En su segundo viaje al Nuevo Continente, Cristóbal
Colón llegó, el 19 de noviembre de 1493, a una isla que bautizó con el nombre de San Juan Bautista e incorporándola como
uno más de los territorios de ultramar pertenecientes
a la Corona española. La capital de esta nueva colonia fue denominada como Puerto Rico y, curiosamente, con el
paso del tiempo, se intercambió la denominación de ambas, pasando a llamarse
Puerto Rico la isla y San Juan la capital.
Perteneció a la Corona
española hasta 1898, cuando España perdió la guerra hispano-estadounidense y, mediante la firma del ‘Tratado de París’, del 10 de diciembre
de aquel mismo año, teniendo que ceder a
los Estados Unidos las colonias de Puerto Rico, Cuba,
Filipinas
y Guam.
Puerto Rico, a lo largo de los cuatro siglos que perteneció como colonia a España, tuvo un
estatus especial en el que sus ciudadanos se regían por las mismas leyes
(exceptuando alguna ley adecuada a la región, evidentemente) y, además, eran
considerados de nacionalidad española, pudiendo ejercer el voto en las
elecciones (no todos los puertorriqueños, porque no existía el sufragio
universal, pero sí aquellos que estaban facultados a hacerlo).
Pero a partir de 1898, cuando
pasó a pertenecer a los EEUU como un ‘territorio no incorporado’, los puertorriqueños
no pudieron adoptar la nacionalidad estadounidense (eran considerados como
hispanos por el gobierno yanqui), además de no poder votar y siendo
considerados como ciudadanos de segunda.
Inicialmente la forma de gobierno de la isla era mediante el
mandato de un gobernador militar nombrado directamente por el presidente de
Estados Unidos y a partir del 1 de mayo de 1900 entró en vigor la llamada ‘Ley Foraker’, por la cual Puerto Rico
seguiría siendo un territorio no incorporado, con cierta autonomía, creándose una
Constitución propia, un consejo legislador, ejecutivo y judicial, pero siempre
bajo las órdenes y dictámenes de EEUU, siendo el presidente estadounidense
quien en última instancia tomaba las decisiones.
A partir de aquel momento dejaban de tener la nacionalidad
española y se les consideraba a los habitantes de la isla como únicamente
puertorriqueños, por lo que seguía sin serles reconocida la nacionalidad
estadounidense ni tampoco podían votar en las elecciones nacionales de EEUU.
Así se mantuvieron a lo largo de los siguientes 17 años,
hasta que, el 2 de marzo de 1917, el
presidente Woodrow Wilson firmaba la
‘Ley Jones-Shafroth’ por la cual
todos los puertorriqueños nacidos en la isla a partir de 1898 serían considerados
ciudadanos estadounidenses y, por tanto, conseguirían esta nacionalidad.
Pero aquel era un caramelo envenenado, debido a que la
mencionada ‘Ley Jones’ (como era comúnmente
llamada) guardaba una pequeña gran trampa,
al ponerse en vigor en Puerto Rico, desde aquel mismo instante, la ‘National Defense Act’ (o Ley de Defensa Nacional) aprobada un
año antes por el Congreso de los EEUU y por la cual tuvo efecto en ese
territorio la Ley de Servicio Selectivo
(o sea, de reclutamiento obligatorio) que se aprobó dos meses después, el 2 de
mayo de 1917.
Esto facultaba al Gobierno de los Estados Unidos a reclutar
obligatoriamente a todos los jóvenes estadounidenses mayores de 18 años y
enviarlos a luchar en la Primera Guerra Mundial.
EEUU no entró en la IGM hasta el 2 de abril de aquel mismo
año, fecha en la que el presidente solicitó
la declaración de guerra oficialmente frente al Congreso, la cual se hizo
efectiva a partir del día 6. Pero los planes belicistas del país se gestaron
varios meses antes, cuando a finales de enero el Imperio Alemán había declarado
su intención de atacar objetivos de países neutrales (entre ellos
estadounidenses) y, por tanto, las cámaras y el gobierno norteamericano empezaron
a trazar el plan de incorporación del país al conflicto bélico.
Por tal motivo se redactaron y aceleró la aprobación de
varias leyes, con las que asegurar un buen reclutamiento obligatorio. Momento
que se aprovechó para aprobar la Ley Jones y otorgar la nacionalidad estadounidense
a los puertorriqueños nacidos a partir de 1898.
De ese modo los EEUU se encontraron con alrededor de 20.000 jóvenes de Puerto Rico a quienes pudieron reclutar
y enviar a luchar en la IGM. Pero ese número de soldados originarios de la
isla se triplicó a causa de la masiva presencia de inmigrantes puertorriqueños que
residían de forma ilegal en Estados Unidos (sobre todo en Nueva York), ya que
estos pasaron a ser ciudadanos estadounidenses y, por tanto, pudieron ser
reclutados obligatoriamente.
Fuente de la imagen: U.S. Army
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