Desde que empecé a escribir el blog ‘Cuaderno de
Historias’ para Yahoo!, a
inicios de 2011, más de un millar han sido los post que he publicado hablando
de diferentes anécdotas, episodios curiosos y personajes de la Historia,
tocando todo tipo de temáticas o acontecimientos y haciéndolo, en la medida de
lo posible, desde la más absoluta imparcialidad política. He tratado temas que hablaban
de sucesos protagonizados por comunistas, pero también otros por el fascismo.
He hablado de hombres importantes y también desconocidos y, como no, he traído
un buen puñado de historias protagonizadas por mujeres, siendo la mayoría muy desconocidas
para los lectores. Siempre desde el respeto por los datos y la equidistancia que
hay que tener a la hora de escribir y divulgar de Historia.
A pesar de ello, numerosísimas han sido las ocasiones en las
que no han faltado comentarios en los que se ha criticado un post concreto,
incluyendo descalificaciones personales hacia mí y, lo curioso, es que se me ha
criticado desde un bando político y desde el contrario.
Por poner unos ejemplos
prácticos… Si escribía sobre el franquismo no tardaban en aparecer los
comentarios en los que me llamaban rojo
y criticaban que no hablara de los crímenes cometidos por los comunistas. Lo
mismo ocurría si hablaba del régimen de la URSS, en el que me decían que era un
facha y por qué no criticaba el nazismo. Cuando hablaba del genocidio nazi
aparecían los negacionistas ultraderechistas diciendo que me había vendido
al ‘lobby judío’. Desde la extrema izquierda criticaban las entradas
relacionadas con la reconquista o el descubrimiento de América. Se me ha criticado por ser español (llamándome facha) pero también por ser catalán (tachándome de independentista). Tampoco han faltado desafortunados mensajes en el que se me ha deseado la muerte y que me pegasen unos tiros, solo porque el lector no compartía
lo que había escrito sobre el racismo en Estados Unidos (en una entrada en la
que hablaba de cuando se intentó expulsar a los ciudadanos chinos de EEUU). Así con todos los temas y desde cualquier
tendencia política.
Y es que, en los últimos años, se ha puesto de moda eso de
explicar la Historia desde una perspectiva concreta y que beneficia a grupos
específicos. De este modo y sin guardar la aconsejable equidistancia, los
mensajes e intereses políticos concretos pueden llegar a determinado público
afín e incluso utilizar la Historia para hacer campaña, con el fin de
perjudicar al contrario y, al mismo tiempo, atraer a nuevos adeptos hacia la
causa, algo que, sinceramente, no deja de ser una forma de adoctrinamiento
político.
Ese revisionismo que se está haciendo desde la política ha
originado que haya personajes que se dediquen a divulgar y reescribir la
Historia con unos claros intereses electoralistas, pudiéndonos encontrar con
ejemplos tan descabellados como el que ocurre desde hace unos años por supuestos (a la vez que subvencionados) historiadores, ligados al entorno del independentismo catalán, quienes explican barbaridades tales como
que Miguel de Cervantes, Santa Teresa de Jesús, Hernán Cortés o San Ignacio de
Loyola (entre otros muchos personajes ilustres) eran originarios de Cataluña o
que El Quijote fue escrito originalmente en catalán o que los Tartessos
(primera civilización en occidente reconocida por los antiguos griegos y que se
situaría en la costa suroeste de la península ibérica) está ubicada en Tortosa
(Tarragona); solo por citar unos pocos ejemplos.
Desde la extrema derecha o los sectores más patrióticos de España nos encontramos que también se ha querido reescribir algunos capítulos de la Historia de este país, exagerándose algunas de las gestas logradas en los tiempos de conquistas y reconquistas y, muy especial y concretamente con todo aquello que tiene que ver con la Segunda República, la Guerra Civil o los años de la dictadura
franquista, blanqueando esta última y tergiversando una gran cantidad de datos. Por poner un solo ejemplo, se está explicando, desde este nuevo y partidista
revisionismo histórico, que la Guerra Civil no fue iniciada por un
alzamiento de militares afines a la ideología fascista en julio de 1936 sino que lo sitúan dos años antes, en la insurrección obrera que tuvo lugar en Asturias en octubre
de 1934 (llamada habitualmente ‘Revolución de Asturias de 1934’) por parte de
organizaciones de izquierdas y anarquistas y señalando a estos como los causantes de que se iniciara el fatal conflicto bélico.
También todo lo concerniente a dictadores como Franco, Hitler es
pasado por un filtro que los blanquea, hablando únicamente de sus aciertos y
obviando o negando los crímenes cometidos durante sus respectivos regímenes.
Pero es que desde el otro lado del espectro político nos encontramos que se está haciendo lo mismo, practicándose un revisionismo ultraizquierdista hacia todo lo que fue el descubrimiento del
continente americano y la continua tergiversación de datos históricos conocidos
y contrastados por otros que presentan todas aquellas expediciones como actos
en los que se cometió genocidio y violación hacia los pueblos nativos.
Esta peligrosa costumbre de no presentar la información de
un modo imparcial, ciñéndose a explicarla tal y como sucedió y sin añadir detalles
desvirtualizados y partidistas, está provocando que las generaciones más
jóvenes reciban una gran cantidad de desinformación, debido a que,
intencionadamente, se incorporan bulos y detalles sensacionalistas que las
hacen más llamativas y fácil de compartir.
Con la divulgación histórica ocurre algo similar como con la
ciencia, en el que existen grupos con intereses pseudocientíficos (antivacunas,
terraplanistas y conspiranoicos en general) que se dedican a difundir una gran
cantidad de bulos (‘fake news’) que se extienden muy rápidamente y llegan a
millones de usuarios de las redes sociales. Esto es gracias a lo denominado
como ‘espejismo de la mayoría’, en
el que muy pocos individuos pero con muchos contactos pueden llegar a difundir
sus mensajes a través de diferentes canales y llegando por distintas
fuentes a los usuarios, creyéndose estos que esa información es real porque es
ampliamente difundida y les ha llegado por diferentes vías y personas.
Tampoco quiero dejar de mencionar el peligroso y
nada conveniente revisionismo que se está haciendo actualmente a ciertas
obras literarias, series de televisión o películas de hace varias décadas y que
están siendo señaladas como de ‘políticamente incorrectas’; ya sea porque se
trata el tema de la esclavitud, hay algunas frases que se consideran
discriminatorias hacia algún colectivo e incluso porque en su elenco actoral no
aparecía ninguna persona con diversidad racial, sexual o religiosa. Algunos casos recientes son la
petición de retirar de las bibliotecas el célebre libro ‘La cabaña del tío Tom’
(de Harriet Beecher Stowe); la decisión de una plataforma de televisión y cine
por streaming que ha decidido retirar de su catálogo la obra maestra del Sétimo
Arte ‘Lo que el viento se llevó’ o que Marta Kauffman, una de las creadoras de
la serie televisiva ‘Friends’, haya tenido que hacer unas declaraciones pidiendo
perdón públicamente por la falta de diversidad racial en la popular sitcom (por
citar tan solo tres ejemplos).
Tal y como dijo el filósofo español Jorge Agustín Nicolás
Ruiz de Santayana y Borrás (internacionalmente conocido como George Santayana) ‘Aquellos que no pueden recordar el pasado
están condenados a repetirlo’, una cita que con el paso del tiempo se ha transformado
en la célebre y muy repetida frase ‘El pueblo
que no conoce su historia está condenado a repetirla’. Tampoco podemos
obviar otra famosa cita (atribuida a Joseph Goebbels) que decía ‘Una mentira repetida mil veces se
convierte en una verdad’ y que es aplicada a todos aquellos que tratan de
reinventar la Historia con firmes propósitos políticos.
Amemos la Historia y juzguémosla tal y como ha ocurrido, sin
tergiversarla ni añadirle aditivos y, sobre todo, valoremos la importancia de
ser equidistantes a la hora de divulgarla y escribir sobre ella, eso nos hará más sabios y, sobre todo, más libres.
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