El curioso caso de los misteriosos ataúdes en miniatura que fueron encontrados en el siglo XIX en una cueva de Edimburgo

Una de las noticias más relevantes de este verano de 2018 ha
sido (y lo será durante largo tiempo) la odisea que vivieron los doce niños,
junto a su entrenador, en una cueva de
Tailandia
y el angustioso paso de los días hasta ser finalmente rescatados
sanos y salvos.

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Esto ha llevado a llenar centenares de páginas hablando de
este épico relato y, aprovechando que había tenido lugar en una cueva, han surgido
publicaciones con otras anécdotas y
curiosas historias acontecidas en grutas y cavernas
.

Una de ellas nos sitúa en Escocia, en el verano de 1836. Era junio y un grupo de muchachos
que residían en Edimburgo salieron a cazar conejos por los alrededores de la
capital, llegando hasta un volcán inactivo rodeado de varias colinas, una de
las cuales (la principal, con una altura de 251 metros) es conocida con el
nombre de Arthur’s Seat (El asiento
de Arturo).

Uno de los conejos que perseguían se escondió tras una roca
y al apartar ésta, los muchachos pudieron observar que la piedra escondía la
entrada a una cueva de la que desconocían la existencia (a pesar de haber
pasado muchas horas de juegos y excursiones por los aledaños).

Decidieron adentrarse y en el interior descubrieron algo que
les aterró: un grupo de ataúdes en
miniatura
que estaban dispuestos en un perfecto orden, como si un ritual se
tratara, y dentro de éstos siete figuras
talladas en madera
 que representaban
ser personas, convenientemente vestidas.

Los muchachos corrieron a avisar a sus padres y éstos se
presentaron con las autoridades locales. A lo largo de los siguientes años hubo
un gran desconcierto respecto a qué significaría esos pequeños ataúdes, quién
los habría depositado en aquella cueva y, sobre todo, cuándo y por qué.

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Las múltiples especulaciones que se hicieron llevaron a
pensar que, posiblemente esas  pequeñas
figuras formaban parte de algún ritual satánico y se vinculó rápidamente a un
gran número de casos de brujería que se dieron en los alrededores de Edimburgo
durante el siglo XVI en el que aproximadamente unas trescientas mujeres fueron
detenidas, juzgadas y ejecutadas acusadas de brujería.

Pero había algo que no encajaba… aquellas tallas de ataúdes y
figuras estaban demasiado bien conservadas para haber sido realizadas tres
siglos atrás, por lo que se descartó que ese pudiese ser uno de los motivos.

No tardó quien vinculó el hallazgo con unos sucesos
acontecidos en Edimburgo tan solo una década antes: el caso de los crímenes
cometidos por William Burke y William Hare quienes asesinaron a 16
personas, entre noviembre de 1827 y
octubre de 1828, con el fin de crear un lucrativo negocio de venta de cadáveres a las facultades de
medicina como material de práctica de los estudiantes en las clases de anatomía.

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Burke y Hare cometían el
asesinato y tras el entierro del fallecido lo desenterraban y vendían a los
estudiantes. En total cometieron dieciséis crímenes pero, curiosamente, había
una víctima número 17 que murió por causas naturales pero cuyo cadáver fue el
primero en ser sustraído y comercializado.

Esa coincidencia en el
número de cuerpos desparecidos, que hubiese tenido lugar en el mismo Edimburgo
y las figuras estuviesen en tan buen estado, es lo que hizo asociar ambas
cosas, aunque nunca se pudo determinar si realmente había vinculación.

Según determinaron
algunos expertos, el motivo de haber tallado alguien esas figuras puede
tratarse de dar una simbólica sepultura a los cadáveres robados por William
Burke y William Hare. Pero incluso hay quien va más allá y especula que
pudieron ser los propios criminales quienes los realizaron, ya que la técnica y
herramientas utilizadas para ello podrían haber sido hecho por un zapatero
artesanal, oficio original del propio Burke.

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Cabe destacar que en
aquel tiempo no se tenía la costumbre de conservar este tipo de hallazgos y
nueve de las piezas (ataúdes y figuras correspondientes) acabaron
desapareciendo (parece ser porque se dieron a los niños de la época para que
jugasen).

Tan solo se conservaron
ocho que actualmente están custodiadas y expuestas en el Museo Nacional de Edimburgo (perteneciente al National Museums
Scotland). Curiosamente en diciembre de 2014 el museo recibió un paquete
anónimo que contenía una réplica de una de las figuritas (con el ataúd incluido)
que llevaba como mensaje la inscripción en números romanos ‘XVIII’ y una hoja
en la que se citaba el relato ‘The Body
Snatcher’
escrito en 1884 por Robert
Louis Stevenson
y en el que se relataba los crímenes cometidos por William
Burke y William Hare.

Fuentes de consulta e imágenes: National
Museums Scotland
/ smithsonianmag
/ nationalgeographic

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