La voracidad de Thomas Alva Edison por controlar todo tipo de negocios hizo que a lo largo de su vida registrase más de un millar de patentes de inventos y creara un buen número de empresas.
Pero la imagen de hombre brillante y emprendedor chocaba con su otra cara, la del especulador que intentó aprovecharse, en más de una ocasión, del trabajo realizado por otros, patentando infinidad de inventos como propios y creando numerosas redes de control para monopolizar todos aquellos sectores económicos en los que estaba involucrado.
Sus importantes aportaciones a los inicios de la industria cinematográfica sirvieron para convertirla en un gran negocio, pero también para hacer que, involuntariamente, se instalaran en Hollywood una serie de productores que huían de la extorsión a la que eran sometidos por Edison. Aquel traslado a aquellas tierras con el negocio del cine sin explotar acabaría transformándola en lo que un siglo después conocemos como la ‘meca del cine’.
Desde que en 1894, los hermanos Auguste y Loise Lumière patentasen el cinematógrafo, Edison se interesó por conseguir los permisos de explotación para ampliar su negocio tras haber patentado el kinetoscopio, desarrollado por William Kennedy Dickson mientras trabajaba para Edison.
El deseo del prolífico empresario, por tener el pedazo más grande del nuevo negocio, lo convirtió en un hombre de dudables escrúpulos y donde puso de relieve su afán recaudatorio, imponiendo una tasa a todas aquellas productoras que adquirieron una licencia de explotación del negocio del cine y que se fueron creando en las ciudades de Nueva York y Nueva Jersey.
Este hecho propició una desbandada de empresarios del sector cinematográfico en busca de nuevos lugares donde poder ejercer libremente sus negocios, fuera del chantaje extorsionador al que estaban siendo sometidos.
En más de una ocasión, cuando un empresario no había querido pagar la tasa de explotación del negocio que había impuesto Thomas Edison, éste mandaba a algún matón a sueldo para solucionar el problema.
Esto llevó a un puñado de emprendedores a trasladarse hasta la costa oeste, donde se repartieron por diversas poblaciones del soleado estado de California.
La población que más empresarios albergó fue Los Ángeles, una ciudad que por entonces estaba en plena expansión y que disponía de todos los servicios precisos para crear unos estudios de cine, pero sobre todo era un lugar en donde estarían a salvo de la famosa “Tasa Edison”, que sólo podía aplicarse en la costa este del país.
Al acabar la primera década del siglo XX, las primeras películas comerciales ya estaban siendo filmadas por la compañía Edison Studios en el lado Atlántico y por aquellas productoras que habían podido salir a flote en su nueva ubicación del lado Pacífico.
A Los Ángeles comenzaron a llegar los primeros empresarios interesados en montar allí sus estudios, por lo que la búsqueda del lugar idóneo les hizo llegar a unos cuantos hasta el distrito norte de la ciudad, una urbanización en plena expansión y que tenía a la venta numerosos terrenos a precios asequibles.
Uno de los primeros en montar su estudio cinematográfico fue Carl Laemmle, el cual creó la productora “Yankee Film Company” que fue la precursora cinco años más tarde de la Universal City, para finalmente convertirse en la famosísima Universal Studios.
La creciente industria del cine ayudó a construir nuevas urbanizaciones, cada vez más al norte de la ciudad de Los Ángeles, lo que propició que, en 1923, un avispado promotor inmobiliario llamado H.J. Whitley, colocara unas grandes letras en la colina sobre los terrenos en venta que anunciase el nombre de la urbanización: Hollywoodland.
Con los años el lugar perdió el ‘land’, quedando las letras para la posteridad y convirtiéndose el lugar en la meca del cine.
Post publicado originalmente para Yahoo! Noticias España el 3/1/2012:
https://es.noticias.yahoo.com/blogs/cuaderno-historias/c%C3%B3mo-edison-cre%C3%B3-hollywood-contra-su-voluntad-145437390.html
Fuentes de consulta: lenguascalvas / hollywoodlegends / The Story of Hollywoodland