Cuando las calles de Madrid se llenaron de papeleras a las que bautizaron como ‘pedritos’

Todavía queda alguna persona (sobre todo de edad avanzada)
que sigue llamando a las papeleras que se encuentran en la vía pública con el
sobrenombre de ‘pedritos’ y detrás de esta peculiar manera de nombrarlas se
encuentra una curiosa historia.

El 12 de abril de 1931 tuvieron lugar en España unas
elecciones municipales que serían determinantes para todo el país, debido a que
los partidos de corte republicano ganaron en la mayoría de las ciudades más
importantes y fue crucial para que el rey Alfonso XIII tomase la decisión de
abdicar y marcharse al exilio
. Esto provocó que dos días después (el 14 de
abril) se proclamase la Segunda República.

El propósito del nuevo alcalde de Madrid, Pedro Rico López, era
devolver’ la ciudad a sus habitantes, hacerla más transitable y menos oficial,
dotándola de servicios e infraestructuras para que todos los madrileños la
disfrutasen.

El primer gran logro del alcalde fue devolver a la
ciudadanía el uso y disfrute de la Casa de
Campo
, un espacio que había permanecido cerrado durante siglos debido a que
pertenecía al Estado y hasta entonces solo lo habían podido disfrutar y visitar
aquellas personas relacionadas con la realeza.

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Pedro Rico también quería dotar la capital con unos
servicios municipales que hicieran más cómoda la vida de los madrileños. Mejoró
el tránsito en un gran número de calles, mejoró el asfalto, las aceras y
realizó las gestiones pertinentes para abrir nuevas escuelas y mercados (entre
ellos el famoso Mercado de Maravillas).

La limpieza en las calles también era determinante y
fundamental, por lo que en vista a que los servicios municipales no daban
abasto para recoger todo aquello que los transeúntes tiraban al suelo y
mantener inmaculadamente limpia en la ciudad, decidió llenar, a mediados de 1934, toda la capital de papeleras situadas por toda la vía pública.

Pero este gesto no fue bien visto por todos los sectores de
la sociedad, recibiendo un aluvión de críticas por parte de la oposición a
través de numerosísimos artículos en la prensa que, con tono burlesco, hacían
mofa sobre las papeleras instaladas por el consistorio.

La morfología de la papeleras (achatadas y redondeadas en su
base) ayudaron a que alguien quisiera ver en ellas un similitud con la
fisionomía del alcalde (hombre de baja estatura y orondo) por lo que en
cuestión de días todos los ciudadanos de Madrid se referían a esos artilugios instalados
en la vía pública como ‘pedritos’ (en clara referencia al edil).

Cabe destacar que a mediados de 1934 Pedro Rico se encontraba
en su punto más bajo de popularidad, pero no por su gestión al frente de la
corporación municipal sino por las continuas discrepancias que había entre los
mismo miembros del consistorio (de
diferentes agrupaciones y tendencias políticas que habían concurridos unidos en
las elecciones municipales de 1931 en una misma coalición republicana
). Existía
sobre todo tensión política a nivel nacional desde que en noviembre de 1933 el
conocido como ‘bienio progresista’ dejó de gobernar y las elecciones generales
las ganasen una coalición de partidos de derecha).

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Con esta situación, Pedro Rico empezó a recibir por todos
lados y la prensa de la época se despachó a gusto criticando su gestión y  ridiculizándolo por sus ‘pedritos’.

En los diarios podía leerse artículos en los que el
periodista de turno se preguntaba para qué servían esos artilugios instalados
en las vía públicas. Algunos incluso tenían el mal gusto de indicar que,
posiblemente, esas papeleras podrían ser utilizadas por aquellas madres que
desearan abandonar a sus hijos recién nacidos y dejarlos allí en lugar de en el
umbral de una iglesia. Con este sentido se llegó a ilustrar algún que otro
artículo con una fotografía en la que se había colocado un muñeco que
aparentaba ser un bebé en el interior de una papelera y con el siguiente texto
al pie de la foto: ’[…]un ejemplo de utilización del «pedrito», en el que pueden ser
depositados los niños recién nacidos que antes apareían, abandonados, en los
solares o en los umbrales de las iglesias…[…]’
(tal y como se puede
observar en la imagen un poco más arriba).

Hubo quien aprovechó para indicar que las papeleras debían
haber sido instaladas junto a las terrazas de los bares y cafeterías donde los
clientes tiraban todos los desperdicios de sus aperitivos al suelo. Pero esta era
sobre todo una crítica realizada desde la izquierda más radical hacia aquel
sector de ciudadanos de derechas que podían permitirse el lujo de comer marisco
en sus aperitivos, cuando la mayoría de los madrileños padecían penurias
económicas.

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Pero desde el lado contrario también criticaban la
instalación de las papeleras acogiéndose l derecho de poder tirar los papeles
al suelo, ya que para eso había un servicio municipal de limpieza que se pagaba
con los impuestos de los ciudadanos. No cabía en sus cabezas realizar actos de
civismo urbano. Una de esas muestras es la imagen inferior publicada en el
Diario Crónica y en el que el pie de foto decía textualmente: ’[…]Vean
ustedes en la fotografía superior a esta gentil madrileña a la que acaban de
entregar un prospecto que no le interesa… Le rompe, y arroja delicadamente
los pedazos de papel, que caen al suelo… Y en tanto, el «pedrito» inmediato
sin estrenarsel…[…]’
.

Debido a la tensión política del momento y la huelga general
revolucionaría
en todo el país, en octubre de 1934 Pedro Rico fue
destituido como alcalde (volvería a ocupar el cargo durante medio año en 1936)
y entre aquellas cosas que realizó como edil por la que más será recordado son
las papeleras bautizadas como ‘pedritos’ de las que todavía se acuerdan muchas
personas de avanzada edad.

Fuentes de consulta e imágenes: Hemeroteca Nacional (Diarios:
El Siglo futuro, La Época, La Voz, Diario de la República LUZ, Diario Crónica) / secretosdemadrid / laquesabesabe.blogspot