El 16 de enero de 1556, dos años antes de fallecer, Carlos I de España cedía el control del
reino a su primogénito, quien se convertía en Felipe II, y con ello en el rey con el imperio más poderoso del
planeta.
Una de las primeras medidas que tomó Felipe II como nuevo
rey fue trasladarse a vivir a la Villa
de Madrid, la cual convertiría en Corte y capital del Imperio Español y
trazó un plan para que ésta, enclavada en el centro geográfico de la Península Ibérica, tuviera las mejores
infraestructuras y comunicaciones.
Sabía de la vital importancia de no solo hacer cada vez más
grande y poderoso al imperio, sino dotarlo de una capital moderna y potente
como poseían las otras Cortes Europeas.
Cabe destacar que en aquel momento Felipe era también soberano de un buen número de reinos, entre ellos Inglaterra e Irlanda,
este último gracias a su unión matrimonial en 1554 con María Tudor y dejó de serlo tras el fallecimiento de esta en 1558.
[Te puede interesar:
El plan para bombardear Australia con la
Armada Española]
Al contrario que su padre Carlos I (quien pasó gran parte de
su reinado fuera de España) Felipe II quiso vivir desde un primer momento en el
reino y dotarlo de las más modernas reformas. Quería que fuese un ejemplo a
seguir por los demás países.
Para tal motivo hace venir a España al arquitecto e
ingeniero militar italiano Giovanni
Battista Antonelli (a menudo españolizado el nombre en Juan Bautista Antonelli), a quien le encargó diseñar y llevar a
cabo las tan necesarias fortificaciones y defensas en las costas levantinas,
así como en los puertos del norte de África.
Felipe II, tras enviudar en 1558 de María Tudor, llegó a
contraer matrimonio hasta en tres ocasiones más, la última por poderes en enero
de 1570 con Ana de Austria,
quien debía llegar a Madrid a finales de ese mismo año.
Por tal motivo, el rey quería que se celebrase grandes actos
lúdicos y que contase con una ‘naumaquia’ un
espectáculo que se celebraba en la Antigua Roma y que consistía en la
simulación de una batalla naval. Pero Madrid no disponía de mar ni de un gran
lago donde poder realizarse, así que se encargó a Giovanni Battista Antonelli
el diseño de un gran estanque donde tuviera lugar dicho espectáculo.
El ingeniero italiano diseñó e hizo construir tal estanque en
pleno centro de la capital, en el lugar que hoy se encuentra la confluencia del
Paseo del Prado y la Carrera de San Jerónimo (Prado de San Jerónimo) con unas
medidas de 500 pies de largo y 80 de ancho (152 por 25 metros) y en donde se
escenificó (el día de la llegada triunfal de la nueva Reina de España) una
batalla naval en la que intervinieron ocho galeras. Cabe destacar que, según
indican la mayoría de expertos e historiadores, dicho estanque no sería el
mismo que el del actual Parque del Retiro, que, aunque muy cercano a esa
localización, no fue construido hasta seis décadas después, bajo el reinado de
Felipe IV.
Aunque Felipe II ya había pensado en más de una ocasión en la
posibilidad de que Madrid tuviera algún tipo de acceso directo al mar, aquel
estanque, en gran espectáculo que se realizó y las galeras que en él
participaron, provocaron que el rey quisiera saber la posibilidad que existía
de hacer cumplir su sueño de construir un puerto fluvial en la capital del
imperio.
[Te puede interesar:
Lucrecia de León, la joven que profetizó el
declive del Imperio Español]
Giovanni Battista Antonelli se puso a trabajar en ello
(además del diseño y supervisión en las mencionadas fortificaciones en el Levante,
que seguían en marcha) y una década más tarde tenía todo un estudiado y
diseñado plan por el cual a través del río Tajo (en su entrada por Lisboa) se
podría navegar hasta llegar a Toledo, allí tomar el río Jarama para finalmente
entrar en Madrid por el río Manzanares. El propio ingeniero había realizado el
trayecto en canoa de remos, tomando notas de toda la ruta, de qué puntos debían
ser ensanchados, dónde construir diques o esclusas y comprobar toda la
infraestructura necesaria para realizar la que sería su obra cumbre y por la
que, innegablemente, pasaría a la Historia.
De este modo la ‘flota de Indias’
(barcos que viajaban cargados de riquezas desde los virreinatos españoles
repartidos por el Nuevo Mundo hasta
la Corona de Castilla) podrían tener
un acceso directo desde el Océano Atlántico hasta la capital del reino a través
de un río navegable y así no tener que atracar en Cádiz o Sevilla (en el puerto
fluvial del Guadalquivir) y continuar el trayecto por vía terrestre.
Organizó una excursión a la que llevó al rey y parte de su
corte navegando desde Vaciamadrid
a Aranjuez. Tal plan y demostración fascinó a Felipe II, quien
puso a disposición del ingeniero la mano de obra necesaria y financiación para
llevarlo a cabo cuanto antes. Giovanni Battista Antonelli comenzó a trabajar en
el ensanchamiento del Tajo en su paso portugués hasta Alcantara, pero a medio
trabajo ocurrió lo que el italiano nunca hubiera querido que pasara: se
suspendía momentáneamente el proyecto
El motivo por cual Felipe II había decidido parar tal magna
obra fue destinar todos los recursos económicos de la corona en un proyecto
mucho más ambicioso para él y que le corría más prisa: invadir Inglaterra
En 1585 se inició la guerra anglo-española, por la que parte
del presupuesto real comenzó a destinarse a tal conflicto bélico, parando todas
aquellas obras e infraestructuras que en aquel momento no eran de vital
importancia. Felipe II quería hacerse con el control de Inglaterra (que ya
había reinado tres décadas antes) y dispuso de todos sus recursos económicos
para tal empresa que sería llevada en agosto de 1588 por la Grande y Felicísima
Armada Española.
Mientras tanto, y de manera inesperada, el 27 de marzo de aquel
mismo año fallecía en Toledo Giovanni Battista Antonelli a la edad de 61 años.
[Te puede interesar:
La vencida ‘Invencible Inglesa’ de Sir
Francis Drake]
La Armada invencible,
término inventado por los ingleses para referirse a la flota española, sufrió
la más humillante de las derrotas el 8 de agosto de 1588 por causas meteorológicas
y mala planificación por parte del hombre que Felipe II había puesto al mando:
el duque
de Medina Sidonia (Alonso Pérez de Guzmán y Sotomayor) quién carecía de
experiencia.
Tras el estrepitoso fracaso a Felipe II le quedaron pocas
ganas y, sobre todo, pocos recursos económicos, para retomar el ansiado
proyecto del puerto fluvial en Madrid y la navegación hasta el Océano
Atlántico, además de sumarse el contratiempo del fallecimiento del ingeniero
que impulsó y diseñó tal plan.
Siglos después otros quisieron retomar el viejo sueño de
Felipe II y en varias ocasiones se ha trabajado en el proyecto, aunque no se ha
llegado a hacer realidad.
Fuentes de consulta e imágenes: rutasconhistoria
/ treccani
/ StoriaAttivita
/ acta.es
(pdf) / pasionpormadrid