El presidente de la República Francesa que tuvo delicados problemas de salud mental

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A los 65 años de edad y tras cuatro décadas dedicándose activamente
a la política, el 18 de febrero de 1920, Paul
Deschanel
era nombrado 10º
Presidente de la Tercera
República Francesa
.

Un mes atrás había ganado en las votaciones, al
frente de la Alianza Democrática (ARD)
,
en las que arrasó a su contrincante político con un contundente 84,56% de los
votos.

A lo largo de su carrera política había ocupado varios
cargos de relevancia, entre ellos el de Presidente
de la Cámara de la Asamblea Nacional
y a pesar de que en momentos puntuales de su vida
había protagonizado algunos episodios muy esporádicos, que podían dar a
entender que la salud mental de Deschanel no era del todo estable, no
se les dio la importancia que requerían y pasaron a ser consideradas unas aisladas anécdotas de alguien extravagante.

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Pero, muy posiblemente, la presión a la que se sintió
sometido partir del momento en el que fue investido como presidente de la
nación, y sobre todo la frustración que sintió al ver que el suyo era un mero cargo decorativo sin autoridad real para cambiar las cosas como él quería, desencadenó que a partir de aquel momento su conducta y reacciones no
fueran las que se esperaba de alguien que ocupaba tan alta distinción.

Evidentemente, muchos de los actos fuera de lo común que
protagonizó estuvieron excesivamente exagerados por parte de la prensa afín a
los partidos de la oposición, pero aún y así, algunos y destacados fueron los
momentos que se le atribuyen y del que sí hay suficientes pruebas de que realmente
sucedieron destacando por encima de todos el ocurrido el 23 de mayo de 1920.

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En tal fecha se encontraba Paul Deschanel viajando a bordo
del exclusivo tren Orient
Express
en dirección a Montbrison,
donde debía inaugurar un monumento dedicado a un héroe de la Primera Guerra Mundial. Llevaba tan
solo tres meses en el cargo y su frustración e insatisfacción, por haberse
convertido en un mero elemento decorativo sin tener autoridad para cambiar
aquellas cosas del país con las que no estaba de acuerdo, había provocado en él
insomnio, alteración en su conducta, ansiedad y una evidente depresión, por lo
que la ingesta de barbitúricos y antidepresivos provocaban que estuviera medio
grogui cuando llegaba la noche.

Alrededor de las once de la noche y tras la toma de sus
correspondientes pastillas para poder descansar, Deschanel empezó a sentirse
agobiado en su departamento del tren y necesitó asomarse por la ventanilla para
tomar un poco de aire fresco, con tan mala suerte de que se asomó tanto que
terminó cayendo del tren.

Malherido y desorientado (iba en pijama y llevaba el rostro
ensangrentado) anduvo un trecho hasta que encontró a un operario de la compañía
de ferrocarriles que efectuaba trabajos de mantenimiento llamado André Radeau y se presentó ante él
diciéndole que era el presidente de la República y que acababa de caerse del
tren en marcha. El trabajador no creyó lo que le decía el extraño desconocido,
pero decidió socorrerlo y llevarlo hasta la cercana casa del guardabarreras,
donde le curaron las heridas y se avisó a la gendarmería.

El incidente apareció dos días después
en la prensa de todo el país siendo objeto de burla de sus opositores, quienes
pedían su dimisión ante tal esperpéntico episodio protagonizado por el
presidente.

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A partir de ahí raro era el día en el que no se publicaba alguna
noticia en la que se explicaba algún hecho insólito realizado por Paul
Deschanel, mezclándose realidad y ficción y sin saber determinarse qué cosas de
las explicadas habían sucedido en realidad y cuáles eran pura invención
periodística.

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Entre los actos que se le atribuyeron está el de bañarse
vestido en una de las fuentes de los Campos Eliseos; el arrancar flores de una
jardinera para después lanzarlas hacia el público presente; el subirse a un
árbol y permanecer varias horas allí arriba; el coger la flores que le habían
llevado unos escolares y tirárselas sobre éstos de una en una; el firmar
algunos documentos bajo el nombre de Napoleón e incluso del gran líder galo Vercingétorix.
Muchas y muy inverosímiles cosas de las que no se puede probar la mayoría, pero
que hicieron un gran daño a su imagen y reputación.

Presionado por su entorno presentó la renuncia el 21 de
septiembre de aquel mismo año, habiendo ocupado el cargo siete meses escasos.
Tras un periodo de tres meses en un sanatorio, en enero de 1921 reapareció y
fue escogido como senador. Falleció a la edad de 67 años, el 28 de abril de
1922, a consecuencia de una pleuritis pulmonar.

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Fuentes de consulta e imágenes: babethhistoires / trefaucube