Joan Jorba i Rius, el próspero empresario que consiguió tener su propia réplica de la Torre Eiffel en Barcelona

A menudo circula por la red una conocida leyenda urbana que
explica que Gustave Eiffel ofreció
el diseño de su famosa torre a la ciudad de Barcelona antes de hacerlo a Paris,
para que fuese uno de los emblemas más característicos de la Exposición Universal que iba a celebrarse
en la Ciudad Condal en 1888.

Pero esto no deja de ser una absurda historia sin pies ni
cabeza, que no sucedió nunca y de la que no existe ni un solo documento oficial
(u oficioso) que lo acredite, debido a que la Torre Eiffel, desde un primer momento, fue proyectada para ser
construida en la Ciudad de la Luz
con motivo de la Expo Universal de 1889.

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La confusión sobre la
construcción de la famosa torre parisina y la creencia del presunto emplazamiento
en Barcelona se debe a un curioso hecho que tuvo lugar cuatro décadas más tarde,
que mezclado con datos y recuerdos vagos de personas que hoy en día son
nonagenarias puede ser lo que llevó a tal error.

Y es que la Ciudad Condal tuvo por un periodo de tiempo muy
corto (tan solo un año, entre 1929 y 1930) una curiosa réplica de la torre Eiffel, aunque esta no estaba realizada
con un armazón metálico sino que su estructura la formaban cinco grandes letras
en las que se podía leer ‘JORBA’ y
que se trataba del apellido de uno de los empresarios de más éxitos de la época
y que también daba nombre a una serie de fructíferos negocios, entre ellos unos
famosísimos grandes almacenes.

Este próspero hombre de negocios era Joan Jorba i Rius, qien había heredado unos años antes el imperio empresarial
que había levantado su padre (Joan Jorba
i Gasso
) medio siglo antes.

Los Jorba (tanto el padre como el hijo) se distinguieron –cada
uno en su época- por ser unos grandes emprendedores, con una visión de negocio
extraordinario y sin miedo alguno a invertir grandes cantidades de capital en
renovar o ampliar los diferentes negocios que iban creando.

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La mencionada ‘torre
Jorba’
fue construida en la entrada a la montaña de Montjuïc barcelonesa, frente al parque de atracciones de la Foixarda, y era uno de los pabellones
que formaban parte de la Exposición Universal celebrada en la Ciudad Condal
entre el 20 de mayo de 1929 y el 30 de enero de 1930.

Tenía cincuenta metros de alto y los automóviles de la época
podían transitar por debajo. Joan Jorba i Rius, que acababa de tomar el control
total de la empresa (tras el fallecimiento de su progenitor en 1927) quería que
desde cualquier lugar de Barcelona pudiese visionarse su apellido (que al mismo
tiempo era el nombre de todas sus empresas), motivo por el que se eligió para
su ubicación uno de los puntos más altos de la ciudad que era la montaña de Montjuïc
y que además, todos aquellos barcos que llegasen al puerto de barcelonés podrían
ver con claridad su preciada torre.

Para el diseño no se rompió demasiado la cabeza, ya que se
inspiró en la parisina torre Eiffel, que en aquellos momentos –segunda mitad de
la década de 1920- ya era el emblema más famoso de la Ciudad de la Luz, en unos
años de esplendor conocidos como ‘los
locos años 20’
.

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A pesar de la vistosidad y el éxito que supuso la Expo de
1929, aquellas grandes letras que formaban la palabra jorba y que se levantaban
desde una gigantesca A (en la base) hasta coronar la torre con la J, no
consiguieron el impacto esperado en la sociedad barcelonesa ni en los turistas
que recibió la ciudad a lo largo de los ocho meses que duró el evento, por lo
que una vez finalizada la exposición se decidió desmantelarla y Joan Jorba i
Rius vio así frustrado su deseo de convertirse (o al menos que su apellido lo
fuese) en uno de los emblemas de la Ciudad Condal.

La prosperidad de este hombre de negocios comenzó a descender
vertiginosamente en los siguientes años –sobre todo tras el estallido de la
Guerra Civil española- perdiendo un gran número de sus posesiones (falleció en
1938).

Pero la historia sobre cómo se gestó ese gran imperio
empresarial de los Jorba merece otro post mucho más detallado en el que
próximamente os explicaré el ascenso a lo más alto de los negocios de Joan
Jorba i Gasso, un trabajador textil manresano que durante el último cuarto del
siglo XIX se convirtió en un visionario emprendedor y cuyo apellido (durante casi
un siglo) fue un referente en la vida económica, social y cultural barcelonesa.

Fuentes de consulta e imágenes: barcelofilia
/ orgullosademiciudad
/ Ya
está el listo que todo lo sabe
/ barcinogramas
/  labarcelonadeantes / Wikimedia
commons