La tragedia del trasatlántico Príncipe de Asturias, conocido como ‘el Titanic español’

El hundimiento del trasatlántico
Titanic
, durante su viaje inaugural, la madrugada del 14 al 15 de abril de
1912, convirtió a esta tragedia como uno de los referentes en cuanto a cualquier
otro percance o accidente marítimo. A partir de entonces, a aquellas
embarcaciones de cierta relevancia que han sufrido algún tipo de percance (con
un resultado dramático) se les ha ido adjuntando la etiqueta ‘Titanic’ junto al nombre o nacionalidad
del barco.

Esto es lo que ocurrió con el vapor ‘Príncipe de Asturias’, un trasatlántico que, tras su hundimiento
en 1916, ha pasado a la Historia como ‘el
Titanic español’
.

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hundimiento del Titanic 20 años antes
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Realizaba el trayecto desde Barcelona hasta Buenos Aires y
era uno de aquellos muchos barcos que, a lo largo de los primeros años del
siglo XX, se encargaron de trasladar a miles de españoles hacia el continente
americano (la mayoría con destino final en Argentina, aunque hacía varias escalas,
entre ellas en Brasil o Uruguay).

El Príncipe de Asturias era un vapor, propiedad de la Naviera Pinillos y construido en
Escocia, en 1914, en el astillero Russell
& Co
. Era una época
en la que este tipo de trasatlánticos disponían de todo tipo de detalles y avances,
con el fin de evitar una nueva tragedia marítima, como había sucedido cuatro años
antes con el famoso Titanic.

El vapor zarpó del puerto de
Barcelona el 17 de febrero de 1916 y tenía por delante un puñado de escalas
(varias en España: Valencia, Almería, Cádiz, Gran Canaria) y un largo trayecto
de varias semanas a través del Océano Atlántico, rumbo al continente americano,
con una primera escala que debería realizarse la primera semana de marzo en el
puerto de Santos (costa de Brasil).

A pesar de que Europa estaba
enfrascada en aquellos momentos en la Primera
Guerra Mundial
(todavía faltaba un año para la intervención de EEUU),
aquellos días la navegación por el Atlántico era relativamente tranquila (salvo
algunas excepciones a causa del conflicto bélico, evidentemente) y con todas
las precauciones posibles el viaje se realizaba sin incidente destacable alguno.

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A bordo viajaban alrededor
de 600 personas (entre pasajeros y tripulación y según la fuente que se
consulte añade cien arriba o cien abajo) de todo tipo de clases sociales:
familias enteras que iban en busca de un futuro mejor, empresarios para cerrar
algún negocio (o a la inversa, que ya lo habían cerrado en España y estaban de
regreso) e incluso algunos relevantes artistas de varietés de la época que
debían realizar una gira americana.

El 4 de marzo, cuando el
vapor estaba acercándose a la costa de la población de Santos, una espesa
niebla obligó a tener de ralentizar la marcha a unas pocas millas del puerto.
Coincidía que aquel día (sábado) era la noche de carnaval y, para hacer más llevadera la travesía y el
retraso en atracar en el puerto brasileño, se organizó una espléndida fiesta de
disfraces.

Cabe destacar que dicha fiesta de carnaval estaba destinada a los pasajeros de primera clase, ya que, al igual que en el resto de trasatlánticos similares, los viajeros iban clasificados en clases diferentes dependiendo del pasaje que hubiesen pagado. Para hacernos una idea, un billete de primera clase en un camarote de lujo costaba alrededor de dos millones de pesetas (12.000€ que si hoy en día es una cifra enorme, imaginaos hace un siglo… toda una fortuna). En 1ª clase, pero en camarote individual, era medio millón de pesetas, 2º clase en litera (en camarote para 4 personas) doscientas mil, en 3ª clase (en camarote para 6 personas) ciento cincuenta mil y los pasajes más baratos (en los que iban varias familias hacinadas en un mismo camarote) costaban cien mil por adulto y cincuenta mil por cada niño (precios aproximados).

La densa niebla de aquella
oscura madrugada obligó a realizar varias maniobras (algunas desacertadas) y
sin ser conscientes de ello hasta el último momento, el barco se dirigió hacia
unos arrecifes contra los que colisionó. A pesar de las múltiples instrucciones
del capitán José Lotina (un experimentado hombre de mar con dos décadas de
viajes a cuestas) el choque contra las rocas fue inevitable y en cuestión de
pocos minutos el vapor Príncipe de Asturias se estaba hundiendo frente a las
costas de Santos.

Era poco más de las cuatro
de la madrugada y la mayoría de los pasajeros ya se habían retirado a sus
camarotes para descansar tras la fiesta organizada, lo que provocó que el
hundimiento pillase de improviso a casi todo el mundo.

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La tragedia se saldó con más
de 400 fallecidos. No se conoce una cifra exacta, ya que hay que tener en
cuenta que en las clases más inferiores viajaban muchas personas que no
figuraban en las listas del pasaje. En aquellos momentos el hundimiento del trasatlántico Príncipe de Asturias se
convirtió en la mayor tragedia marítima
–en tiempos de paz- de una embarcación con bandera española (superada tan solo
tres años después -1919- por el hundimiento del vapor Valbanera, también propiedad de la Naviera Pinillos).

Fuentes de consulta e imagen: buques.org
/ naufragios.net
/ XX
siglos
/ abc
/ Wikimedia
commons
/ hemeroteca.lavanguardia.com

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