La adolescente que secuestró el vuelo 541 de la TWA

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La mañana del 21 de diciembre de 1978 el avión DC-9 de la compañía TWA, que realizaba el vuelo 541 dirección Kansas City, hizo escala
en el aeropuerto Internacional de Louisville (Kentucky) y al él accedió una
joven de 17 años de edad llamada Robin Oswald.

Nada hacía sospechar a ninguno de los 87 pasajeros que
aquella guapa adolescente (como describieron posteriormente) les haría pasar la
más angustiosa experiencia de sus vidas.

Poco después de despegar rumbo a Kansas City, Robin se levantó
de su asiento e indicó alzando la voz que aquel avión debía desviar su itinerario
y dirigirse hacia el aeropuerto regional
del Condado de Williamson
(en el Estado de Illinois). Acto seguido abrió su
abrigo y dejó ver que llevaba una bomba enganchada
al pecho
(según los testigos, tres cartuchos de dinamita de los que salían
unos cables que iban a una especie de pulsador o detonador).

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El pánico se apoderó de la
aeronave que, haciendo caso a las instrucciones de la muchacha, cambió su rumbó
hacia Illinois.

Se mostraba nerviosa y no
paraba de repetir una frase que tenía intrigado a todo el pasaje: ‘Quiero
a Garrett’
(I want Garrett)

Cuando el avión tomó tierra
en el aeropuerto regional del Condado de Williamson, Robin dejó descender a un
pequeño grupo de pasajeros, entre los que se encontraban un par de bebés, personas
que habían indicado tener serios problemas de salud y otra a quien le había
dado un ataque de ansiedad.

A partir de aquel momento
las siguientes ocho horas se harían interminables para el resto del pasaje, que
veían con nerviosismo que el asunto iba para largo.

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El FBI se puso al frente de
la negociación e hizo llegar un teléfono a Robin para poder dialogar con ella,
saber cuál era el motivo de tal secuestro e intentar resolverlo con éxito.

Los agentes federales consiguieron
convencerla para que liberase a las personas mayores de 60 años que se
encontraban a bordo (en total 14) y acto seguido quisieron saber la razón que
le había llevado a secuestrar aquel vuelo.

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Cuando Robin Oswald les dijo
el motivo quedaron perplejos: quería que dejaran en libertad a Garrett Brock
Trapnell
, un peligroso criminal que se encontraba cumpliendo una
condena de cadena perpetua por atracar bancos, estafar, ser bígamo e incluso
secuestro (de personas y un avión seis años antes).

Garret, al que tanto había estado
nombrando Robin, se encontraba encerrado en la penitenciaría
de Marion
, en aquel mismo Estado de Illinos, motivo por el que había hecho
desviar el vuelo hacía allí.

Rápidamente los agentes
comenzaron a investigar qué tipo de parentesco podía unir a la adolescente con
el delincuente y en un principio pensaron que se trataría de una hija suya
fruto de alguno de sus diversos matrimonios. Pero tras averiguar cuál era el
vínculo entre ambos se quedaron todavía más perplejos: Robin no tenía lazos
familiares con Garret pero sí con una persona que siete meses atrás protagonizó
un famoso incidente: Bárbara Ann Oswald,

quien era madre de la muchacha.

Barbara Ann Oswald (militar
de carrera y con rango de sargento) el 28 de mayo de aquel mismo año había
secuestrado un helicóptero y con él pretendió acceder al patio de la
penitenciaría donde estaba encarcelado Garret y ayudarlo a escapar.

Un forcejeo con el piloto
del helicóptero provocó que éste acabara disparándole de muerte y, por tanto, frustrando
la huida de prisión de Garret.

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Los agentes del FBI,
encargados de negociar con Robin, pasaron parte de la tarde intentando
convencerla mediante la conversación telefónica que mantenían. La joven les indicó
que si Garret no era liberado antes de las seis de la tarde haría explotar la
bomba que llevaba engancha al cuerpo y todo saltaría por los aires.

En vista de esta amenaza los
pasajeros retenidos dentro del avión empezaron a idear un plan de escape y aprovechando
que la muchacha se había situado en la parte trasera del avión, pidieron que los más
corpulentos se pusieran de pie, de modo que dificultase la visión de Robin
sobre lo que ocurría en aquella parte del aparato y así aprovecharían para ir
saliendo poco a poco por la puerta delantera. Cerca de cuarenta lo lograron.

Los negociadores estaban
convencidos que Robin no haría explotar el avión y así fue. Pasó el plazo que había
dado y nada ocurrió. Finalmente, después de ocho horas de negociaciones, a las
20:45 horas lograron convencer a la muchacha para que depusiera su actitud y se
entregara a las autoridades.

Le prometieron que, si
dejaba salir a los pasajeros que continuaban retenidos (alrededor de una
veintena) y se entregaba voluntariamente, convencerían al juez para que le
impusiera una pena relativamente pequeña (al ser menor de edad el delito que
había cometido no estaba contemplado en el Estado de Illinois).

Cuando se entregó pudieron
descubrir que lo que llevaba enganchado al cuerpo no era una bomba sino tres bengalas, unos cables que no estaban
conectados entre si y un rudimentario timbre que simulaba ser un detonador.

En las cuatro décadas que
han pasado desde entonces, nada se ha sabido de la vida posterior de Robin
Oswald.

Garrett Brock Trapnell permaneció
en prisión hasta 1993, donde falleció a los 55 años de edad víctima de un enfisema
pulmonar.

Fuentes de consulta e imágenes: nytimes
/ hemeroteca
del Chicago Tribune
/ washingtonpost
/ St. Joseph News-Press (Google News) / Wikimedia
commons

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