima y Nagasaki
que provocó la rendición japonesa y con ello el fin de la
guerra por lo que quedó olvidado en un cajón el proyecto sin llegar a utilizarlo desde
entonces, aunque se sabe que en la actualidad varios ejércitos (como la Armada
de los EEUU o las Fuerzas de
Defensa israelíes
) poseen algunos tipos de ‘bombas mofetas’.

Fuentes de consulta: telegraph
/ labrujulaverde
/ theguardian
/ newscientist

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