Cuando las damas de la sociedad estadounidense se encadenaron a unos cerezos en Washington DC
El ‘Thomas Jefferson Memorial’ es uno de los monumentos más visitados de Washington DC. Todo aquel viajero que pasa por la capital de los Estados Unidos realiza una visita obligada y varias decenas de miles son las fotografías que se cuelgan anualmente en las redes sociales en la que aparece retratado ese lugar.
Pero su construcción (iniciada en noviembre de 1939 y finalizada en abril de 1943) no estuvo exenta de dificultades, debido a la oposición por parte de numerosos habitantes de la ciudad que se negaron a que el monumento, en conmemoración a uno de los Padres Fundadores de los Estados Unidos, estuviese en aquella ubicación.
El motivo de esa oposición fue el hecho de tener que arrancar y trasplantar en otro lugar varios centenares de cerezos que habían sido colocados allí en 1912 por la Primera Dama Helen Taft. De hecho, fueron 3020 cerezos (de 12 variedades diferentes) los regalados por el Imperio japonés y entregados a través de la esposa de embajador nipón en EEUU.
La capital estadounidense se llenó de cerezos, convirtiéndose estos árboles en uno de los iconos de la ciudad y presentando una preciosa y bella estampa de Washington DC al llegar los meses de marzo y abril y florecer (varios son los festivales y eventos que se organizan anualmente desde entonces).
A mediados de la década de 1930, durante la administración del presidente Franklin D. Roosevelt, la comisión encargada de levantar un monumento conmemorativo a Thomas Jefferson (diseñado por John Russell Pope) se planteó diferentes lugares donde ubicarlo, decidiendo que el ideal era el parque West Potomac, justo donde había varios centenares de cerezos plantados.
La construcción de la monumental obra provocaría el tener que arrancar numerosos árboles (que ya eran todo un símbolo en la ciudad), lo que provocó la protesta por parte de numerosos colectivos ciudadanos, entre ellos de relevantes personalidades de la sociedad.
El 17 de noviembre de 1938 estaba previsto que empezaran los trabajos de arrancar los cerezos afectados por dicha construcción y estos deberían ser trasladados a otra ubicación del parque donde serían trasplantados. Se sabía que con dicha operación varios árboles sufrirían daños y que finalmente no podrían volver a ser plantados.
Durante varias semanas antes, numerosos fueron los actos que se realizaron con el fin de evitar que los cerezos acabaran siendo arrancados, solicitándose que se buscara otra ubicación para levantar el monumento a Thomas Jefferson (se ofrecieron numerosas alternativas y todas fueron rechazadas por la comisión encargada).
Ante el caso omiso de la comisión, se creó un grupo de influyentes personajes de la sociedad estadounidense (la mayoría importantes damas) que decidieron presentar un escrito a la Casa Blanca el mismo día que debía comenzar los trabajos de arrancar los árboles, saliendo del edificio presidencial la cincuentena de representantes sin una respuesta satisfactoria por parte de Franklin D. Roosevelt.
Por tal motivo, el día siguiente, se presentó un numeroso grupo (alrededor de 150 personas) en el parque West Potomac y varias de las damas de diferentes clubes sociales washingtonianos (ataviadas con caros abrigos de piel, debido al frío de la fecha) se encadenaron en los cerezos, amenazando con no moverse de allí hasta que no se les garantizara que no se arrancaría ningún árbol más (el día anterior ya se había iniciado los trabajos de arrancado).
Aquel acto fue conocido como ‘The Cherry Tree Rebellion’ (La rebelión del cerezo) y mientras aquel grupo de mujeres permanecían encadenadas al cerezo (acaparando la atención de los operarios), el resto de participantes de aquella protesta se dedicaron a arrebatar las palas y otros utensilios de trabajo, así como subirse en las excavadoras.
La portavoz de aquel grupo de damas fue Eleanor Patterson, (conocida popular y familiarmente como Cissy), propietaria y editora del Washington Times-Herald (uno de los periódicos más vendidos en aquel momento en la capital estadounidense) quien era una férrea opositora conservadora a la política ejercida desde la administración Roosevelt. Desde su diario estuvo publicando infinidad de artículos en contra de arrancar los cerezos, alentando a la ciudadanía washingtoniana a manifestarse.
Poco después de encadenarse al cerezo junto a sus compañeras de rebelión, recibieron la visita en aquel lugar de Michael Wolf Straus, subsecretario del Departamento del Interior, quien fue enviado por el presidente, Franklin D. Roosevelt, para intentar convencer a las manifestantes que depusieran de su actitud y dejasen continuar los trabajos de arrancado de cerezos para que estos fuesen trasplantados en otro lugar del parque West Potomac.
Straus se encontró con una oposición firme por parte de aquellas mujeres, sobre todo de Cissy Patterson, quien ejercía como portavoz. Aseguraban que no se moverían de allí hasta que no obtuvieran un compromiso (por parte del presidente) asegurándoles que los cerezos no serían arrancados. Pero las palabras del subsecretario del Departamento del Interior no las convencían.
Como muestra de buena voluntad y cordialidad, cuando llegó la hora del almuerzo, Michael Wolf Straus mandó llevar un generoso ágape y bebidas calientes para aquellas mujeres encadenadas, quienes lo tomaron encantadas.
Era un día especialmente frío y las bebidas calientes las reconfortó y dio fuerzas para seguir más tiempo allí encadenadas. Pero no fue todo el tiempo que ellas hubiesen deseado, ya que hubo un momento en el que el beber tantas tazas de té provocó la necesidad ir al servicio y unas damas de su categoría no irían a aliviar sus necesidades fisiológicas a un baño público, por lo que poco a poco todas y cada una de aquellas mujeres se fueron marchando hacia sus domicilios.
En la media tarde de aquel 17 de noviembre de 1938 ya no quedaba presencia alguna de las mujeres encadenadas en el parque West Potomac y aquella misma noche se reanudaron los trabajos de arrancado de cerezos. Al día siguiente, cuando volvieron a presentarse a aquel lugar para seguir con la ‘rebelión del cerezo’ pudieron comprobar como ya no quedaba ninguno.
Un mes después (el 15 de diciembre) tuvo lugar la ceremonia de colocación de la primera piedra y tras casi cuatro años de obras, en 1943, el presidente, Franklin D. Roosevelt, inauguró el ‘Thomas Jefferson Memorial’.
Los cerezos arrancados fueron trasplantados a otra ubicación del parque West Potomac, pero alrededor de 80 árboles sufrieron daños y no pudieron ser recuperados.
Fuentes de consulta e imagen: nytimes/ nps / washingtonian/ washingtonpost
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